›★ 002 !!

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El ruido de las gotas de agua chocando con su ventana es lo único que alcanza a oír. Su mirada se pierde en un punto fijo de la habitación, su cuerpo está inmóvil hace más de quince minutos en un intento inútil de conciliar el sueño que ya se ha ido por completo desde que siente el otro costado de su cama hundirse detrás de su espalda.

No entiende qué pasó, no entiende cómo aceptó aquello, pero ya no había vuelta atrás y estaba jodido.

No es como si todos los días fuera a pasar algo así, y tal vez era el destino el que lo estaba castigando, aunque no sabe por qué tenía que darle una reprimenda tan cruel, tan pesada y, sobretodo, tan difícil de sobrellevar.

Se ha cubierto con la frazada hasta dejar salir su cabeza únicamente para observar su habitación, como si en ella hubiera ahora mismo algo que le llamase la atención apesar de que eso estaba lejos de ocurrir, y también para respirar algo de aire.

Tomás no puede procesar el hecho de que la persona por la cual su cabeza estuvo maquinando por cinco largos meses en ese mismo instante está detrás suyo, también dándole la espalda, pero sin embargo estaba ahí, durmiendo plácidamente con ropa suya puesta, con su propio aroma impregnado, cubriéndose con las sábanas y colchas que en algún momento tuvieron la oportunidad de verlos fundirse el uno en el otro.

El tatuado es incapaz de dejar de pensar en aquello, en su cabeza solo están las veces en las que Rodrigo compartió con él besos, caricias y suspiros justo sobre aquella cama, en su mente solo se alumbran los recuerdos donde pudo hacerlo suyo de forma salvaje, pero por sobretodo también con cariño y aprecio.

El cuerpo entre aquellos pensamientos le comienza a picar, cosquilleos que conocía de memoria, que eran tan familiares como la primera vez que tuvo al ojiverde cerca, como la primera vez que sus belfos probaron los suyos, como la primera vez que le tomó la mano y entrelazó sus dedos, o como la vez en la que le pidió ser su novio, para pasar dos años y medio de una relación hermosa que dejaron pasar así como así, por orgullosos y egoístas.

Arbillaga se atrevería a pedirle hablar sobre eso, sobre lo que entre ambos sucedió, pedir explicaciones, dar explicaciones, e intentar aclarar las cosas. Ver si podían recomenzar, ver si podían volver a lo que fueron y arruinaron por una idiotez.

Hundirse en sus pensamientos era lo único que siempre hacia –y era lo único que podía hacer–, las noches parecían acompañarlo tan sólo para eso; cada una de ellas eran siempre lo mismo, siempre las mismas preguntas, las mismas palabras, los mismos arrepentimientos.

Tomás podía estar soñando en ese momento, de hecho deseaba que así fuera, pero era estúpido. Era estúpido porque era capaz escuchar claramente aquella respiración entre el silencio de la pieza, podía escuchar la lluvia, la frazada con la que se cubría tocaba perfectamente su anatomía, y la preocupación e incomodidad eran tan evidentes en él que era imposible que aquello fuera producto de un mal sueño.

Y lo que lo hace confirmarlo es cuando siente un brazo rodearle la cintura, paralizando su respirar e inmovilizando su cuerpo entero muchísimo más. Podía sentirlo aferrarse a él mientras se posaba un peso en su espalda, robándole un suspiro tan tembloroso que temió por ser escuchado.

Su boca se abre en sorpresa pero con intenciones de soltar algo que sea coherente, que no se vea interrumpido por los nervios y la inquietante desesperación por saber el porqué de la acción del chico de cabellos rizados.

— ¿Sabés algo, Tomi? —es un tono tan desordenado, pero tan dulce. Se escucha tapado porque habla justo sobre su espalda, pero se oye adorable—. Hace... m-mucho que queria hacer esto...

Tomás no dijo nada por un rato. Esperaba que esas palabras fueran producto del alcohol que llevaba encima y no por el poco raciocinio que aún tenía.

— Rodrigo, creo que tendrías que dormir.

𝗌𝗂 𝗍𝖾 𝗌𝖾𝗇𝗍𝗂́𝗌 𝗌𝗈𝗅𝗈 › 𝗿𝗼𝗱𝗿𝗶𝘁𝗼𝗺Donde viven las historias. Descúbrelo ahora