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Jeongin se acostó en la cama y Chan a su lado, los dos dándose la espalda

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Jeongin se acostó en la cama y Chan a su lado, los dos dándose la espalda. El nerviosismo por parte de ambos era evidente. Ninguno se miró a los ojos después de lo que había pasado en la sala.

Yang trató de dormir, fingió dormir por más de media hora, pues en su mente sólo recordaba las caricias de Chan a su miembro, lo bien que se sentía. Joder, se sentía un pervertido.

Sintió la cama crujir a su lado y observó a Chan levantándose para salirse de la cama y después escuchó la puerta de la habitación cerrándose. Suspiró fuertemente recordando los espasmos de su cuerpo por las caricias que le había hecho el menor. Por alguna razón no podía olvidarlas, aquello fue tan prohibido como placentero.

Movió su mano, con la que había tocado el bulto de Chan momentos antes y la pasó encima de su miembro, moría con tocarse por debajo de la ropa. Pero la apartó, estaba comportándose como un enfermo.

Chan regresó pronto y se acostó de nuevo a su lado, pero esta vez pegando su pecho a la espalda del mayor y abrazándolo por detrás.

—Innie hyung, sé que estás despierto —le dijo al oído y sintió todo el cuerpo de Jeongin tensarse—. Innie hyung es tan hermoso.

—¿Qué crees que haces? —preguntó Jeongin, en el momento en el que sintió las manos de Chan acariciar su vientre por debajo de su playera y tratando de ir más abajo.

—Hyung, me gustas mucho —confesó el menor, y beso el cuello del menor.

—Es una jodida broma.

—No, no lo es.

Jeongin trató de levantarse de la cama, estaba bastante desconcertado y confundido, pero el menor se aferró a él con fuerza impidiendo el escape.

—Hyung, quiero chuparlo como en la película.

Chan pasó sus manos por el miembro de Jeongin, sacándole un gemido. No, no, no, eso estaba muy mal. Pensaba.

—¿Quién eres y qué le has hecho a mi bebé? —preguntó, apenas asimilando lo dicho por Chan. Tratando de procesar la información.

—Hyung, por favor, ¿sí? Por favor.

Lo pensó, por segundos que le parecieron eternos.

—Pero no le digas a nadie —asintió resignado. Y es que Jeongin no le podía decir que no a su pequeño niño de su sonrisa hoyuelada.

 Y es que Jeongin no le podía decir que no a su pequeño niño de su sonrisa hoyuelada

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