Capítulo 5

14 2 0
                                    

Tras un discurso muy emotivo de mi padre, el director de la Academia, y una fiesta que duro hasta la medianoche, todos se fueron a dormir. Al menos, los que dormían de noche.

Yo no tenía ganas de dormir, y el chico que estaba pegado a mí, con su brazo rodeando mi cintura, tampoco. Tenía ganas de juerga antes de volver a casa de sus papas, y ¿qué mejor forma de celebrar el haber superado el trimestre aprobado que follarse a la chica más popular e inteligente de la Academia?

Reconozco que quería desahogarme un poco, pero tampoco estaba tan desesperada.

El único hombre con el que me gustaba desnudarme y divertirme no era otro que Dorian, y por desgracia él no estaría hasta mañana. Este chico solo serviría como aperitivo.

Le dejo dominarme un poco, empotrándome violentamente contra un árbol en el bosque no muy lejos de mi casa, y cuando cree que puede penetrarme por detrás me cansó de tanta farsa y lo inmovilizó yo contra el árbol, obligándolo a ponerse de rodilla con la mejilla bien apretada contra el tronco, arañándole la piel hasta hacerle sangrar, y entonces morderle con fuerza en el cuello.

Él grita e intenta resistirse, pero a los pocos segundos las endorfinas de mi saliva actúan como afrodisiaco que lo excita y relaja hasta dejar de luchar y dejarse llevar hasta perder el conocimiento por la pérdida de sangre.

A tipos como estos, en otro tiempo y lugar, los mataba por como trataban a las mujeres, ya fueran mortales o inmortales. Pero en la Academia Carmesí debía contenerme y conformarme con esto.

—Sí que te has contenido —dijo la voz de James, mi querido y pesado hermano menor.

—¿No tenías una cita con varias chicas?

—Así es, pero quería saber sí querías unirte.

Lo miré por encima del hombro, con la ceja alzada. Antaño él y yo nos divertíamos como loco con los humanos, pero ahora, eso ha dejado de gustarme. Incluso me asquea. Hasta dejar casi desangrados a esos cabrones engreídos dejaba de emocionarme.

¿Qué pasaba conmigo?

Entonces me vino a la mente esa chica humana. Gina Lara.

Ella hace algo en mí, y no se sí me esta gustando ese algo.

Pero de todos modos, y aunque odie admitirlo, mi padre tiene razón. No puedo seguir así. Es hora de dejar de autodestruirme y cambiar de planes. Así no lograría superar lo que esa bruja traidora me hizo. Todo lo contrario; me estaba convirtiendo en ella. Y no quiero eso.

—No. Paso.

Con eso dicho, me alejé, dejando a mi hermano y al idiota allí. Camine por los patios y pasillos del centro sin rumbo, con la mirada perdida y la mente muy lejos. Inconscientemente seguí el rastro de un aroma floral muy ligero y agradable que me guio hasta el dormitorio de la chicas, parándome en una puerta.

Aquella era la habitación que Gina usaba, que compartía con esa amiga suya, Sarah.

Pude oírla dentro. Me apoyé en la puerta, con la oreja contra la madera. La oí hablando dentro con su amiga. Al parecer Sarah le preguntaba el porque no quería estar con su familia, y Gina le daba excusas. No sabía como lo sabía, pero así era. Quizás por cómo hablaba o por el tono de su voz.

Su voz. Su pelo. Sus ojos. Su cuerpo. Su personalidad.

Todo en ella me atraía. No la conocía de nada. Solo de aquellas dos noches de lluvia.

¿Qué era ella? ¿Por qué me atraía así?

En algún momento, mi mano se poso en el picaporte circular de la puerta. Sabía que no estaba cerrada con llave. Podía entrar, dejar K.O. a Sarah y llevarme conmigo a Gina. Sería sencillo...

Una mano grande y fuerte me cogió la mano y la apartó del picaporte. Me giré a punto de gruñir furiosa por la interrupción, pero al ver a mi padre mirándome seriamente, me contuve.

A regañadientes me llevó a rastras a casa, donde estaba toda la familia reunida, incluido Jon.

Mi madre, Ángelina, estaba de pie en medio del salón, con la chimenea encendida a su espalda, con Dorian a su lado mirándome apenado, James junto a la licorera bebiendo una copa, y mi padre sentándose frente al fuego en su sillón, dejando el asunto a su esposa, la Reina de los Vampiros.

—Siéntate, Ángela. Tenemos que hablar.

Estaba claro. Aquella charla no me iba a gustar nada.

Pero, quizás, era lo que necesitaba. Que me pararán los pies antes de que cometiera una desgracia irreparable.

¿Qué habría pasado sí hubiera entrado en la habitación de Gina esa noche?

Nunca lo sabré. O tal vez sí.

El último día de clases fue muy entretenido, pero no era eso lo que me tenía en vela a las tres de la madrugada. Estaba tumbada en la cama, boca arriba, mirando a Sarah durmiendo agotada con la boca abierta y babeando. Yo no podía dormir. Algo me tenía en ascuas. Antes, cuando estaba charlando con Sarah, quien quería saber porque no quería ir a casa por vacaciones, sentí como sí hubiera alguien en la puerta de nuestro dormitorio. Mirando vi que había una sombra al otro lado, la de una pies. Incluso me pareció ver que el picaporte giraba un poco, pero la puerta nunca llegó a abrirse.

Inquieta cerré la puerta con la llave y desde entonces que estoy desvelada.

¿Había alguien al otro lado queriendo entrar? Pero ¿quién?

No sé en qué momento me quede dormida, con la imagen de Ángela en mente. Y soné con aquella persona que conocí la primera noche en la Academia, la que conocí en el bosque en plena lluvia, quien me persiguió hasta echárseme encima y tenerme a su merced un tiempo que me pareció una eternidad.

En el sueño, esa persona era Ángela, mirándome con ojos del color de la sangre. Mirándome como sí quisiera devorarme, y yo deseará que lo hiciera.

A la mañana siguiente, al despertarme con la luz del amanecer, me vi con una mano metida entre las piernas. Estaba húmeda. Y entonces lo supe.

Me gustaba Ángela Martínez.

Una vez en diciembre (Carmesí 0.5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora