único

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Recorriendo su estudio de un lado a otro se encontraba Asami, pasándose las manos por el pelo. Las dos manos... luego de que Misaki llegará asu casa, lo que quiere decir que está doblemente ansioso. Su férreo control habitual parece haberse resquebrajado

-Asami -dice despacio con voz dulce -te extrañe.

-Por favor, Misaki, quédate conmigo esta noche.

-por eso vine hasta tu casa, por que ya no puedo estar sin ti.

Asami le tiende la mano con ojos brillantes, ardientes... excitados, y Misaki rápidamente la agarra.
Tirando de Misaki hasta rodearle entre sus brazos. El movimiento toma por sorpresa al castaño. de pronto el castaño siente todo su cuerpo pegado al de Asami.

Asami Le recorre la nuca con los dedos, y agarra unas matas de pelo y tira suavemente para obligarle a levantar la cara. Asami Está mirándole intensamente.

-Eres un chico muy obstinado -le susurra-. Me tienes fascinado.

Sus palabras son como un artilugio incendiario. Que Misaki siente arder su sangre.
El mayor se inclina, y lo besa suavemente, chupando su labio inferior.

-Quiero morderte todo Misaki -murmura sin despegarse de la boca contraria. Y tira de él con los dientes cuidadosamente.

-Por favor, Misaki, déjame hacerte el amor.

-Sí -susurra lentamente Misaki.
Para eso estoy aquí. Piensa el menor y observa su sonrisa triunfante cuando Asami le suelta, para agararle de la mano y le conduce a través de la casa.

Su dormitorio es grande. Desde los ventanales se ven los iluminados rascacielos de Japon. Las paredes son blancas, y los accesorios, azul claro. La enorme cama es ultramoderna, de madera maciza de color gris, con cuatro postes pero sin dosel. En la pared de la cabecera hay un impresionante paisaje marino.

Misaki Esta temblando como una hoja. Ya está. Por fin, después de tanto tiempo, está con nada más que con Asami Ryuichi. El ojiverde Respira entrecortadamente y no puedo apartar los ojos de él.

El mayor se quita el reloj y lo deja encima de una cómoda a juego con la cama. Luego se quita la americana y la deja en una silla. Lleva la camisa blanca de lino y unos vaqueros. Es guapo hasta perder el sentido. Su pelo azabache está alborotado y le cuelga la camisa... Sus ojos dorados son audaces y brillantes. Se quita las Converse y se inclina para quitarse también los calcetines. Se gira y le mira con expresión dulce.
mirando fijamente al castaño.

-quedate quieto -murmura-. ¿Quieres que cierre las persianas?

-No me importa -susurra Misaki -. Creía que no permitías a nadie dormir en tu cama.

-¿Quién ha dicho que vamos a dormir? -murmura. -Ademas solo tú puedes estar aquí y nadie más.

-Oh. -Misaki no sabía que decir.

El azabache Se acerca al ojiverde despacio. Está muy seguro de sí mismo, muy sexy, y le brillan los ojos. El corazón del pequeño se le dispara y la sangre le bombea por todo el cuerpo. El deseo, un deseo caliente e intenso, le invade el vientre. Se detiene frente a él y le mira a los ojos.

-Vamos a quitarte la chaqueta, si te parece -le dice en voz baja. Para agarrar las solapas y muy suavemente desliza la chaqueta por los hombros y la deja en la silla.

-¿Tienes idea de lo mucho que te deseo, Misaki? -le susurra. Haciendo que se le corte la respiración al menor. No puede apartar sus ojos de los suyos. Alza una mano y le pasa suavemente los dedos por la mejilla hasta el mentón.

-¿Tienes idea de lo que voy a hacerte? -añade acariciándole la barbilla.

-tu tienes el control de mi, desde siempre.

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