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MAIA

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La última semana de marzo trajo consigo otro cambio. Uno de los gordos, de esos que te pillan completamente desprevenida y te dejan con cara de circunstancias. Bueno, con cara de tonta, más bien. Aunque creo que no fui la única.

Estábamos en el bar, a punto de cerrar, cuando la puerta se abrió.

Sorpresa, sorpresa... Era Jessica.

Llevaba tantos días sin pasarse por allí que ya había perdido la cuenta. Tampoco había vuelto a verla en casa desde... desde que se marchó con un portazo. El caso era que a todos nos sorprendió. Sobre todo, a Liam.

—Jess, ¿qué haces aquí?

Y no lo preguntó de malas maneras, lo cierto era que no parecía molesto. Extrañado era la palabra, pero no enfadado. Se secó las manos con un trapo y salió de la barra. Aún llevaba puesto el polo con el que trabajábamos; a ninguno nos había dado tiempo a cambiarnos.

—¿Podemos hablar? —le preguntó ella en cuanto llegó a su lado.

Desde donde estaba no podía verle la cara porque me daba la espalda, pero aquello debía de estar siendo un tanto incómodo... ¿No? Busqué a Megan con la mirada y ella me devolvió una de incomprensión. Se encogió de hombros y le susurró algo a Emily cuando esta pasó por su derecha. Ella asintió con la cabeza y se fue hacia la trastienda. Su amiga la siguió, no sin antes hacerme un gesto para yo también fuese con ellas.

Ni lo dudé.

Una vez dentro, les comentaron a los chicos que Jessica había venido. Su respuesta fue similar a que habíamos tenido nosotras momentos antes.

—Pero ¿no estaban enfadados?

Sí, era cierto. Parecía como si aquella noche hubieran discutido, y desde entonces, sus encuentros, además de escasos, habían sido bastante tirantes, como si ninguno de los dos hubiera querido pasar por aquello. Claro que yo tampoco entendía nada de relaciones; a lo mejor solo se habían dado un tiempo y a Jessica le había apetecido darlo por finalizado ese día... Qué sabía yo.

—Igual ha venido aquí a arreglarlo —comentó Megan, que siempre era la más cauta a la hora de dar su opinión, en especial si se trataba de algún asunto que concernía a terceros.

—¿Y por qué no ha ido a su casa? Me parece un sitio más adecuado.

Por supuesto, ya me había dado cuenta de que Emily no le tenía mucho aprecio a Jessica. Desconocía el motivo y tampoco era de mi incumbencia preguntarlo, pero cada vez que su nombre o ella misma aparecían en escena, el humor de mi compañera de trabajo cambiaba. Se ponía más seria, más a la defensiva... Sabía, por Liam, que no se llevaban demasiado bien, pero me daba la sensación de que las reacciones y el trato de Emily iban más allá.

—Bueno, Em, déjales —intervino Jack sacudiendo la cabeza—. Seguro que lo solucionan rápido.

Ella acabó asintiendo y, aunque no parecía convencida del todo, no dijo nada más.

Así que allí nos quedamos, en la trastienda, a la espera de que Liam y Jessica... lo arreglasen. Ninguno podíamos saber cuánto tiempo tendríamos que permanecer allí, prácticamente escondidos de lo que estaría ocurriendo fuera. Los minutos pasaban y Liam seguía sin aparecer. Es más, ni siquiera oíamos nada... Y yo solo podía pensar en que, afortunadamente, Harvey se hubiera marchado pronto aquel día, porque haber conseguido que él hubiese pasado desapercibido habría sido una tarea bastante más difícil.

—Joder, esto va para largo. —Mike suspiró pesadamente y se apoyó con fuerza en una de las taquillas, haciendo más ruido del necesario. Jack lo fulminó con la mirada y él se encogió de hombros—. ¿Qué? ¿Te crees que no sabe que estamos aquí? Claro, porque a lo mejor nos hemos evaporado como el agua...

Alas para volar ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora