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Harry nunca fue un niño muy masculino, tal vez por eso su padre se sentía decepcionado.

Uno de sus peores recuerdos y dónde cree que cambiaron las cosas fue una vez que estaba jugando con los vestidos de su hermana, ese día tomó uno muy lindo, era de un color palo de rosa con un estampado de flores, ató en ese entonces su largo cabello  en una coleta con un moño y pinto sus labios de un rojo muy intenso.

Él estaba tan feliz con su imagen frente al espejo, lo que más le gustaba era su cabello, sus padres siempre le decían que lo tenía muy largo para un muchacho pero realmente nunca tuvieron problemas con ello, hasta ese día.

Estaba tan entretenido dando vueltas y cantando que no se dio cuenta cuando su padre entró en la habitación.

"Oh no" pensó al sentir como su padre lo volteaba hacia el bruscamente, cayó un fuerte azote en su mejilla, sus ojos se llenaron de lágrimas.

"¡Qué demonios te ocurre Harry!" gritó.

No respondió nada, solo miraba al suelo, se encontraba aterrado, nunca su padre le había gritado así, si bien lo regañaba muy a menudo debido a su forma tan "femenina" de actuar, pero jamás se había atrevido a ponerle una mano encima.

Su padre lo llevo a jalones al baño y agarro unas tijeras.

"¡Te hemos dado muchas libertades, necesitas disciplina para dejar de comportarte de esta manera!" y dicho eso corto el primer mechón de cabello, y así fue, uno tras otro.

"¡Papá para!" lloraba y suplicaba el pequeño.

Su papá solo se detuvo una vez que ya se había deshecho de todo el largo cabello.

"Tienes que aprender de alguna manera Harry" dijo ni siquiera atreviéndose a mirarlo. "Lávate la cara, quítate todo ese ridículo maquillaje, ponte la ropa que te he comprado y bajas con tu madre, tendremos una conversación" y sin más salió del baño.

Harry no podía controlar su respiración, estaba devastado. ¿Con que cara vería a su padre ahora?

Lo demás es un poco borroso, estaba tan triste que lo único que alcanza a recordar es lo decepcionados que estaban sus padres, desde ese día muchas cosas cambiaron, ya no lo dejaban jugar con su hermana, o acercarse a las cosas de su madre, lo sacaron del taller de arte y lo inscribieron al fútbol "para hacerlo más masculino" dijeron, y ahora no dejaban crecer su cabello.

Dejo de hacer todas esas cosas.

Pero nunca dejo de desear poder hacerlas, a veces lo hacía a escondidas, porque de verdad sentía un alivio y un poco de seguridad cuando las hacía.

...

Abre sus ojos gracias a los molestos rayos de sol que se cuelan por su ventana.

Solo espera que no sea demasiado tarde, porque todavía tiene que arreglarse para ir a misa, nunca fue fan de eso, ni de la religión en sí, siempre le causo un tipo de miedo aquel hombre crucificado lleno de sangre al que todos parecían adorar, pero es algo que *jamás* le diría a sus padres, estos se volverían totalmente locos. ¿Su hijo de 16 años teniendo un criterio propio? Totalmente diabólico.

Se levanta de su cama y se dirige al baño para tomar una ducha, masajea su cabeza llena de rizos con el shampoo de su hermana, le fascina su olor a frutos rojos, continúa lavando su cuerpo delicadamente.

Sale de la ducha y escucha a su madre gritar "¡En 15 minutos salimos!".

Perfecto, ahora tenía menos tiempo para arreglarse, se apresuró hacia su clóset sacando un par de jeans y un suéter de lana amarillo, peinó un poco sus rizos, estos aún húmedos, y duda si colocar un poco de color en sus mejillas y labios con un labial de un color rosa muy sutil que le robó a su hermana, finalmente decide hacerlo, muy poco claramente, no quería recibir ningún regaño, solo quería sentirse lindo.

Salió casi a rastras de su casa, pero tal vez por primera vez habría algo bueno de ir a misa.

Entrando a la iglesia puede percatarse de que son de los primeros en llegar, algo muy común a decir verdad, toma asiento junto a su familia y espera a que llegue el padre.
Realmente le cae bastante mal el padre de la iglesia, lo habían mandado a confesarse con el tantas veces y siempre era por cosas tan absurdas, se estaba cansando mucho de todo el tema de la religión.

El pueblo en el que vive es bastante pequeño, por ende conoce a la mayoría de ahí, fue por eso que se sorprendió al ver a una familia completamente nueva, quién más llamo su atención fue un chico que parecía ser de su misma edad, tenía unos profundos ojos azules, y un lindo cabello castaño, no era demasiado alto, incluso podría decir que era un poco más bajo que él.

Los vio tomar asiento un par de bancas atrás.

Regreso su vista hacia delante, sintiendo su sangre recorrer todo un camino hasta sus mejillas, dejándolas de un color escarlata.

5 minutos después empieza la misa, ya están todos los presentes habituales, a veces realmente desearía poder salir y dejar a ese pequeño pueblo atrás, siempre sintió que esa vida no era para él.

Quería ser algo más, alguien importante, dejar algo en la vida de las demás personas, de pequeño le gustaba imaginar que era un cantante famoso con miles de fanaticos y que realmente ayudaba a alguien con su música.

Más pronto de lo que imaginó la misa finalmente concluyó, mientras sus padres se levantaban a saludar a los vecinos habituales, él aprovecho para acercarse a la nueva familia.

-hola, mi nombre es Harry ¿son nuevos por aquí?- dice en un tono un poco bajo, su timidez haciéndose presente.

-hola, mucho gusto, mi nombre es Johannah. Sí, acabamos de mudarnos aquí- dice una mujer con una voz cálida que no parecía sobrepasar los 45 años, llevaba un atuendo color azul oscuro y el pelo recogido en un moño.

-Bienvenidos, espero que les agrade el lugar- responde con una sonrisa que deja mostrar sus lindos hoyuelos.

Miró hacia el joven ojiazul que tanto le había llamado la atención, esperaba poder conocerlo.

For God's sakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora