Un viento frío se escabulló por el sendero y la oscuridad tuvo presencia absoluta en tan sólo un segundo. La frontera abierta por primera vez en tantos años causó un gran disturbio en el lugar por sus frentes congelados que en algún momento parecieron mitos para la gente del gran Reino Primaveral. Estas personas se escondían asustadas dentro de sus hogares, viendo apenas por la ventana lo que sucedía allá afuera.
Una cantidad innumerable de hombres en caballos de piel congelada y azul pasaban por los alrededores de la ciudad, escoltando precavidamente unas tres carrozas de aspecto extraño y que dejaban a su rastro trozos de granizo sobre la tierra. Los únicos del lugar en todo el trayecto eran caballeros y oficiales de la realeza, quienes les guiaban por el camino hacia el enorme castillo de los reyes Huffbyrd.
Ya dentro, pasaron por varios puertos de seguridad que mostraban el cuido que había hacia los reyes. Siguieron caminando hasta cruzar los cuarteles militares y casas de cada uno de los sirvientes que trabajan para el Rey. Cuando finalmente llegaron a los majestuosos aposentos (los cuales estaban divididos por un gran río y cuarteles llenos de soldados con arcos y lanzas), ambos hombres bajaron de la carroza, provocando una fuerte ráfaga de viento que alteró a cada animal cerca.
Los hombres eran el Rey Darius Lambert y su hijo, segundo en la línea de posesión al Reino de Invierno, el Príncipe August Lambert. Ambos tan impresionantes a la vista, con un aura penumbrosa y sombría que provocaba temor en los guardias de su misma nación. Cierto era que ambos eran la copia exacta del otro, y aunque los años no parecían marcarse en el rostro del Rey, era notable su aspecto mayor al lado de su hijo. Este último, un "príncipe" en todo su esplendor; con una postura recta, impasible y una mirada arrogante de ojos grises que ponía en tensión a hombres y animales.
Un hombre sin duda hermoso, con piel tan blanca como la nieve, pero fría y áspera como un trozo de hielo. Con una apenas visible barba sobre su cara, cejas prominentes, pestañas largas y cabellera algo despeinada debido al aire que corría, pero que se mantenía en su lugar gracias a la corona que posaba sobre su cabeza, que parecía adherirse a su cráneo. Su cuerpo era grande, pero sin músculos; estaba vestido con un impresionante traje de terciopelo azul, con bordados delicados y piedras preciosas en algunas zonas. Llevaba encima una capa de piel de zorro, vestía guantes y calzado de alta categoría. Pero sobre todas las cosas, llevaba una banda con el escudo de su nación, la cual mostraba con orgullo.
El Rey con un atuendo similar al de su hijo, adelantó el paso y las grandes puertas del lugar se abrieron. Detrás, una cantidad alta de guardias aguardaban en la entrada, instantáneamente elevaron sus armas creando un pabellón entre cada uno. Cinco doncellas aparecieron, todas descalzas y con delicados vestidos blancos de seda, tirando pétalos de rosa blanca a su paso y terminando con reverenciar ante el Rey y el Príncipe, quienes ya se hallaban prácticamente dentro del salón.
Fue entonces cuando trompetas sonaron, el Rey y la Reina Huffbyrd aparecieron por el pabellón cubierto de pétalos, caminando directamente hacia los invitados. Al tenerse de frente ambas familias se reverenciaron las unas a las otras en un gesto de amabilidad y respeto.
- ¡El Rey Darius Lambert y su hijo, el Príncipe Ausgust Lambert!
- Es un placer tenerlos aquí presentes -habló el Rey Herfelius Huffbyrd hacia los hombres frente a él, con una gran sonrisa en sus labios-. Darius, es un gran honor tenerte en nuestro reino...
- El gusto es mío, Herfelius -interrumpió el Rey, estrechando su mano con esmero y sonriendo de vuelta-. Es tan lindo cruzar los mares blancos de nieve y cristal y ver algo de color, ¿no August?
Los dos reyes rieron en conjunto, mientras que el más joven analizaba el lugar y la situación con cuidado, sonriendo apenas hacia su padre para no dejarlo ignorado. Sentía los ojos de la Reina en él, pero temía de mirarla por su aspecto tan... particular.
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Premoniciones
FantasyBajo un presagio de guerra que promete el reinado de la oscuridad sobre las cuatro estaciones del mundo, los principales gobernantes deciden unir fuerzas para prevenir la destrucción de la vida conocida. Sin embargo, no existe bondad en las intencio...