Un Recuerdo de Medianoche (Antología Itaú sub20, 2021)

7 1 1
                                    

No sé cómo empezar esto. Soy terrible contando historias y la mía no tiene inicio ni fin.
A veces siento que fue solo ayer, a veces mi memoria lo hace parecer como si fue hace mucho tiempo. Como uno de esos recuerdos de infancia donde no recuerdas el cómo ni el dónde, solo un pedazo del momento y la sensación que te produjo.
Tal vez el los nubló a propósito. ¿Por qué? No lo sé, y no tuve tiempo de preguntarle. O quizá todo fue sólo un sueño, pienso con frecuencia. Un producto de mi imaginación, enfebrecida por los relatos de horror que tanto me fascina, alguno de los muchos fanfictions leídos y alguna que otra canción. Se fue de mi vida tal como llegó: de repente, sin aviso, y sin darme explicaciones.
¿Puedes extrañar a alguien que no conociste del todo?
De quién no sabes el nombre, pero recuerdas haber sido su amigo, haber hablado con él, incluso haberle abrazado y sentir como era cálido, pero difuso, como el vapor de una taza de café caliente en un día frío.
Comenzó en mi casa, en una tarde apacible. Había llegado del colegio. Tenía un trabajo pendiente, y estaba emocionada por empezarlo. Que un trabajo del colegio me emocione es algo tan excepcional como un político honrado, pero esta vez era especial. Tenía que escoger un barco famoso del siglo XVII, describirlo y poner una breve biografía de su capitán.
Sonaba como el trabajo perfecto para alguien obsesionado con la historia desde que aprendió a leer como yo... Hasta que me di cuenta de que el hecho de estar tan familiarizada con el tema no me ayudaba a decidir exactamente cómo hacer el trabajo. Hola ansiedad, vieja amiga, ¿lista para hacerme compañía de vuelta?
Entonces pasó. En un momento estaba leyendo todos mis libros marinos y de historia mientras mi ansiedad mezclaba mis pensamientos en inglés y español, y al otro un fantasma de un chico de mi edad vestido con una camisa con las mangas arrancadas, una gabardina gastada del doble de su tamaño y unas botas marinas estaba sentado en una orilla de mi escritorio.
- así es como imagináis que era el galeón victory? Sé que el alférez la presumía bastante pero no creía que hayáis tenido en consideración su fanfarronería.
- ¿cómo voy a saber? no hice este libro. - respondí antes de pensarlo dos veces.- pero no sería la primera vez en que reconstruyen de forma errónea un barco u otro objeto antiguo.
Parecía sorprendido de que yo no le temiera. Le comenté el porqué. Me preguntó por los libros abiertos en mi escritorio, e hice lo que cualquier persona haría al encontrar un fantasma en su cuarto; le empecé a hablar de mi tarea. Ofreció ayudarme; dijo que había sido marino en uno de los barcos del libro que tenía frente mío, y que podía contarme sobre él. Accedí, no todos los días conoces un fantasma de hace trescientos años y resulta ser amigable.
Eventualmente, nos hicimos amigos con el pasar de los días. La tarea estaba terminada, pero él seguía haciéndome compañía, Contándome de sus viajes. Había sido grumete antes de morir, desde muy temprana edad. Era huérfano, por supuesto, y había estado en varios navíos como grumete, incluso uno pirata. Parecía muy interesado en la tecnología, y terminé enseñándole a usar un viejo teléfono que tenía por allí. Empezó a usarlo como reproductor de música y a investigar mis playlists, su capacidad de aprender destruía cualquier estereotipo de adaptaciones a la civilización vistas en películas o libros.
Recuerdo una memoria más intensa que las demás. Una que quedó grabada de forma indeleble en mí, y no de forma difusa como las otras
. Estábamos sentados uno frente al otro, el sobre mi escritorio (parecía solo sentirse cómodo allí y rara vez se sentaba en otro lado, aunque pudiera) y yo en una silla. El hablaba y hablaba mientras tenía los audífonos puestos, yo escuchaba. En un momento dado, dejé de prestarle atención a su historia y me enfoqué en él. Me di cuenta de la canción que estaba sonando en sus audífonos (estaban al máximo y al parecer no le impedía escucharme, quizás los espectros tienen oídos diferentes a los nuestros.)
Era the technicolor phase, de owl city.
Un recuerdo relampagueó en mi mente, el recuerdo de un sueño muy viejo que tuve con esa canción en específico. Por un impulso, le pregunté
- puedo abrazarte?
Él parpadeó, perplejo.
No esperé respuesta, solo me levanté de mi asiento y lo abracé.
Por un momento creí que eso fue lo más estúpido que había hecho en mi vida porque era un fantasma, si intentaba tocarlo probablemente lo atraviese sin más.
Pero eso no pasó.
Era sólido, en cierto modo. Dejó caer los audífonos por la sorpresa y correspondió al abrazo, sin decir nada.

Hasta que alguien irrumpió en mi cuarto. Era una compañera del colegio, a la que yo había pedido que venga a ayudarme cuando pudiese con una tarea, y olvide por completo que lo hice.
Pidió explicaciones, obviamente. El fantasma parecía divertido e incómodo al mismo tiempo al verme tartamudear mientras explicaba.
Luego de unos minutos de intensa explicación, logré convencerla de que me guardara el secreto; no quería que todo el mundo se enterase que Jeanne Stedward tenía en su cuarto a un fantasma victoriano al que le gustaba el synthpop de los 2000s y se veía como si Lake y Jesse de infinity train hubieran tenido un hijo.
Pasaron varios días del incidente. Mi amiga seguía viniendo para ver al fantasma, pero al parecer el marino tenía sus preferencias y había ocasiones donde al verla llegar simplemente desaparecía o evitaba hablarle.

Los hechos vuelven a ser borrosos luego de eso. Recuerdo a mí y a mi amiga llegando al colegio el día de la entrega del trabajo, ella comentando que era raro verme ser puntual y yo comentando que cambié el trabajo la noche anterior. Sorprendida, me inquirió que le había cambiado, y cuando iba a contestar, el fantasma se materializó justo entre ambas, interrumpiendo la conversación.
- Me puso a mí -comentó, orgulloso como si anunciase que ganó el premio nobel - Me ha puesto como el capitán del barco.
Mi amiga abrió mucho los ojos en sorpresa. Luego me miró buscando explicaciones.
- dijiste que no era el capitán! ¿Qué pasó, señorita amante de la exactitud histórica?
- ¿qué importa? - Repliqué yo, mirando al fantasma mientras esbozaba una sonrisa.- nadie se pondrá a investigar para saber que no es cierto. Y él merece que alguien lo recuerde más que a ese viejo gruñón, puedo hacer una excepción.

Mi amiga negó con la cabeza, pero ya no contestó; era muy tarde para hacerme cambiar de opinión.
No, ya no recuerdo nada más. No sé que fue del trabajo, ni de él. Todo se perdió en la niebla difusa de mi mente. Ni siquiera recuerdo su nombre. Se desvaneció, tan repentinamente como apareció. Si escribí esto es para recordar, ese pequeño fragmento suyo al que me aferré en mis recuerdos y no quiero soltar jamás.




































RetazosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora