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8 de Febrero
Es curioso que mi primer gran trabajo se haya dado en la ciudad que nací. Normalmente esto sería motivo de alegría para las personas, pero en mi caso es un sentimiento un tanto ambiguo. Me encanta la ciudad, la gente y sobre todo el hecho de volver a ver amigos que no veía hace un tiempo. Sin embargo, es muy desalentador tener que volver, ya que, como periodista de nota roja mi deber es dar a conocer los escabrosos detalles de eventos traumáticos para una comunidad. Hace tres años comencé a trabajar en el canal nacional más grande del país, y como es usual, tuve que hacer un montón de labores ajenas a mis intereses antes de poder poner mi propia visión en el trabajo que hacía. Hace dos meses me dieron el rol de periodista central en el programa de reportajes más visto del canal. Mi primer reportaje fue sobre un doble homicidio sucedido en una pequeña localidad al sur, cuyas víctimas fueron recién descubiertas hasta cinco años después. Se cumplían diez años desde aquel suceso, y tuve que regresar en el tiempo para refrescar la memoria social, que, entre tanta sangre y deudas, suele olvidar crímenes viejos. Lo normal debería ser honrar la memoria de las víctimas, no hablar sobre el asesino, y eso fue lo que hice. Desecharon mi reportaje, de ese modo aprendí que eso no vende. Ahora fui enviado devuelta a casa, es mi segunda oportunidad, pocos la tienen, así que debo creer que tuve suerte. Conozco a la gente y al lugar. En los últimos quince meses se han sucedido al menos 8 desapariciones de jóvenes, de entre diecisiete y veinte años. No dejaron ninguna pista, ni tampoco se ha dado con alguna. Se esfumaron, se fueron como la lluvia cuando cae al mar.
En los medios se habla de suicidios, algo que es compartido por la mayoría del cuerpo policial. Pero, nadie se atreve a definirlos así de manera oficial, ya que ocho suicidios en quince meses, es demasiado para un rango etario tan corto. Otros creen que un asesino anda suelto. Esta versión es la subterránea, pues nadie quiere mencionarlo en voz alta. Temen que si lo dicen se haga realidad. El increíble valor del lenguaje: lo controla todo. Nada es algo hasta que lo dices y lo extraes del fondo donde todo está conectado y disperso a la vez. Una vez un profesor nos habló por horas de eso. Nosotros no limitamos al lenguaje, tampoco lo expandimos: el lenguaje es el que entrega los límites de nuestro mundo. Así, la realidad no es nada más que aquello que somos capaces de establecer mediante este. Todo aquello que no soy capaz de verbalizar existe solo de un modo ajeno. Wittgenstein, creo que así se llamaba el sujeto que hablaba de esto. Es algo que se me quedó grabado y en lo que siempre pienso cuando tengo que escribir un reportaje. Es complicado para mí, ya que como periodista de nota roja debo usar el sensacionalismo, pero me cuesta demasiado hablar sobre aquello en que prefiero guardar silencio, ya sea por falta de pruebas o por sentimentalismo. Es increíble como las personas prefieren las palabras al silencio, lo cual muchas veces les lleva a decir un montón de palabras que terminan significando menos que el silencio. A eso le llamo los fantasmas del silencio. Es un extraño fenómeno, pero cuando alguien entrevista a una persona, esta casi se ve obligada a decir algo importante, y en ese afán terminan, la mayoría de las veces, por decir cosas que no piensan realmente. El silencio se posa como un fantasma en cada palabra. Está y no está. Si se aparece, niegan su presencia. Y cuando, desaparece se cuestionan haberlo visto, o al menos sentido.
10 de Febrero
Los primeros días de investigación generalmente son lentos, no pasa mucho, solo recabar la información que todos ya conocen. Entrevistar gente que conocía a los desaparecidos, intentar obtener algo nuevo de ellos. No obtener nada. Muchas veces resignarse. Hoy por la tarde me reuní con un ex compañero de universidad, fuimos amigos. El tiempo, la distancia y la incomunicación nos pasaron la cuenta. Al conversar me di cuenta de que ya no nos veíamos como amigos. Solo tratamos temas triviales, nos pusimos al día con dudas de uno sobre el otro y discutimos un poco sobre la actualidad del país. Nos despedimos y eso fue todo. Me quedé un rato más vagando por el centro de la ciudad. Me comencé a preguntar sobre cómo reaccionaría si ese excompañero desapareciera. Obviamente me sentiría mal, me dolería. Sin embargo, no me preocupaba el hecho de cómo me presentaría ante la prensa: ex compañero de universidad o examigo. Sería curioso que se me mencionara como tal. Nunca he visto a alguien presentarse así. Además, del hecho de que se vería muy sospechoso, está el problema que supone. Es un distractor, ya que esto llevaría al periodista a cuestionar por qué ya no hay amistad. Y de ese modo se hablaría de mí, y no de él. Ese punto hizo brillar mis ojos. Nadie entrevista a los examigos, a los conocidos. Una vez que se habló con todos los cercanos y no se obtuvo nada, es necesario ir a buscar a los más lejanos, quizás algo pueden saber.
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Los fantasmas del silencio
HorrorUn periodista debe investigar la extraña desaparición de unos jóvenes que no han dejado rastro. Esto le llevará a reflexionar sobre la vida, la muerte, el silencio y los fantasmas que habitan el olvido.