𝐃𝐞𝐬𝐞𝐨𝐬 𝐞𝐧 𝐕𝐢𝐠𝐢𝐥𝐢𝐚

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   ─ ¡Bien, qué suerte! ─ alzó la voz aquel chico, eufórico tras su descubrimiento; un par de latas de frijoles escondidas en la parte más baja de una estantería. ─ Con esto... estoy seguro que nos dará para al menos tres días. Es un alivio, las jodidas sardinas me tenían harto. Seguro que a Kobeni también le alegrará saber que hay un poco más de variedad en el menú apocalíptico.

Rió para sí mismo. Esa había sido buena.
Metió las latas en una mochila desgastada, para luego ponerla en su espalda. 
Caminó de regreso a su refugio improvisado, que estaba al otro lado de lo que antes solía ser una calle. Sus pisadas se quedaron grabadas en la nieve, que poco a poco se amontonaba más y más a los alrededores de ese antiguo barrio. No podrían quedarse mucho tiempo ahí, tenían que seguir avanzando.

Denji había salido a buscar comida, pese a que la probabilidad de encontrar algo era bastante baja. Dejó a su compañera para que esta descansara un poco, aventurándose en varias casas durante un par de horas. Esta vez tuvo algo de suerte, pero no siempre era así. Daba igual, lo importante era que había comida y agua. El lugar para dormir variaba, pero era aceptable. Con eso era suficiente para él.

   ─ ¿D-Denji...? ¿eres tú, verdad? ─ susurró una voz, envuelta en nervios, desde la habitación a la que el varón se estaba acercando. Al oírle, el rubio hizo una mueca con disgusto.

   ─ ¿Kobeni? ¿qué haces despierta? creí que descansarías mientras yo buscaba algo de comida. ─ exclamó a la vez que se acercaba, dando tres toques consecutivos a la rasposa madera de la puerta. Esperó un par de segundos y tocó dos veces más.

La chica abrió la puerta entonces, puesto que incluso escuchando la voz del joven, no la abriría sin que este hiciera el código que ambos establecieron hacer cuando se separaran. Como ya era costumbre, sostenía su cuchillo ensangrentado, tambaleando con ligereza mientras lo apuntaba hacia adelante. Denji llevó su mano hacia la punta del arma blanca, tomándola y empujándola hacia abajo.

   ─ Cuidado con esa cosa, no soy de hule. No entiendo cómo es que lo único que no pierdes es ese cuchillo todo oxidado y lleno de enfermedades. ─ suspiró, para luego sonreír. ─ pero bueno, ya estoy aquí. Puedes tranquilizarte. Todo mundo está muerto fuera, nadie nos atacará.

   ─ N-No sé qué tan tranquilizante es eso... ─ susurró la de cabellos negros, terminando de bajar el utensilio de cocina por su cuenta.

   ─ Bueno, creo que es mejor que todos estén pudriéndose bajo la nieve menos nosotros. Así no tenemos que compartir comida con gente que me importa un carajo. 

   ─ ¿E-Encontraste comida, Denji? 

   ─ No es una de esas de ricos ni mucho menos, pero es mejor que seguir con las sardinas de mierda. ─ replicó, mostrando un par de latas de frijoles. Kobeni medio sonrió al verlas, lo cuál le hizo sentir bien. Era complicado subir los ánimos cuando todo el mundo estaba cayéndose a su alrededor.

El de ojos pardo cerró la puerta, colocando el seguro doble que esta tenía.
Una habitación de 3 metros de ancho y tres de alto. Con algunas repisas de madera cubriendo las ventanas y con sábanas encimas de estas, obstruyendo completamente la visión hacia adentro. Una hoguera en medio del lugar, hecha por Kobeni, quién tenía conocimiento de más o menos cómo realizar una.

Libros alrededor de la fogata, usados como combustible.
Un poco de aceite y cerillos al lado de algunas cobijas usadas como camas. El piso era de concreto y estaba tibio, esto debido al calor del fuego. Habían un par de mochilas en la esquina derecha desde la puerta, que eran los pocos suministros que le restaban al dúo. No había sido el mejor lugar en el que habían residido, pero tampoco el peor.

𝘉𝘰𝘯𝘧𝘪𝘳𝘦 𝘰𝘧 𝘋𝘳𝘦𝘢𝘮𝘴Donde viven las historias. Descúbrelo ahora