1. El Comienzo del viaje

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- Hasta hace poco, aún estaba durmiendo, hasta que mi despertador me llamo a despertar, y así lo hice, vistiendome y arreglando me como todos los días, aunque claro, hacia tiempo que no hacía eso, así que me costó algo, pero igualmente parece que lo hice bien. -

Uff... Realmente me siento mejor, esa siesta me ha venido de maravilla...

- Me estire un poco y salí de la casa, sin antes, claro, llevar mi maletín conmigo, no era del todo necesario, pero me sentía más seguro con ello, igual que mi querido sombrero, uno de aspecto común y color gris ceniza. -

(Me tomara un tiempo... Pero valdrá la pena...)

- Pense en mi mente mientras seguía pensando en otras cosas, algunas las recordaba vagamente, otras más claramente, de todas formas, al llegar a mi destino, que era un pequeño bar, de este pequeño pueblo en el que vivía, sonreí al ver que seguía igual y entre sin dudar, me senté en una de las mesas desocupadas y dije mi pedido a la joven camarera que me atendía. -

Un café con leche por favor, y buenos días Mary, hace tiempo que no te veía...

- Dije sonriente, hace mucho que no veía a la joven, ahora parecía toda una mujer, antes parecía una niña la verdad, ahora tenía la apariencia de su madre, la propietaria del bar. -

Si... Hace mucho que no le veo señor Joseph, ahora le preparo su pedido, buenos días también.

- Dijo sonriente mientras iba yendo a preparar el café que el hombre pidió, parecía contenta de ver al hombre de nuevo. -

...Un buen día...si...

- Mire por la ventana del bar, y note el brillante sol que daba a entender que el verano se acercaba, aunque igualmente aún hacia frío, nunca pude explicarme cómo es que hacía frío y calor al mismo tiempo todos los días... Algunas veces tuve ideas muy locas sobre ello, pero cuando recuperaba mi ser olvidaba aquello como una simple tontería, el pueblo era raro, pero me gustaba vivir ahí... La gente amable y la tranquilidad curaba mis heridas... -

- Cuando estaba pensando de nuevo en otro de mis disparates comunes, Mary me devolvió la realidad al traerme el café. -

Señor Joseph, su café

- Voltee la mirada al darme cuenta de ella y también de lo distraído que estaba, era como de costumbre. -

Oh, gracias Mary...

- Dije dándole una sonrisa y el dinero para pagar el café, ella se marchó despidiéndose para darle pedidos a los demás clientes, yo era uno de ellos y disfrutaba de mi café, así estuve bebiendo lo un rato, unas horas pasaron y me lo termine, era un hombre que le gustaba pasar el tiempo lentamente... Siempre me gustó nadar en mis pensamientos mientras disfrutaba de un buen café. -

...bueno, parece que ya me lo acabe... Bueno, es hora.

- Dijo, mirando con detenimiento a su reloj de pulsera, sonrió al ver su propio reflejo en el cristal del reloj, y las manillas que marcaban las 12 en punto, y ahí fue cuando aquellas manillas se detuvieron, y no siguieron rotando, Joseph se levantó de la mesa en donde se sentaba e hizo una seña a Mary, que estaba a lo lejos, los clientes se habían ido hace muchas horas, ahora solo quedaban él, Mary y Carmín, la madre de Mary, que estaba también ahí. -

Bueno, ya sabéis que hacer, abrid "la puerta".

- Joseph entonó con otra voz al decir las palabras "la puerta", como si fuera algo importante, algo casi fuera de comprensión... De un momento a otro, el hombre se levantó, acercándose a las dos mujeres, que de seguida lo llevaron al trastero, donde guardaban muchas de las cosas que usaban en el bar, como cerveza y botellas de alcohol, también muchos granos de café, pero eso eran detalles.

Por el momento, llegaron a aquel lugar, donde aparte de lo anteriormente mencionado, se encontraba una puerta de madera de roble, que se sostenía recta de forma anómala, el hombre tan solo se acercó a aquella puerta sin decir ni un suspiro. -

Bueno... Parece que es hora de irme, encantado de verles, y gracias por todo, ahora, me tengo que ir.

- Dijo sin tartamudear, hizo una seña de despedida a las dos mujeres que lo miraban sonrientes y con algo de tristeza por su marcha, tan solo asintieron devolviendo la seña con otra igual, mirando como el hombre abría aquella puerta. -

(Echaré de menos este lugar... Pero es hora de irme.)

- Con esas, giró la manija de la puerta, abriéndola y dejando ver dentro un espacio lleno de luz blanca, que para cualquier otro se hubiera cegado, pero el hombre tan solo dio unos pasos y entró dejando a la puerta cerrarse de nuevo, así, desapareciendo y tan solo dejando aquella puerta que, ahora cerrada, cayó al suelo y se quedó ahí, haciendo un ruido sordo... Ese fue el comienzo... O bueno, uno de los comienzos, de...

El Viaje.

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