41 (Epílogo)

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Para: Mi damita, mi señorita, mi Aglaé.

De: Nailea.

Jamás había tenido una mejor amiga como tú, jamás me había enamorado de alguien como tú, "somos mujeres", lo nuestro no podía ser pero fue.
Te amo, ¿no lo entendías, no era clara?
Aglaé eras aquello perfecto que siempre deseé, dolió verte en brazos de alguien más, dolió ver perdido todo lo que tenía por un pene; apuesto que era chiquito y que no te elevó hasta las nubes como yo lo hice. No soporto más la idea de no tenerte a mi lado después de haberte amado tanto. Quiero creer que un día te darás cuenta de que yo era todo lo que buscabas pero no puedo esperar por ti. No quiero vivir sin tú amor. No quiero sentir más este dolor.

Te esperaré en la otra vida, te espero en el más allá, en una vida sin inhibiciones, ni complejos, en una vida mejor, en el infierno para ser precisa, porque tú mi Aglaé no fuiste santa, porque yo, tú Nailea te amo tanto, siempre te amaré siempre seré tuya. Hasta pronto mi cielo, hasta pronto mi tierna Aglaé. Recuerda; siempre tuya.

El cuerpo de Nailea yacía en la cama donde un día ellas se entregaron y se amaron de forma carnal olvidando todos los tabús de una relación entre dos féminas. Aglaé llegó después de darse cuenta que amaba profundamente a la chica que había traicionado por un hombre que juraba amarla cuando solo quería cubrir sus gustos por los hombres.
Llegó tarde para demostrarle su amor.
Llegó tarde para impedir que Nailea terminara con su existencia; con la esperanza de una mejor vida.
Aglaé no tardó en encaminarse al lugar en el que Nailea se encontraba. Después de leer la carta que ella le dejó antes de su último suspiro estuvo segura de que lo que haría era lo correcto.

También te amo Nailea.
También soy tuya, por la eternidad, tuya.

Siempre TuyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora