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Al final habían decidido ponerle una hora cualquiera, creyendo que era ley internacional no llegar temprano, pero se cayeron de jopo pa' 'tras cuando a las ocho en punto ya estaban la mayoría de los europeos tocando la puerta. Ni siquiera ONU había sido tan puntual en su vida. Tocó dejarlos pasar y que se empezaran acomodar a su gusto. Admitir que fue un aire sofocante cuando había un silencio totalmente sepulcral en la casa que siempre se consideraba ruidosa no llegaba a expresar realmente la incomodidad que sentían los tres anfitriones.

Fue México quien tomó la iniciativa de preguntarles si tenían ganas de tomar algo mientras las personas iban llegando y les explicó amablemente que era usual llegar más tarde de la hora acordada. Eso atenuó un poco el entorno.

La fiesta poco a poco iba agarrando la tonalidad en la que todos podían disfrutar, habían empezado a llegar los países, incluso los que no estaban dentro del acuerdo, pues los tres habían decidido que para mayor comodidad, la entrada sería totalmente libre a quien pudiera y quisiera ir, así como siempre lo habían hecho.

Ya se empezaban a notar algunos vasos tirados en el suelo y gente bailando al ritmo de la música, pero no de manera muy exagerado o movido, solo pasos simples o sacudidas de cabeza. Era algo calmado y tranquilo, por el momento.

Los minutos empezaron a pasar y así mismo se empezó acalorar la fiesta con ello. Ahora todo estaba diferente, con más integrantes algunas carcajadas ya comenzaban a resonar entre pasillos. Americanos, europeos y... ¡Hey, Rusia! Si, como decía, y asiáticos rondaban por el lugar, la gran casa se volvía pequeña y el frío del exterior no se notaba en lo más mínimo dentro de las paredes de la residencia. Los tres anfitriones se encontraban en la barra de la isla de la cocina, cada quien con una botella de cerveza en su mano, comenzando suavemente con el ambiente.

Un grito se había escuchado por lo cerca y por un momento habían pensado que ya era la hora en donde las peleas de borracho se mostraban, aunque esa teoría no los convencía en lo absoluto, aún era demasiado temprano para que, hasta el de menor resistencia al alcohol, pudiera llegar a dicho estado.

Se levantaron de su asiento para mirar, solo para asegurarse, no querían problemas con la ONU, quien, por cierto, ya lo habían visto con una sonrisa en la mesa de aperitivos atragantándose con los doritos que estaban cerca. Volviendo al tema del grito, no era el inicio de una pelea, solamente era Chile abrazando por los hombros del alemán, mientras ambos hablaban animadamente, parecían cercanos.

—Wey, no puedo creer que Chile ya esté gritando— Comentó México, burlándose de su amigo y rodando sus ojos.

Argentina negó con su cabeza, mirando al país antes mencionado por un largo tiempo. Solo ellos sabían que el argentino y chile tienen una relación un tanto especial, y sus dos mejores amigos no supieron entender qué significaba esa mirada un tanto sombría que no se separaba de la figura de su amigo.

—Che, ¿de qué te sorprendes? Si siempre mantiene gritando— Soltó de repente, con el mismo tono, aunque se podía percibir como su nariz se arrugaba con irritación—. A veces me dan ganas de decir: pero para un poco, boludo, ¿te rompieron el orto?

El azteca y el grancolombiano se burlaron silenciosamente del rioplatense mientras lo miraban, Argentina se cruzó de brazos sobre su pecho, sin dejar de ver la escena, dejando que un gruñido disgustado abandonara sus labios.

—Tu quieres oírlo gritar tu nombre mientras le rompas el orto— Soltó vulgarmente el menor de los tres, recibiendo una risa por parte del provinciano como confirmación a su comentario. No podía ocultarle nada a sus mejores amigos.

Colombia dejó el tema hasta ahí y se dedicó a mirar por encima el lugar, para encontrar algo divertido con lo cual entretenerse, miró por encima a todas las personas que estaban allí reunidos. Notó que los europeos parecían los que peor estaban encajando en dicho espacio, no todos, cabe recalcar, pero la mayoría parecían fuera de lugar y eso no le pareció divertido. Chasqueó su lengua contra su paladar con disgusto.

Dance the Night | FranColDonde viven las historias. Descúbrelo ahora