*Gotas cayendo*
*Lluvia cayendo*
- Era de noche, y la lluvia caía sin cesar, cada vez más cerca de parecerse una tormenta, y en medio de la calle, Joseph estaba con prisa buscando un hotel que estuviese cerca, como no conocía el lugar, se le hacía difícil, corría por las calles empapado, iluminado por las farolas de la ciudad.
Tenía una mueca molesta, puede que por si mismo por no haber preguntado al joven librero que conoció anteriormente sobre algún hotel o lugar de hospedaje cercano, se le había volado el tiempo al hablar con él. -
(Demonios...) - Se quejó mentalmente mientras seguía recorriendo las calles, casi resbalando se con el suelo por lo mojado que estaba. -
(El primer día aquí y ya hace esta tempestad... Que buena bienvenida.) - Pensó sarcástico mineras su recorrido por las calles seguía, era relativamente tranquilo, solo el sonido del chapoteo de sus zapatos y la de la lluvia contra el suelo.
Hasta que... Un sonido llamó la atención del anciano. -
*Sonido extraño*
Uh? (Que ha sido eso?) - Joseph intentó agudizar el oído para escuchar de nuevo, ahora parado en la calle, pero no escucho más que el sonido de las gotas cayendo fuertemente al suelo, parecía que la lluvia se hacía más fuerte. -
(Ya no importa, tengo que encontrar un hotel... Voy a resfriarse sino) - El hombre volvió a su marcha y dejó de lado el anterior pensamiento, de todas formas, no le sería posible escucharlo de nuevo por toda la tempestad. -
En el hotel Hilton...
- En la recepción, una mujer de estatura media, pecho destacable y cintura bien cuidada de cabellos largos de color castaño era la que atendía, sus ojos eran de color rojo, penetrantes como las de un lince, blanca sin llegar a ser pálida, su cara era hermosa, de facciones simétricas y destacando con una nariz romana, está sonreía de forma profesional sentada ahí, probablemente esperando a un huésped, aunque con el temperamento de afuera, dudaba que nadie viniese.
Pero sin previo aviso, un anciano cruzó la puerta, con algo de prisa sin llegar a ser bruto, estaba empapado de pies a cabeza, la recepcionista corrió a atender al hombre, levantandose y yendo hacia este. -
Señor! Se encuentra bien? Esta muy empap- - El anciano volteó hacia la mujer que yacía ante el, cruzando sus ojos azul cielo con los rubíes de esta, demostrando que aún siendo un anciano, no estaba tan viejo. -
No hace falta, cuanto una noche? - Preguntó sereno pese en el estado en el que se encontraba. -
100 la noche, con desayuno incluido, señor... - La mujer no supo como completar la oración y pregunto indirectamente el nombre del anciano. -
Joseph, llámeme Joseph. - Respondió el hombre en seco mientras se quitaba el sombrero para quitar un poco el agua, estaba empapado, su expresión era un poco neutral, parecía algo malhumorado por la lluvia, aunque en realidad sólo estaba cansado. -
Quiero para una semana. - Dijo sacando del bolsillo de su traje unos billetes, que sorprendentemente estaban secos sin una gota de agua. -
Esta bien señor Joseph, ahora le traigo una llave para la habitación y algo para que se seque. - Respondió serena, aunque con una gota de sudor en la frente por lo directo y seco que era este anciano, hasta su voz era mucho más clara que otros de su edad, parecía mantenerse muy bien de salud.
Tomó los billetes y le tomó una ojeada contarlos y guardarlos, yendo hacia su lugar anterior y, abriendo un cajón sacó una llave con una anilla atada a una tarjetilla con el número 187, aparte de una toalla que tenía ahí por si acaso, ya que el clima estaba espantoso estos últimos días, ella se dirigió hacia donde el anciano, que estaba enfrente de ella y le entregó las llaves de su habitación. -
Ahí tiene señor Joseph, si quiere algo más no dude en llamarme. - Dijo hacia este, que aún seguía con una expresión algo pétrea. -
Esta bien, gracias... Por cierto, niña, como te llamas? - Preguntó con voz seca, sin mucha más que una sensación de neutralidad y el reflejo del agua en sus ojos. -
Oh, perdón, no me he presentado, soy Lidia, encantada de conocerle. - Ella sonaba contenta, bueno, tampoco eso, solo parecía sonriente, pero en su mente le había molestado que aquel hombre le hubiera llamado niña, aunque no podía contradecir ya que el anciano era un huésped, aguantándoselas. -
Igualmente, bueno, veámonos, Lidia. - Joseph se despidió, yéndose caminando por el ascensor que funcionaba con energía mágica, llegando a la planta indicada y caminando por los pasillos encontró la puerta número 187, entrando al usar la llave.
Joseph al estar ya en la habitación, notó que era realmente bastante espaciosa y muy limpia. Los muebles eran de calidad pero sin exagerar, muchos de madera de roble pulida y con un diseño Victoriano combinado con algún que otro de procedencia desconocida.
Él apreció lo muy bien hecho que estaba la habitación y se acercó a la cama, que era para una persona, aún así, espaciosa. Se quitó el traje y dejó el sombrero en la mesita de noche al lado de la cama, así, apagó la lámpara de luz amarillenta tenue y se adentró debajo de las sábanas, muy cómodas por cierto. Durmió plácidamente, sin roncar. -
.
.
.- En un callejón de las muchas tantas, se podía obsrvar una sombra acurrucada en posición fetal, producía unos sollozos de voz aguda y triste. Pidiendo ayuda en silencio y siendo tapado por la lluvia. Hasta que amaneció, y dejó de llover, ella también se quedó en silencio... -
- Por la ventana de la habitación, entraban los rayos del sol, despertando a Joseph de su profundo sueño. Él se levantó de forma repentina, sudando con la cara palida, sus ojos estaban dilatados y parecía que algo lo inquietaba. De un salto salió de la cama y se vistió rápidamente, si hacer nada más, salió con prisa de la habitación a paso rápido, ignorando a Lidia que lo saludaba, parecía que tenía algo que hacer.
(Oh... Parece que está algo a prisa... Me pregunto que será...? Bueno, da lo mismo.) - Pensó la mujer, dando por hecho que solo sería algo sin importancia, por lo menos para ella. -
En las calles de la ciudad...
- Joseph corría a gran velocidad, esquivando a las pocas personas que pasaban, la mayoría iban hacia la capital real. De todas formas, él no paro su paso, hasta que finalmente encontró un callejón oscuro, uno igual a... - (El mismo que en el sueño...)
-
Él se acercó y caminó adentrándose ahí, encontrando a una niña en harapos, parecía desnutrida y en mal estado, además de enferma. Estaba acostada en posición fetal encima de unas telas viejas. Joseph, sin dudar, recogió a la niña y la acarreó en sus brazos, era muy pequeña y liviana, probablemente por la desnutrición, aunque aún respiraba. - S-señor... A donde me lleva...? - Pregunto la niña, su voz era suave, pero desgarradora, como si su garganta estuviera seca, no tenía fuerzas para siquiera mover sus mandíbulas, apenas y podía tener sus ojos abiertos aún. - A un lugar seguro, ahora, descansa... Ya sufriste mucho... - Dijo el anciano, con una voz amable y gentil, cálida para aquella niña de dios, así, ella cerró sus ojos y durmió en los brazos de Joseph. Él siguió su camino con la chica en brazos, dirigiéndose al hotel.
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Viajero
General FictionHace mucho... yo sólo era un pequeño como otros... ahora... cumplí mi sueño, y ahora, soy un viajero... Las aventuras de un viejo hombre, que se embarcará en un viaje, por mundos misteriosos, y también, revelando con el tiempo, la identidad de si mi...