1. Despierta Jaeger, Despierta

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De pie frente a la hermosura infinita de la vastedad del universo que lo rodeaba, Eren presenció con desánimo la profundidad de la soledad que le hacía compañía. Pero se esforzaba en disfrutarlo. Ni siquiera tenía que quitarse los zapatos para sentir la arena entre sus dedos; estaban tan desgastadas las suelas que las piedras ínfimas se colaban en sus pies por los agujeros. Es que caminaba diario. Lo hacía para no pensar. Sin embargo, aún estando muerto, seguía abriéndose la herida con el remordimiento.

No tenía calendario en aquel mundo pero según su nefasta memoria, ya se habían cumplido tres años. Tres años y se sentía muy lejos de la satisfacción por lo que él había cometido. Tres años muerto. Tres años lejos de casa. Tres años de haberse abstenido de cumplir su verdadero sueño. Tres años de recordarlos y extrañar.

Eren hubiera preferido elegir por una vida normal.

De hecho, había estado tan pero tan cerca de lograrlo...

“—Te considero mi...mi familia, Eren".

Él había estado tan cerca de ese sueño.

Pero era cierto que su libertad tenía precio y así como civiles y soldados habían querido vivir, él no se los concedió. Siendo así, ¿Porqué debía de haber una oportunidad para él? Era inútil arrepentirse después de todo ese tiempo. Detuvo su andar. Sus pies dolían. Y la arena entre sus dedos ya era incómoda. Ya no debía sentirse mal porque tenía consuelo; podía escarbar en los sitios más recónditos de su memoria y traer de vuelta sus vivencias; podía recrearlas cuál película sin proyector frente a sus ojos, una y otra y otra vez.

Si cerraba los ojos, podía proyectarse a su versión más joven y volver a ser un niño de diez años, tirado y cedido al aburrimiento, en una plaza del pueblo. Podía volver a ser un adolescente y revivir sus quince años. Y escuchar las risas de sus compañeros tal y como si todo sucediera en ese hermoso y muy preciso momento. Podía, incluso, volver a vivir los ratos intensos, como los gritos de sus superiores pero también los que él consideró no se volverían a repetir nunca, como ver la sonrisa de su amigo cogiendo caracolas o la brisa desordenado el pelo de Mikasa que se aferraba con nostalgia a esa bufanda roja.

Se entristeció entonces...

—Mikasa —murmuró. Y abrió los ojos.

No le servía de nada torturarse así. Pero no podía dejar de pensarla. Pensar en que podría estar haciendo. Y con quién. Sacudió la cabeza para espantar los pensamientos y cedió a la compostura. De pronto sintió un ligero tirón en su abrigo desteñido. Miró hacia abajo y encontró a Ymir. Ymir Fritz. Le sonrió. Ella sabía lo que pasaba por su mente cuando el guardaba silencio asi. Le regresó la sonrisa, queriendo decirle que no se preocupara por él.

Hace mucho tiempo que había estado viva, si. Pero había experimentado lo que era ser humano en carne propia. Así que nadie más que ella podía entenderlo, considerando el hecho de que eran los únicos en ese extraño universo. Él estaba deprimido. Se notaba. Y pensó que si él pudo aliviarla de su sufrimiento, ¿Porqué no podía ella hacer lo mismo? Ella sabía mucho del plano terrenal y espiritual; sin embargo, no sabia alquimizar su realidad de la ficción dentro de la cabeza de él para concederle lo que estaba anhelando. Ymir, su fuente, no podía ayudarlo. Y eso le frustraba.

—¿Te pasa algo? —ella negó con la cabeza.

Nunca le habló. Él jamás había escuchado su voz. Imaginó más de una vez que Eren la consideró demasiado aburrida. Y proyectó llenarlo de maravillas a través de su poder para que él desistiera de la idea de dejarla. No quería estar sola. Pero el recuerdo del primer amor siempre sería más importante. Mikasa tenía más peso en la consciencia de él. Ymir suspiró. No quería estar sola pero tampoco podía obligarlo a quedarse con ella.

𝐃𝐞𝐣𝐚 𝐕𝐮 | EreMika [Editando✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora