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Daemon había regresado con su elección de una nidada de huevos durante tu último mes de embarazo. No es que nadie más además de usted pudiera saberlo, pero él estaba claramente nervioso por la llegada del niño, y se esforzó mucho para mantenerlos a usted y al niño a salvo. El dragón en él era puro instinto, y era ferozmente protector contigo.
Sabía que estarías bien cuando Caraxes comenzó a protegerte cada vez que estabas cerca de él, burlándose de cualquiera que pasara. En realidad, fue cómo descubriste que estabas embarazada en primer lugar, Caraxes lo supo antes que ninguno de los dos. Daemon tuvo el instinto de protegerte, era natural que su dragón hiciera lo mismo. Especialmente cuando estabas embarazada.
Lo que ninguno de ustedes vio venir fue que el huevo eclosionó dentro de una semana de estar en la cuna de su hijo. Habías puesto una manta en la cuna, preparando la habitación para el bebé, cuando el huevo empezó a resquebrajarse. Preocupado, llamaste a Daemon, quien entró corriendo, solo para encontrar una pequeña cola, asomándose por el caparazón.
Era inaudito, al menos en las últimas décadas, y ambos estaban un poco desconcertados acerca de qué hacer con él. Después de todo, se suponía que debía criarse con su hijo y conectarse con ellos, no con usted.
Sin embargo, sabías que todo estaría bien cuando el dragón salió de su caparazón, escaló el costado de la cuna para descansar en la percha en la parte superior.
Era completamente blanco, un color raro para un dragón, con toques de rojo en la parte inferior del vientre y en las puntas de las alas. Sus ojos brillaban con un verde brillante. Él era hermoso.
Observó sus ojos estrecharse hacia usted, como si estuviera escuchando algo, cuando finalmente saltó a la barandilla frente a usted que estaba al nivel de su estómago. Habías contenido la respiración, observándolo nerviosamente, con Daemon a tu lado. Finalmente, se inclinó, soltó un pequeño resoplido y apoyó la cabeza en tu estómago.
Casi te derretiste ante la vista, arrullándote, sintiendo la barbilla de Daemon descansar sobre tu hombro. Él sonrió, dejando que una mano descendiera para descansar sobre tu estómago, cuando el dragón levantó la cabeza enojado, burlándose.
Daemon se rió, levantando las manos en señal de rendición. "¡Eso es correcto! Ya eres un pequeño guardián, ¿no?
“ TimpaAzantys ”, respondiste, pasando un dedo por la mejilla del dragón.
Caballero blanco.
“ Azantys . Ese es un buen nombre”, dijo Daemon, sonriendo mientras el dragón viajaba hasta posarse en tu hombro.
Asentiste. “Azantys. Me gusta eso."
Azantys, posado en tu hombro, y miró a los ojos a Daemon, mirándolo fijamente. Daemon, que nunca cede, entrecerró los ojos, su rostro duro mientras le devolvía la mirada.
