¡ O7 ⚝ b !

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El primer beso entre Jeongin y Minho fue extraño, así como cada uno de ellos.

Las clases ya habían terminado y tendría el día libre para pasarlo con su novio.

Novio.

La palabra sonaba tan bonita en su mente que no podía evitar sonreír, habían pasado ya tres días desde que Jeongin se lo había pedido de esa manera tan... Jeongin.

Sólo una persona como él podía hacerlo tan perfecto, su corazón no podía creer que todo aquello fuera real.

El cuadro con las flores lo saludaba animadamente, no sabía si era por la felicidad que le habitaba cada parte de su ser, pero podría decir que la imagen se veía aún más bonita. Absolutamente todo se veía, se sentía, se respiraba, más hermoso, simplemente... perfecto.

Tocó la puerta, el día anterior Jeongin le dijo que tenía una sorpresa y que le avisara cuando llegara tocando la madera.

— Contraseña —se escuchó la voz del azabache del otro lado.

Minho rió divertido. No le había dicho ninguna clase de contraseña o eso recordaba.— No sé ninguna contraseña.

— ¿No recuerda su contraseña?

Minho soltó un sonido de negación. ¿En qué estaba pensando Jeongin en ese momento?

— ¿Quiere crear una nueva?

— Sí, por favor.

Yang empezó a hacerle preguntas tontas, como si fuera una persona que debía llenar un formulario para entrar a una suerte de secta o aún mejor, para entrar a esa casa. Su nombre, su color favorito, el número de talla de su camiseta, cosas que Minho no entendía porqué debía responder. Aún así lo hizo, esperando poder entrar rápido a la casa.

— ¿Me dejarás pasar?

Su novio no respondió, se limitó a abrir la puerta y dejar el paso libre para que Lee entrara a su hogar.

Dió un paso adentro, observó a un lado y al otro, buscando con la mirada al chico que se había metido en sus sueños y hoy aparecía real. Era lo que no sabía que había estado buscando. Lo que le faltaba para estar completo.

Dió otro paso cuando unas manos le impidieron seguir viendo, llevó sus manos hasta aquellas que lo cegaban. Sintió lo cálidas que eran y la sensación de fortaleza que le daban a su tacto. Aquellas fueron reemplazadas por una tela, suave y delicada, que hacía que sus ojos se cerraran y se dejara guiar por la voz que se posaba en su oreja, la respiración tranquila alteraba sus sentidos y quería salir corriendo, dejándose caer en aquel sentimiento que lo estaba atacando.

— Minho, te has olvidado de algo.

— ¿Qué-

Un beso, uno cálido y suave. Apenas un roce en sus labios. Deteniendo el tiempo, dejándose llevar. Movió los suyos con lentitud e inquietud, torpes en cualquier sentido.

— Estuvo mejor de lo que pensaba, creo que Kelly Marcel no sabe describir cómo se siente un beso.

— ¿A qué te refieres?

— Estuve investigando con libros.

Su mente empezó a trabajar, a unir cada palabra y acción que había hecho el menor. Ese nombre lo había escuchado de algún lado y no necesariamente de un libro de historia o uno inocente como era el de Alicia en el país de las maravillas, menos aún de un libro de romance clásico.

— Je-Jeongin...

El nombrado quitó la venda que cubría los ojos contrarios, esperando a que estos se volvieran a acostumbrar a la luz. El mayor observó que sonreía de manera infantil.

— ¿Qué clase de libros has leído?

— De romance.

— ¿Qué tipo de romance?

— Humano.

¿Cómo podía explicarle a Jeongin sin que su rostro se ponga rojo, que esa historia no era un buen ejemplo de un romance?

— Tú dijiste que tenías una biblioteca en casa, ¿no?

Asintió. Recordaba el día en que le había dicho cómo era que había leído tanto, su tío le regalaba libros de todo tipo o simplemente los intercambiaban cuando no los leía en una biblioteca pública en las cercanías.

Fue la primera vez que Minho entró a la casa.

Dentro hacía calor, estaba ambientado al clima cálido de los países tropicales. Como si el tiempo no pasara dentro de esas paredes, caminó detras del chico que lo guiaba con sus manos entrelazadas. Paredes claras, plantas verdes que le daban esa sensación de calidez que poco se comparaba a la que le radiaba la mano junto a la suya.

Subieron unas escaleras de marmol bien cuidadas, observó a los lados como las habitaciones se mostraban de lado a lado en el corredor, cada una tenía un cartel donde indicaban qué era lo que guardaban detrás de ellas, logró identificar el baño, la cocina, la habitación de su tía, y una extraña con el nombre de Sala de tratamientos. Estuvo a punto de preguntarle por aquella habitación cuando se detuvo frente a una grande que decía Biblioteca.

— Cuando apenas llegué a esta casa, me perdía fácil y las indicaciones quedaron desde entonces.

Entró en aquel lugar que podía ser descrito como un paraíso literario. Estantes llenos de libros, organizados alfabéticamente y por géneros. Sagas completas, historias largas, libros sobre fantasía, terror, misterio... lo que se imaginaba estaba ahí.

— Este es mi estante favorito.

Le señaló un pequeño estante donde había pocos libros, y un cartel con la letra que reconoció como la de Jeongin.

Para mi príncipe.

— Estas historias leía mientras esperaba a que el invierno se acabara, cada una de ellas me recordaba a ti.

— Jeongin, no necesitas un libro para aprender sobre el romance —el de hoyuelos lo miró confundido. El castaño sujetó sus manos, acariciando suavemente con su pulgar donde ambas extremidades se unían—. Eres romántico a tu manera.

Ambos sonrieron, dejando que el ambiente los dejara actuar instintivamente. Uniendo sus labios en un nuevo y dulce beso, rozando ambos labios y disfrutando de la sensacion que causaban al estar juntos. Sonrieron en medio del beso, dejando que sus frentes se unieran.

— Ahora no sé qué es lo que me gusta más.

— ¿Qué cosa?

— Tú o los libros.

— Yo creo que ambos.

Todos los días a partir de aquel se juntaban en la biblioteca a leer por horas, a veces juntos en un abrazo, otras llevaban los libros al jardín para leerlos mientras el sol les daba en la cara. Minho recibía besos mientras estaba concentrado en su lectura u observando alguna flor.

Esos sin dudar eran sus favoritos.

── primavera !Donde viven las historias. Descúbrelo ahora