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ㅤ —Koyama–kun —le llamó su amiga, Honda Akane. La joven peli naranja alzó la vista de su revista, realizando contacto visual con la castaña— ¿Otra vez tu papá te golpeó?
Cuestionó sin filtro alguno. Para Akane, era más que conocida la situación de su querida amiga y compañera de clase. El padre, si es que se le puede otorgar dicho título, la agredía verbalmente y, en ciertas ocasiones, incluso podía llegar a los golpes con la joven estudiante de secundaria.
—Sí, pero nada grave —respondió encogiéndose de hombros, restándole importancia a aquello.
Era algo a lo que Narumi ya estaba acostumbrada por desgracia, no obstante, el miedo vivía en su ser desde que era una infante. No podía retar a su padre, al menos no en el momento. Conforme creció, se convirtió en un punto medio entre los estudiantes: Una chica "problemática", que saltaba sus clases en algunas ocasiones y a su vez, una alumna de notas correctas, que sí bien no eran las mejores, sorprendía de sobremanera a los maestros con su conocimiento, logrando pasar los años de forma limpia.
Pero todo era gracias a las terribles exigencias que había vivido en su infancia. A base de humillaciones, gritos, castigos y golpes es que Narumi se hizo "disciplinada", como su progenitor solía decir, pero una vez conoció un poco de libertad en la secundaria, salía a divertirse un poco, yendo sola a los karaokes, arcades o simplemente paseando por la ciudad.
Ella disfrutaba demasiado el aire sobre su rostro, desarreglando su cabello anaranjado y sobre todo, dándole la sensación de que estaba viva.
—Narumi —pronunció Akane, retirando la revista de sus manos y sacando un pequeño bote de ungüento para relajar la hinchazón de la cachetada que estaba segura había recibido su amiga—. Sé que siempre ha sido así, pero aún así no intentes fingir ser demasiado dura. Sabes que conmigo puedes ser sincera.
Los ojos verdosos de Narumi se encontraron con los color miel de Akane, quien la miraba con una suave pero dulce sonrisa en su rostro. Honda Akane se había vuelto su amiga desde la escuela básica, acercándose a ella cuando la pequeña Koyama aún batallaba con las matemáticas e incluso llegó a ser intimidada por su profesor de tercer año.
Pero ahí había estado siempre ella, su mejor amiga y, francamente, su pequeño rayo de sol para animar sus días de mierda.
—Lo sé, Aka–chan —un suspiro salió de sus labios con cierto cansancio, tanto físico como mental—. Pero de verdad no te preocupes, fue solo una cachetada, ¿Va?
Aunque la menor deseó confiar en sus palabras, para ella era imposible que cualquier daño físico hacia Narumi fuera "solo eso", porque la peli naranja era importante en su vida; además, un padre no debería tratar así a su hija, menos siendo su única familia presente aún.
