Prólogo- ¿En la adversidad y... en el futuro?

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Lo primero que ví eran las llamas intensas alrededor en un gran salón azul, lo segundo que ví era la figura borrosa de un hombre en frente mi, solo veía su espalda vestido de negro, voltée a ver mi mano para darme cuenta que estaba manchada de sangre y un bulto que parecía ser una persona cerca de mi, miré mis brazos sucios, mi cabello se pegaba a mi cuello sudado. Escuchaba un pitido fino lo suficientemente molesto para aturdir mis sentidos. Respiré y respiré profundamente, no tenía idea que había pasado, mi cuerpo se sentía a punto de derrumbarse, los músculos dolían y el calor de las llamas solo hacía todo peor. El hombre en frente de mi, inesperadamente volteó, se acerco a pocos pasos de mi cara, no podía distinguirlo aún, solo pude ver sus hombros anchos, una mata de pelo ¿negro?, parecía mover la boca con fiereza -Tie-nes-que-esca...par...- escuché con dificultad.

-No voy a dejarte - dije - Este es mi pueblo también, es lo que quería.

El hombre se alejó un poco, desenfundó su espada y me la entregó. -si es lo que quieres, tienes que matarme, sabes que no hay otra solución, sabes - se quebró- que no pienso vivir sabiendo que no pude protegerte.

A lo lejos más allá de las puertas del salón en llamas se veían unas sombras muy borrosas moverse junto con un ruido de gritos enfurecidos, no avanzaban con rapidez debido a las llamas que estaban consumiendo las telas colgadas en las paredes, aunque estas seguían tan azules e intactas como podría estar un diamante, atrás de mi, observé que sobre unas pequeña plataforma no tan alta se encontraba un trono lo suficientemente grande para distinguir sus enormes palabras engravadas en plata "un rey muere antes que su reino". Mi mente entonces se enfocó en un pequeño espacio entre el trono y la plataforma, como si el mismo trono estuviera flotando incapaz de casi ser visto.

Me alejé del hombre y camine al trono en trance, pase sobre el tumulto que entonces entendí era un cuerpo vestido en blanco ya sucio decorado en joyas preciosas; me incliné al espacio libre, y en efecto, el trono tenía una abertura, apoyé mis manos en la base del trono y empujé levemente, un sonido "click" me recomfortó, ante mi se revelaron unas escaleras a un rumbo aún más debajo del suelo.

-Es la ruta de escape para el imperio- la figura masculina se acercó- y los soldados de la entrada están a no más de 3 minutos, aún puedes huir mientras los distraigo más tiempo.

-Espera - sonreí levemente, las ideas llegaban a mi, los planes y las caras de asombro que entonces ya imaginaba me deleitaban- tengo algo mejor.

Ya que estaba parada sobre la plataforma era un poco más alto que nuestro amigo que ya era bastante alto. -volteate, mira en frente- eso hizo él, sin previo aviso cuando los hombres ya eran figuras más distinguibles para ver sus uniformes de metal curiosamente sin sellos de la armada a la vista, tomé su cuello y descansé la espada peligrosamente cerca, escurrió sangre ligeramente, amplié más mi sonrisa y me preparé para el show.

-Caballeros, bienvenidos sean vuestras presencias a mi fiesta, os esperaba- estos detuvieron la carrera y me miraron confundidos, luego movieron sus vistas a quien tenía una espada demasiado cerca y en sus caras se mostró el pánico - llegaron justo en el momento de más diversión, la ejecución de su última esperanza- sentí el cuerpo que sostenía tensarse, honestamente por alguna razón sabía que él podía librarse fácilmente de mi -sígueme la corriente- le susurré al oído.

-Señorita, eso no es parte del plan y sabe las consecuencias - habló un soldado más grande el primero a la vista y con un casco especial.

-¿plan dices? solo sigo mis intereses, es más útil muerto - conforme movía más la espada y revoloteaba más sangre los soldados caían al suelo uno por uno, sin embargo los demás no se daban cuenta pues se acercaban con cuidado distraídos por la sangre, hasta que solo quedó el soldado principal que entonces aventó una caja con un ruido más intenso que mi pitido difuminado.

Me paralizé, mi cuerpo no reaccionaba a mis órdenes, mi mano no se movía, entonces el entendimiento seguido de miedo me golpeó, este soldado no era normal, era familiar pero mi cabeza dolía como para recordar y no podía distinguir su cara. Ante mi detenimiento y el acercamiento del otro, mi cautivo hizo lo impensable, reposó su cuello totalmente en la espada y entonces sentí la mano empapada de líquido caliente.

Soy la traidora del imperioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora