13

1K 140 2
                                    

Jungkook

No puedo leerlo. Quiero decir, puedo decir que está molesto, pero no puedo entender qué lo ha sacado de quicio. Pensé que disfrutaba de su disciplina. De hecho, sé que lo hacía. Lo había probado.

Ahora, sin embargo, cuando llego a su pequeño apartamento, se acerca al pomo de la puerta sin decir nada.

-Espera.

Salgo y le abro, luego lo bajo.

-Gracias. -Se dirige a la puerta.

-¿Qué estás haciendo? -Le pregunto mientras la abre.

-Ya hemos terminado, ¿No? Tengo que ducharme y dormir y hacer tarjetas de Navidad y...

-¿Envías tarjetas de Navidad?

Hace una pausa y parpadea. -¿No lo haces? -Me burlo. -Deberías hacerlo. Ayuda a recordar a la gente que piensas en ellos, que te importan.

Bueno, entonces está claro por qué no necesito enviar ninguna tarjeta. No hay nadie en quien piense o me preocupe. Al menos, no había... Miro sus labios. La idea de besarlo de verdad rebota en mi mente. ¿Qué pasaría si lo empujara contra la pared y reclamara su dulce boca? Nada bueno, estoy seguro. Si lo hiciera, se daría cuenta de que no soy lo que quiere, que solo soy un imbécil amargado que quiere ver arder esta ciudad. Sería lo contrario de convertir a una rana en un príncipe.

-¿Por qué me miras así? -Su voz vuelve a ser jadeante.

-No puedes hacer todo esto de las duchas y las tarjetas de Navidad. Tienes que seguir trabajando para mí.

Me mira fijamente. -¿Qué es, casi medianoche? -Me encojo de hombros.

-Ugh. -Se gira y se cruza de brazos. -¿Qué necesitas de mí?

Todo. Pero su pregunta sigue en pie. Tengo más planes, por supuesto, pero ninguno en el que necesite que él trabaje por el momento. Mis pequeños esfuerzos de caos han ido bastante bien, aunque Yoongi los haya cambiado un poco. Apuesto a que Yoori sigue chillando en algún lugar de la ciudad. Entonces se me ocurre una idea.

-Si te acuerdas, heriste al pobre Rudolph cuando lo robaste con tanta saña de la plaza del pueblo.

Su cara cae. -Oh, sí. Realmente tengo que curarlo. Pobrecito. -Sus cejas se juntan mientras me mira. -Oye, espera un momento. Creía que no te interesaba en absoluto mi pequeña búsqueda del tesoro. ¿No dijiste que querías destruir a Rudolph?

-No te pago para que hagas preguntas, Yoongi. -Cruzó los brazos sobre el pecho, igualando su pique. -¿Entonces, quieres reparar esa amenaza aérea de nariz roja o qué?

-Sí, quiero. -Dice. -¿Dónde está?

-Toma lo que necesitas y te llevaré hasta él.

Finalmente abre la puerta y entra en su apartamento. Lo sigo mientras enciende las luces. Su pequeño árbol de Navidad en la esquina es brillante con una tonelada de adornos hechos a mano y lindas chucherías colgando de sus ramas.

-¡Grinchy! -Se arrodilla y recibe a su pequeña bola de pelo con los brazos abiertos. En lugar de recibir el afecto particularmente delicioso de Yoongi, la bestia sarnosa trota hacia mí y se frota contra mis piernas.

La boca de Yoongi se convierte en una 'O' y luego en un puchero.

Pongo los ojos en blanco cuando la criatura empieza a ronronear. -Ve a ver a Yoongi. No te necesito. -Intento ahuyentarla con el pie, pero solo se levanta sobre sus patas traseras y se estira hasta mi muslo.

-No pasa nada. -Dice Yoongi, pero su tono abatido me dice lo contrario.

El gato no se va a ir. Así que tengo que tomar cartas en el asunto. Con un suspiro, me arrodillo junto a Yoongi y la gata se acerca y se pone de lado frente a nosotros. Yoongi estira la mano y le frota la barriga mientras yo le rasco la cabeza entre las orejas a la mimada.

-Grinchy siempre ha odiado a todo el mundo. Incluso a Jimin, y todo el mundo quiere a Jimin. Pero a ti, es como si te conociera de toda la vida.

Sigo acariciando a la pequeña Grinch, pero solo porque hace feliz a Yoongi. Me doy cuenta de que hay muchas cosas que haré si eso significa que Yoongi sonreirá.

-Sabes, Jungkook. Nunca me has dicho por qué has venido al pueblo a hacer todas estas cosas.

-No importa. -Retiró la mano, solo para recibir un furioso rugido del gato.

-Creo que sí importa. Quiero decir, ¿Por qué ibas a elegir una ciudad al azar para aparecer? Y luego comprar una gran casa para ti y tu mayordomo. Y luego contratar a alguien para que te ayude a hacer estas cosas que son... Bueno, no son exactamente agradables, ¿Verdad? No lo entiendo.

-No necesitas entenderlo, Yoongi. Solo necesito que hagas exactamente lo que te digo, al pie de la letra.

Me mira de reojo. -Creo que te gusta que no siga tus órdenes al pie de la letra. -Susurra.

Intentó no sonreír al recordar una vez más la forma en que se retorcía en mi regazo mientras lo disciplinaba. Maldita sea, él lo necesitaba, pero creo que yo lo necesitaba más.

-Todo lo que necesitas saber es que este pueblo y yo tenemos una historia. Una que pretendo reescribir. Mañana, nos pondremos a trabajar en mi baile festivo. Tendrás que escribir todas las invitaciones que puedas. Toda la ciudad.

-¿Un baile festivo? -Sus ojos se iluminan. -¿En tu casa? Pero ni siquiera tienes un árbol. -Mira el suyo. -Necesitas uno en tu casa. Debería habérselo mencionado a tu mayordomo, pero me arrastraste antes de que tuviera la oportunidad de conocerlo.

Tiene razón. Pero no me importa si Bo se perdió su saludo. Lo que obtuve de Yoongi fue mucho más importante que las sutilezas con la ayuda. Me hormiguea la mano al recordar cómo se sentía él, su piel pidiendo a gritos más dolor y placer. Deslizando la mano en el bolsillo, palpo sus bragas, frotándolas entre el pulgar y el índice.

-No necesito tonterías navideñas en mi casa. -Refunfuño y vuelvo de mala gana a acariciar al gato.

-¿Qué? -Sacude la cabeza. -¿Quieres hacer un Baile de Navidad pero no decorar tu casa?

Me encojo de hombros.

Parece desinflarse un poco.

Maldita sea. Suspiro. -Bien, puedes decorar como te parezca.

-¡Sí! -Grita, haciendo que la necesitada bolita de pelo se aleje corriendo.

Bien.

-Vamos. -Me pongo en pie y lo ayudo a levantarse. -Tenemos que reparar un Rudolph.

-Bien. -Me sonríe y vuelvo a tener esa sensación de calidez. La que tengo en el pecho. La que me dice que debería besarlo. Miro su boca. Dios, quiero hacerlo, de verdad. Pero entonces él lo sabrá. De alguna manera, sé que si lo beso, verá mi verdadero yo, y eso no lo puedo permitir.

Espera otro momento y luego asiente. -Permíteme buscar mis provisiones. -Busca en un cajón de su pequeña cocina.

Sigo pensando en sus labios, en su sabor y en los sonidos que haría si hundiera mi lengua en su boca.

-De acuerdo, tengo lo que necesito. -Agita una pistola de pegamento como si fuera un gángster de los años veinte.

Necesito. Esa es una palabra seria. Una que abarca tanto en una sola sílaba. Es enorme y a la vez sucinta. Especialmente cuando me doy cuenta cada vez más de que Yoongi podría ser la única persona en todo este mundo que realmente necesito.

grumpDonde viven las historias. Descúbrelo ahora