00: Doyoung

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  La mañana era preciosa, la ventisca fresca y el sol tapado por algunas nubes eran como una divina disculpa por el inmenso calor que había hecho el día anterior. Doyoung se encontraba durmiendo entre sus dos sobrinos, en la cama del mayor de ellos; siempre que iba a cuidarlos acababa cayendo ante sus encantos y ambos lo arrastraban hasta su habitación para que durmieran todos juntos.

  Con su despertar vino el de los niños, ellos se le tiraron encima y Doyoung rió sonoro. Amaba despertar así. Como fiel fanático de las criaturas, su corazón no podía sentirse más que regocijado.

  Se lavaron la cara y los dientes en el cuarto de baño, y Doyoung dejó que ambos jugaran un rato con el agua del lavabo para que él pudiera preparar un simple desayuno sin interrupciones.

— No olviden vestirse, chicos— recordó antes de bajar a la planta principal. Los niños asintieron con grandes sonrisas.

  Esos dos eran tan obedientes. Nunca había tenido ningún problema con ellos, por eso es que siempre gustaba de cuidarlos cuando su hermana debía hacer doble turno en el hospital.

  Unos rápidos pero bien hechos panqueques fueron puestos en los platos de colores que tenían los chicos. Doyoung comió el suyo directo desde la sartén para no ensuciar de más. En menos de quince minutos sus sobrinos bajaron limpios y vestidos. Con cuidado de no manchar sus uniformes se abstuvieron a comer mientras el mayor le contaba a Doyoung sobre un extraño sueño que había tenido.

— Me sigues contando en el camino, Mark, debemos irnos ya— Doyoung levantó la vajilla y la dejó en el fregadero para lavarla cuando regresara.

  Los niños buscaron sus mochilas en el pasillo y luego siguieron a su tío hasta la entrada. En el transcurso del camino, en dirección a la primaria, Mark continuaba redactando el recuerdo que le quedó del sueño. Doyoung hacía comentario divertidos al respecto, interesándose por lo que decía el infante, y el menor de ellos, Jeno, reía bajito mientras oía lo que su hermano contaba.

  Llegaron a la entrada de la escuela en menos tiempo del que los chicos hubiesen querido. Por lo general apreciaban mucho los momentos con su tío, tal como aquel, porque él en verdad los escuchaba y se enganchaba en la conversación, muy diferente a su madre que en diversas ocasiones debió apartarlos para hablar tranquila por llamadas urgentes al celular. Pero después no volvía a charlas con ellos.

— Adiós, Doyo— saludó Jeno, entrando al establecimiento de la mano con Mark.

  Doyoung les devolvió el saludo con un pequeño y veloz abrazo a cada uno. Cuando ambos desaparecieron por las puertas del lugar y el conserje le alzó un pulgar arriba, Doyoung comenzó a caminar a lo largo de la vereda, queriendo llegar a la esquina de la cuadra. Una tienda colorida, con serpentinas colgadas fuera, estaba siendo abierta justo a tiempo. Doyoung apuró su andar, entrando al local donde lo recibió una jovencita de contagiosa sonrisa.

— ¡Buenos días!— saludó ella entusiasmada. Doyoung nunca había visto alguien con tanta energía por la mañana—. ¿Qué se le ofrece?

— Sólo voy a husmear un poco, gracias— dijo imitando el gesto amable de la muchacha, ella asintió y Doyoung se metió entre los pasillos llenos de cotillón.

  El fin de semana sería el cumpleaños de Jeno, cumpliría cinco años al fin. Doyoung estaba súper emocionado por decorar la casa con algunos globos y preparar una merienda para los amiguitos de Jeno. A diferencia de años anteriores, esta vez el niño ya tenía a sus compañeros cercanos para invitar, se lo había comentado a Doyoung y él esperaría a la hora de salida para ir a hablar con los padres de ellos.

  Sería un festejo simple, tal vez duraría tres horas y por la noche saldría a comer con ambos niños y su hermana, si es que algún horario para cubrir no la privaba de festejar el cumpleaños de su hijo. Doyoung esperaba que no fuera así, sino este se convertiría en el tercer cumpleaños que Jeno no la pasa junto a su madre.

Gatito Grande | JohnDoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora