Lilie.
Jueves, 22 de diciembre de 2022.
02:00 A.M.
Las antiguas manecillas del reloj de la casa, que habíamos comprado hace un par de meses, marcaban las dos exactas de la madrugada.
Solté un resoplido, por supuesto que iba a llegar tarde de nuevo, se me estaban cayendo los párpados del sueño pero no me sentía capaz de descansar, no sin antes obtener una respuesta de su parte.
George, mi prometido, llevaba comportándose de manera extraña desde hace dos semanas, siendo hoy el decimocuarto día; llegaba a casa tarde y se marchaba muy temprano, no estábamos conviviendo lo suficiente que deberíamos estando a dos días de nuestro casamiento.
Habíamos decidido que tenga lugar en noche buena, en pleno diciembre, pensamos que era la mejor fecha porque no existe festividad más emocionante que esta.
Crucé mi pierna derecha sobre la izquierda, trasladando con cansancio mi atención del reloj de la pared a la puerta principal de madera antigua. A través de los vidrios esmerilados no se lograba ver con toda seguridad algo, sin embargo, sí se vería su silueta si estuviese delante de la misma.
Le di un gran sorbo a mi café negro sin azúcar, acabándomelo ya estando tibio este, y sentí una punzada de dolor en la cabeza; no fue la mejor decisión tomar el café sin nada para acompañar, pero, si lo tomaba como siempre, hubiese caído muerta del sueño hace horas y no estaría lista para afrontar casi cualquier cosa a esas horas.
Me acomodé en mi sillón, que miraba directamente hacia la puerta, y volví a mirar la hora, habían pasado quince minutos.
Suspiré cuando me levanté, llevé mi taza vacía al lavabo de la cocina, más tarde la lavaría. Una vez más se iba a salir con la suya, ya no aguantaba el sueño.
Bostecé y estiré mis brazos, cuando volví a mi pose inicial, mi mirada captó el espejo que se encontraba en el pasillo y vi una versión mía tan cansada, ¿desde cuándo lucía así?
Solté otro suspiro y decidí restarle importancia al asunto, el sueño me podía más que esa duda. Cuando estaba caminando por el pasillo, dirigiéndome a la habitación, escuché el sonido de unas llaves abriendo la puerta, seguido del evidente chirrido que emitían las oxidadas bisagras.
Toda sensación de cansancio que pude haber poseído se esfumó en cuestión de segundos, haciéndome regresar inconscientemente a la sala, viéndolo ahí, maldiciendo porque la puerta hacia mucho ruido.
— Hola, Gee. —Me apoyé en la pared a mi derecha del pasillo, cruzando mis brazos; él se volteó a verme, en una mezcla de sorpresa y miedo, y luego recostó su cuerpo en la puerta, suspirando de alivio.
— Ah, eres tú, Lilie. —La notoria tranquilidad y felicidad que transmitía en sus palabras me provocó irritación— Pero ¿qué haces despierta a estas horas?
Levanté la vista al techo y se me escapó una sonrisa de desprecio— ¿Ahora vas a jugar a que eres inocente? Quiero una explicación, George. Ahora.
Toda el enojo que llevaba conteniendo se reflejó en la rigidez y seriedad con la que hablé, aquella situación me desgastaba mas de lo que tal vez debería.
— ¿Una explicación? ¿Explicación a qué, Lilie?
Sonreí y miré hacia la cocina, tratando de no reventar y de poder razonar para tener una conversación pacifica.
— ¿Realmente crees que no me doy cuenta de lo que está ocurriendo? Me refiero a que desde hace dos semanas estás llegando tarde, ¡ni siquiera pude verte a la cara en estas semanas porque no estuviste y nuestro matrimonio es en dos días!
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Tragedias de navidad
NouvellesLa navidad es preciosa, sin importar el momento en que esta llegue, siempre reúne a todos, los embriaga con las deliciosas comidas y encandila con sus luces coloridas. Esta fecha es muy importante y especial, pero la alegría y hermosura de esta no p...