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I.

La lluvia golpeaba fuertemente el asfalto de la carretera, mientras un Omega corría con todas sus fuerzas. Las gotas de lluvia le impedían ver bien su camino, pero sin importarle, siguió corriendo. Los pocos rayos de sol del amanecer eran lo único visible a su vista. Desvío su camino hacia unos arbustos aun lado de la carretera, se resguardó ahí, ocultándose. Una camioneta paso justo delante de él, lo hizo tan rápido que el ruido de está logro despertar al pequeño bulto envuelto en mantas que abrazaba como si fuera su vida. Y lo era.

—Shh... shh... —intento calmarlo, pero el bebé insistía en llorar más fuerte. —Calma, por favor.

Liberó un poco de sus feromonas hasta que el pequeño bebé se calmó. Miró a su alrededor; no había nada más que arboles, parecía un bosque, no sabía dónde se encontraba. Se aseguró que el bebé estuviese bien, lo arropó más y lo abrazo a su cuerpo. Camino con cautela, siempre mirando hacia atrás con paranoia. La lluvia aún persistía pero solo caían pequeñas gotas que apenas lo empapanban.

Estaba por amanecer. Siguió caminando, rogándole a la diosa Luna que le ayudara. Después de un rato, cuando creyó que sus pies no le darían para más, decidió adentrarse en el bosque, esperando poder ocultarse entre los árboles.

El bebé comenzó a removerse entre sus brazos, despertando y necesitando alimento. Se sentó en una raíz, colocando al bebé a su lado. Comenzó a quitarse las ropas mojadas, quedando solo con una camiseta de mangas largas. Cargó de nuevo al bebé, notando que este se había vuelto a dormir. En esas situaciones, amaba que el bebé fuese tan tranquilo.

Mientras admiraba el rostro de su pequeño dormido, escuchó una rama crujir a unos metros de él. Instintivamente, abrazo al bebé, cubriéndolo lo más posible con sus brazos. No tenía nada para defenderse, por lo que su primera acción fue levantarse lentamente de la raíz, abrazando lo más que podía al bebé sin llegar a lastimarlo.

Unos metros más adelante, un joven Beta recogía ramas secas y pequeños trozos de madera para usar de leña. No se percató de la presencia del Omega hasta que el perro que lo acompaña ladró en su dirección. Ambos se miraron, uno lleno de confusión y el otro lleno de pánico.

—Eh... hola —dijo el Beta después de un pequeño momento de silencio; observó a el Omega y noto sus ropas húmedas y el bulto de mantas que abrazaba—. ¿Estas bien? —intentó acercarse, pero el Omega retrocedio con miedo—. Oye, está bien, no te haré daño. Me llamo Joshua, puedo ayudarte.

El Omega aún sin confiar por completo, miró a su alrededor, observando al perro y la leña que había recogido el beta.

—¿Donde estamos? ¿Que lugar es este? —dijo el Omega, apenas en un susurro que el Beta logro escuchar. Su voz sonaba ronca.

—Estamos en Daegu —respondió desconcertado por la pregunta. Al notar que el Omega no daba indicios de seguir hablando, continuó—. ¿Estas bien? ¿Por qué preguntas dónde estamos?

El Omega no respondió de inmediato, pensando en cómo había llegado a ese lugar. Él vivía en Busan.

—¿Donde hay una estación de trenes por aquí? —preguntó sin mirarle.

—Mmmh, creo que hasta la ciudad, no hay muchos medios por aquí, sabes —vió al Omega abrazar aún más fuerte al bulto de mantas hasta que escucho un pequeño llanto, se sorprendió demasiado—. ¿Llevas a un bebé contigo?

Quiso acercarse pero al sentir la mirada amenazante del Omega, se alejó; el bebé comenzó a quejarse más, mientras el Omega soltaba sus feromonas para calmarlo.

—¿El bebé está bien? ¿Necesitas ayuda? —preguntó intentando nuevamente acercarse para ver al bebé—. Mi omega y yo vivimos cerca de aquí, si quieres puedes venir con nosotros.

Obsession (Jicheol)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora