- ¿Y dónde, exactamente, vamos a comprar una ardilla? ¿En qué clase de tienda venden ardillas?
Frené en seco al momento y caí en la cuenta de que no había reparado en ese insignificante detalle. Al darse cuenta de mi pequeño despiste, Daniela retrocedió con la intención de volver a por su ardilla.
- ¡Espera, espera! -grité. Pero ella no estaba por la labro de darse la vuelta y escuchar lo que tenía que decir, así que fui yo quien echó a correr hacia ella- ¡Daniela, escucha! -Puse mi mano sobre su hombro y ella comenzó a andar más despacio- No te garantizo que vendan ardillas en las tiendas de animales normales, pero tengo algunos contactos...
Daniela me miró desafiante.
- ¿Te has puesto en plan película?
- ¡No, no! ¡Lo digo en serio!
Daniela frenó de repente y suspiró, pensando. Después miró a su alrededor, como si estuviese olvidando algo, y a continuación me miró a mí.
-Bueno. Como no tengo nada mejor que hacer, supongo que puedo ir contigo. Pero a las siete tengo que estar en casa.
Comenzamos a andar calle abajo.
- ¿En serio?
-No. Realmente no.
La rodeé con mi brazo tal como los niños lo hacen con las niñas en el cine, para intentar transmitirle algo de confianza, pero no funcionó. Ella frenó en seco de nuevo y se alejó de mí de un salto.
- ¡No estoy indefensa, ¿vale?! ¡Sé vivir por mí misma! ¡No necesito ayuda de un imbécil como tú que va haciendo dibujos de cualquier cosa porque no sabe qué hacer con su vida! A diferencia de ti, yo vivo en vez de ver pasar el tiempo.
Este último comentario hirió especialmente mis sentimientos, y aunque la ira fluía por mi corriente nerviosa, respondí tranquilo, y con un tono de voz normal, ignorando que ella había perdido el control y empezado a gritar hacía unos segundos.
-Daniela, ni siquiera me conoces lo suficiente como para poder juzgarme a tu antojo y decir cosas como esa. Para tu información, el hecho de que yo salga de casa para dibujar, no es solo el método que utilizo para pagar mis gastos, sino también una forma de ser feliz. Me gusta dibujar, ¿vale? Me gusta salir cada día para ver cómo el sol saluda al mundo, y cómo salen a la luz nuevas cosas que puedo pasar al papel. Yo no veo pasar el tiempo, Daniela. Yo vivo. Yo vivo como quiero vivir, y no como gente que me encuentro un día de lluvia me dice que debería hacerlo.
Daniela se calmó un poco y me miró, esta vez sí, con cara de niña indefensa.
-Lo siento. Supongo.
Pero yo no me di por satisfecho.
- ¿Sabes? Pienso que eres como una niña pequeña. Actúas como tal. ¿No te das cuenta, Daniela? Eres una jodida niña caprichosa, incapaz de mirar por sí misma y darse cuenta de que hay más personas en el mundo, y de que no todas van a ir obligatoriamente a pincharte con un palo hasta que te caigas al suelo.
Sus ojos se llenaron de lágrimas.
-Esta vez sí te has pasado- dijo casi sin voz, antes de darse la vuelta y salir corriendo en dirección contraria a donde nos dirigíamos.
Suspiré. Tal vez había sido demasiado brusco, así que eché a andar despacio por donde ella se había ido.
-Daniela...-dije no muy alto. Pero no obtuve respuesta. Sin duda, no era porque se encontrase demasiado lejos, al contrario, se encontraba a pocos metros de mí, porque había dejado de correr, así que había podido oír mi voz perfectamente-Daniela, lo siento...
Ella seguía sin darse la vuelta, así que me acerqué y le di unos toques en el hombro con los dedos. Pero quien se dio la vuelta no fue Daniela, sino una mujer mayor que llevaba un carrito con un bebé. Qué raro. Habría jurado que aquella mujer era Daniela.
-Lo... Lo siento, señora... Me he equivocado de persona...
Miré a mi alrededor. Pero ella ya no estaba. No conseguía entender adónde podía haber ido en tan poco tiempo...
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La vida de un muerto
Teen FictionDe mí solo se puede decir una cosa: Un día, no recuerdo muy bien por qué circunstancias, terminé en un quirófano rodeado de médicos. Ahora, la mitad de mi corazón funciona a base de engranajes mecánicos.