Prólogo:

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Lucerys pudo sentir cómo se resbaló ligeramente su pie izquierdo en el césped mojado luego de proporcionar una patada al balón con el pie derecho. Sí, su cerebro se dio cuenta rápidamente que se llevaría un buen golpe en el trasero milisegundos antes de que pasara, logrando golpear de nuevo el balón en el aire, elevándolo más de lo esperado, mientras finalmente caía en el charco de agua donde había pisado.
Desde el suelo observó como el objeto casi voló directo a la luna, pero rápidamente perdió velocidad y se precipitó a las gradas; Lucerys supo de inmediato que iba a golpear a alguien y probablemente se metería en un problema.
Su suposición fue totalmente correcta, pero por poco su corazón se detuvo al ver con qué persona había impactado.

— Mierda — Musitó, ignorando su dolor físico y la pérdida de su dignidad al caer en un charco para ponerse de pie inmediatamente, logrando batallar con sus pies izquierdos para no volver a caerse y dirigirse con miedo a las gradas, mientras que cierta persona de cabellera castaña y mirada profunda le dedicaba un gesto de genuina molestia.

Lucerys estaba seguro de que sus amigos estaban rezando a sus espaldas por su bienestar, quizá recitando un avemaría extra con cada paso que daba. Poco le importaba que sus pantalones estuvieran emparamados y su camisa ya no fuera precisamente blanca, sólo esperaba no llevarse un golpe que magnificaba la fuerza con la que había lanzado ese maldito balón.

— Por Dios, lo siento mucho — Se disculpó de inmediato, intentando esbozar una sonrisa que no dejara en evidencia su miedo mientras el castaño se sobaba la cabeza con su zurda y sostenía el balón con su diestra — ¿Se encuentra bien, Aemond?

Aemond asintió dejando soltar una risita que podría significar el fin de los días de la nariz de Lucerys, o un gesto para evitar llorar.

— Sí, no te preocupes — El muchacho le entregó el balón mientras sostenía su cabeza todavía adolorido — Eres bastante fuerte.

— ¿Gracias...? — No supo cómo reaccionar mientras veía al mayor levantarse. Tragó en seco esperando un golpe o algo, pero Aemond sólo le hizo un gesto a sus amigos de que ya volvía, Lucerys no pudo evitar lanzar el balón a sus propios amigos y detener al contrario — Por favor déjeme acompañarlo a la enfermería.

Oh, cuánto detestaba su instinto protector. Pero considerando que el chico con aspecto de bad boy del que siempre huía no le había proporcionado el golpe más doloroso de su vida apenas le vio, pensó que era mejor ganarse su perdón con actos.

— No es necesario, gracias por preocuparte.

Lucerys asintió y se devolvió por donde vino con el corazón en la garganta y la respiración irregular. Intentó ignorar la mirada penetrante de los amigos de Aemond quienes parecían haberse reído de la situación, mas él había ignorado sus burlas para no sentir más pena.

— Por poco pensé que no sobrevivirías, Cregan ya se había adueñado de tu play station — Mencionó Jacaerys apenas el menor volvió a la cancha.

— ¡Hey! — Cregan le pegó un codazo al menor — Es mentira, no le creas, Luke.

— Fue bastante amable, en realidad. Pues, tan amable como puedes ser cuando te pegan un balonazo y todavía te duele — Luke ignoró las palabras de Jacaerys — Espero que luego no la tome contra mí y me busque después de clases o algo.

— No entiendo por qué exageran tanto, ¿acaso ese chico es un bully? — Ese fue Addam, el nuevo. Era un año menor que Lucerys y uno mayor que Jacaerys y Cregan por lo que no compartía curso con ninguno de ellos.

— A Aemond se le conoce por ser todo lo malo, básicamente. Aparte es increíblemente intimidante, muchos dicen que los ha golpeado por siquiera respirar cerca de él — Contó Lucerys.

— Pues tiene muchos amigos para ser un bully — Addam miró a las gradas, esperando que ninguno de ellos se percatara.

— Es sociable — Concluyó Lucerys.

— Pero quizá estén amenazados o algo, Aemond es bastante aterrador — Propuso Cregan antes de que hubiera un silencio sepulcral.

Inconscientemente los cuatro habían terminado mirando a los amigos del mencionado, quiénes al sentirse observados devolvieron en gesto.
Achantados, los chicos de la cancha volvieron a jugar, deseando que los de las gradas los ignoraran de ahora en adelante.

Ramé : Lucemond Donde viven las historias. Descúbrelo ahora