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—Pedro, ¿Qué te está pasando? —La pregunta tomó tan desprevenido a Pedro que estaba tranquilamente echado en el sofá viendo un partido que hizo que pegara un pequeño salto al escuchar la voz de su pareja. 

Pedro se perdió en sus pensamientos durante unos largos segundos hasta que finalmente apretó el mando del televisor que tenía en su mano y tragó saliva.

—¿A qué te refieres exactamente? —Respondió con otra pregunta haciéndose el tonto.

—Tú lo sabes, eso que lleva tantos días haciendo que pienses, no eres el mismo, estás muy perdido en tu cabeza, siempre estás mirando al techo como si hubiera una plaga de arañas... Y cuando no estás pensando estás hablando de los entrenamientos y de los partidos... —Vea no le estaba mirando mientras hablaba, más bien estaba mirando hacia otro lado evitando el contacto de sus miradas.

—No lo sé, créeme cuando te digo que no tengo la más enana de las ideas de porqué no puedo parar de pensar en... bueno, en lo que sea. —Parecía que Pedro diría algo más pero se corrigió rápidamente.

—¿Estás dispuesto a hablar? ¿Puedo hacer algo para ayudarte? —Vea se mostró colaborativa, ella siempre había sido una buena chica, comprensiva, astuta y buena alentadora cuando Pedro perdía algún partido o sentía que fracasaba en los entrenamientos.

Ante el silencio de Pedro Eva soltó un largo suspiro.

—Está bien, está bien, te daré un tiempo, piensa todo lo que quieras, aclara tu mente y si me necesitas aquí estaré, pero necesito que aceptes la pausa de nuestra relación. —Eva pareció escuchar los pensamientos que pasaban por la mente del chico.

—Eres increíble, siempre sabes lo que hacer y decir. —Pedro rió un poco.

—Igual es porque eres muy predecible.

—No lo soy, bueno no sé, creo que no. —Los dos rieron en voz baja entendiendo perfectamente la situación—. Gracias por todo y perdón por tan poco, intentaré contestarte rápido a los mensajes para compensarte.

—Bien, sabes tu lugar, me debes una.

—Si soy honesto te debo varias. —Pedro se encogió de hombros con una sonrisa mientras que Eva recogía su bolso y algunas cosas importantes que tenía en la casa de su ahora expareja.

—Si necesitas algo no dudes en llamarme, y dame alguna actualización de tu vida de vez en cuando.

—Sí, sí, venga que pareces mi madre cuando me mudé. 

—En fin, manténme al tanto de los pensamientos sobre tu compañero de equipo. —Dijo Eva mientras metía las últimas cosas en su bolso y le causaba un pequeño ataque cardíaco a Pedro.

—Si es que sabes más de mí que yo mismo.

—Lo sé. —Eva sonrió una última vez a Pedro antes de cerrar la puerta de casa y sacar las llaves de su coche.

Pedro se desplomó sobre el sofá por todo lo ocurrido pues era una conversación que llevaba tiempo esperando a ocurrir y que sin duda Eva había sabido llevar de una forma que nadie más que ella podría, capaz de darse cuenta de los sentimientos del chico sin ni siquiera una palabra de él, una chica admirable que según Pedro se merecía a alguien mil veces mejor que él. 

Pensar en alguien más ‒ Pedri y GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora