Jiang Cheng no sabía cuanto tiempo llevaba corriendo. Solo detuvo su andar cuando vio la frontera de YiLing. Se arrepintió profundamente en dejar a su hermano cargando con todo. Pero no podía estar ahí, ver al humano le provocaba sentimientos que no debía. El juró amar a una sola persona el resto de su vida y esa persona había muerto junto con su corazón. Pronto Jiang Cheng iría con su amado donde sea que estuvieran, su hermano nunca le pudo responder que se sentía el morir para un vampiro ya que nadie se lo explico, pero el mayor le juró que lo haría sin dolor. Simplemente debía cerrar los ojos y confiar en Wei Ying y así lo haría.
Se sentó a orillas de un acantilado rodeado por flores silvestres, disfrutando de la vista y la paz que sabía que no duraría por mucho. Tenía que hacerse responsable y volver con su hermano en algún momento, pero podía esperar unos minutos mas.
Mientras el menor luchaba con sus pensamientos en la casa Liu Hai-kuan se despertaba sobresaltado para ver una bonita habitación en tonos azules y blancos. Llevo asustado su mano al cuello recordando la herida que aquel hombre le proporciono, pero se sorprendió al darse cuenta que la misma no estaba.
— Puede estar tranquilo. Nada le ocurrió en ese bosque. — miró hacia la voz para encontrarse con con un hermosos joven de cabellos largos, ropa negra y ojos rojos. Inclinaba la cabeza un poco hacia la derecha. Su mente se sintió borrosa por un momento. — Estaba danto un paseo por el bosque como todas las tardes y se tropezó con una piedra. Mi hermano y yo lo ayudamos, dejándolo entrar en nuestro hogar para que descansara. — fue en ese momento en que el humano vio las imágenes en su mente. Se vio a si mismo por el bosque justo antes de caerse, unos ojos rojos aparecieron en su visión pero luego simplemente vio a los dos jóvenes que lo ayudaron gentilmente.
— En ese caso muchas gracias... — el joven se acercó a paso lento y con una sonrisa que no le llego a los ojos tendió la mano para saludar.
— Mi nombre es Xiao Zhan. Un gusto conocerlo. — para el mayor el nombre no encajaba en su mente, el conocía a ese chico frente a él, pero no sabía de donde.
— El placer es mío Xiao Zhan, mi nombre es Liu Hai-kuan. Pero eso ya lo sabe. — el joven simplemente asintió y soltó la mano tan rápido como si le quemara, le hizo recordar a su hermano en esos momentos.
— Claro que lo se profesor. — fue ahí cuando el mayor lo reconoció, era el joven que fue a sus clases. Un prodigio para la edad que tenía. Pero ahí estaba la otra cuestión.
— Dijiste que tu y tu hermano me trajeron aquí. ¿Dónde esta él? — el joven simplemente negó suavemente.
— Volverá cuando este listo. — las palabras carecían de sentido pero el mayor no pregunto mas. Cuando se fijo el reloj en su muñeca se dio cuenta que era muy tarde. Su hermano estará preocupado. Levantándose lento de la cama miro al joven el cual lo miraba con anhelo en sus ojos pero rápidamente se disolvió cuando su mirada se conecto con la de él.
— Agradezco la hospitalidad brindada, pero es hora de que me vaya, me esperan en casa. — la mirada del joven se oscureció ante las últimas palabras y no sabe por que tuvo la necesidad de enmendar su error. — Mi hermano se esta quedando en la ciudad por una temporada por lo que estará esperándome. — fue el momento del menor en dar un paso atrás.
— ¿Su...hermano? — el mayor simplemente asintió y se puso en pie. Mirando expectante al menor para que guiara el camino de salida. Aunque todo lo que quería hacer era esperar a que llegara el otro chico, si sus suposiciones eran correctas el joven era su alumno en clase. Ese alumno que no lo dejaba dormir por las noches, ese alumno al cual el en sueños llamaba Jiang Cheng. Pero debía averiguar un poco mas, no es que fuera creyente ni nada por el estilo, pero algo en él le decía que debía saber algo importante. Con ayuda de su hermano lo lograrían. Después de todo el también buscaba partes de sus sueños.
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Doscientos años sin ti
VampirosLan XiChen y Jiang Cheng se juraron amor eterno una noche de luna llena a las afueras de Gusu. Jamás dudaron de su amor a pesar que la mayoría del mundo estuviera en su contra. Nada les importaba salvo el otro, ni sus familias, ni sus sectas. Solo i...