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Las caras de la gente que pasaba junto a Elsa en el andén eran muecas de diversión asco y sorpresa o desagrado, a la par que de desaprobación al verla descalza.

Nadie se quedó cerca de ella y al llegar el tren nadie se situó en las puertas de entradas a su mismo vagón. Elsa entró en este arrastrando sus pies descalzos y dejando un leve hilillo de sangre al hacerlo en el andén que no se notó una vez pisó el suelo negro de goma del vagón, sintiendo la suciedad del miso en sus pies. Con una mueca de asco, pero sintiendo alivio en sus pies castigados, la chica suspiró mirando sus pies descalzos, inmaculadamente blancos sobre el suelo del vagón.

La chica miró a ambos lados del vagón en el que entró, y solo vio, al fondo del todo a un hombre gordo medio dormido, y a mitad del vagón a una mujer de edad avanzada que al verla entrar, y sobre todo al verla descalza, con cara de desaprobación, se levantó y salió del vagón. Al hacerlo, las puertas se cerraron y la chica se vio sola en el vagón con su profesor, que entró tras ella, y el gordo del fondo.

Elsa se sentó en la otra punta al hombre gordo y Andrés junto a ella. Elsa dejó la mochila entre sus piernas, con un pie a cada lado y se llevó las manos a su entrepiernas, a modo de protección. Andrés sonrió. Las puertas del vagón se cerraron y el tren se puso en marcha.

- ¿Crees que poner las manos ahí te librará de que te meta mano? - susurró al oído de la chica el hombre sonriendo. - Eso solo hará que tenga más ganas, así que las manitas sobre los muslos.

Temblando, muy despacio, Elsa obedeció.

- Eso es.

Andrés llevó entonces la mano al interior de la falda de Elsa de nuevo, sintiendo como esta se encontraba húmeda de la corrida de hacia unos minutos en el andén. La chiquilla estaba empapada, muy a su pesar, y el profesor lo aprovechó para meterla en su cueva dulce y delicada tres dedos. Estuvo masturbándola durante una parada, sintiendo como la dulce y tierna cueva virginal de la muchacha se humedecía considerablemente entre sus gemidos y temblores de asco y desagrado, admirando como de los ojos cerrados de Elsa salían lágrimas y los deditos de sus pies se encogían en un movimiento que ya excitaba a Andrés tanto como ver como los pezones se le endurecían tras la camisa.

Cuando llegaron a la siguiente parada sacó la mano de entre las piernas de Elsa y se relamió. Sonrió mirando al frente mientras Elsa abría los ojos. Dos personas entraron en el tren y se situaron en mitad del vagón. Eran dos chicas de otro colegio, también con su uniforme, distinto al de Elsa.

- ¿Te gustaría estar con ellas ahora mismo hablando de vuestras cosas inocentes?

Elsa no dijo nada. El tren se puso en marcha y Andrés sonrió.

En la siguiente parada no entró nadie, y en la siguiente tampoco. Además, las dos chicas salieron y se volvieron a quedar a solas con el gordo. El tren se puso en marcha de nuevo y a los pocos segundos, en mitad del túnel, se detuvo. Tras un minuto sin moverse, por la megafonía del tren

- Señores pasajeros, por avería de un tren, permaneceremos detenidos durante un tiempo estimado de diez minutos. Rogamos disculpen las molestias.

Andrés sonrió, volvió a poner la mano en el muslo de Elsa, la cual cerró los ojos y fue notando como la mano subía. Andrés se acercó a ella y la susurró al oído.

- Vamos a pasar un buen rato.

>> Quiero que te acerques donde ese gordo y le despiertes tratándole todo lo sensual que puedas. - Elsa le miró asustada, temblando y al borde del llanto a lágrima viva, pero Andrés no le importó y siguió hablándola - Cuando esté despierto, quiero que le preguntes si quiere una mamada, y después le hagas la mejor de tu vida.

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⏰ Última actualización: Dec 31, 2022 ⏰

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el tormento de elsaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora