CRISTIAN ROMERO

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-¿Y? ¿Qué decís?- me miró expectante.

-Bueno, acepto- suspiré mientras Lionel hacía un pequeño festejo con sus puños, todo esto era una locura, y ya me estaba arrepintiendo.

-Gracias Ju, sos la mejor- me abrazó y correspondí- Nos salvaste a todos- sonrió.

Básicamente las últimas semanas fueron un caos, el trabajo en el hospital era cada día más demandante, los pacientes brotaban del suelo, y las cosas en casa, o mejor dicho en la familia estaban agitadas ya que mi padre estaba con todos los preparativos para el viaje a Qatar, donde se iba a disputar el mundial de futbol este 2022. Pero todo empeoró en el momento en que le avisaron a papá que Ricardo, uno de los médicos de la selección había sido internado de urgencia por una pancreatitis aguda, y probablemente no iba a llegar a recuperarse para el viaje, por suerte Lionel no tuvo mejor idea que pedirme a mí que los acompañara ya que no iban a encontrar un reemplazo de confianza en menos de 48 horas.

¿Era una idea descabellada? Totalmente, ¿estaba entrando en pánico por aceptar? Claro que sí, ni siquiera era deportóloga, si tenía toda una especialidad en emergentología, con varios posgrados, pero no me sentía preparada para esta área, solo quedaba manifestar que no hubiera grandes incidentes con los jugadores durante el viaje, y poder ayudar al doctor Martínez en lo que necesitara. Lo bueno es que lo conocía desde la copa América, desde entonces habíamos estado en contacto como colegas, era un excelente doctor y además me ayudaba bastante a contener a papá, ya que no es el más expresivo del mundo, así que Diego me mantenía informada si había algún incidente en el trabajo, o algo que le preocupara.

En fin, debía hacer las valijas, y ni siquiera sabía cómo ponerle un stop a mi vida en Buenos Aires mientras me iba al mundial en Qatar, en el cual, por cierto, ni siquiera sabíamos si aceptaban mujeres formando parte del staff de los equipos.

24 horas más tarde arrastrábamos valijas para subirnos al bendito avión que nos llevaría al gran evento. Mis intestinos se estrujaban, me sentía muy nerviosa y ni siquiera era yo la que iba a tener que jugar. Hacía casi un año que no veía tampoco a los chicos de la selección en general, y por más que eran todos super amigables, no les voy a mentir que me daba bastante vergüenza estar ahí, a fin de cuentas, yo no pintaba nada en este team, pero bueno, todo sea por mi padre.

-Discúlpeme, ¿usted es la Dra Julieta Scaloni?- esa voz con un poco de ironía interrumpió mis pensamientos exaltándome un poco.

-¡Diego!- me sorprendí al verlo, y me arrojé a sus brazos, era como mi segundo padre.

-¿Cómo estás peque?- me sonrió mientras me tomaba de los hombros - Que locura verte por acá, y que bueno que aceptaras venir con nosotros, no se me ocurre nadie mejor que pudiera ayudarme en estos momentos- se lo notaba realmente contento con mi presencia.

-Gracias, en serio, me alegra poder ser tu ¿asistente? En estos momentos, todo es una locura, juro que no entiendo que está pasando- reí nerviosa, y Diego se unió a mi risa.

-Lo sé, las primeras veces son así, pero vamos a ir haciendo nuestro camino con los días, no te preocupes por eso, todo va a salir bien- así ambos nos dirigimos charlando hacía el tumulto de gente que teníamos en frente.

El staff, los jugadores, papá y la gente que trabajaba en el avión estaban allí, ya casi no faltaba nada para embarcar.

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One shots - La ScalonetaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora