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Desde la pelea en el río entre la familia de Hashirama y la suya hace tres años Madara a estado entrenando sin descanso, tomando muy enserio su deber con su clan en la guerra, desde que sus hermanos mayores murieron él quedó en la línea de sucesión para ocupar el puesto del jefe del clan. Mejoró su habilidades físicas, su ninjutsu, perfeccionó su técnica en genjutsu y su destreza en el manejo de armas va mejorando rápidamente, sin embargo, desde el fracaso de su amistad con el Senju, Madara se volvió muchísimo mas reservado y frío que antes, muy poco se relaciona con los otros jóvenes de su clan más allá de los entrenamiento y las reuniones políticas del comité, aunque su padre, Uchiha Tajima, lo prefería así porque se podía dedicar plenamente a su educación y entrenamiento, por otro lado los miembros del clan no se extrañaban ya que de por sí jamás fue muy expresivo.

Disfrutaba pasar tiempo con su hermano, el cuidar su vida se había vuelto su prioridad, pero desde aquella pelea se dio cuenta que no siempre iba a poder cuidar su espalda, el también iría al campo de batalla algún día, más temprano que tarde, por lo que procuró que Izuna también se esforzára en su formación shinobi, lo último que quería era sacar del campo de batalla era el cuerpo sin vida de su único hermano. Pese a que siempre estaba ocupado y pese a que siempre estaba, de una u otra forma, acompañado, Madara se sentía extrañamente sólo, esa sensación en su pecho desde que perdió a su amigo, ya no tenía a nadie a quién confiarle sus sueños, su deseo de paz, su anhelo de tranquilidad, no podía contárselo a su padre ni a nadie del clan pues ya conocía el pensamiento de todos.

—Sólo habrá páz el día en que nos podamos hacer con todo el territorio, de esa forma aseguraremos nuestra supervivencia.– había dicho su padre.

Entre las expectativas de su padre, las de su hermano, la presión del clan, su entrenamiento,la alerta en la lucha y su creciente sensación de soledad, sentía que iba a volverse loco, pocas veces podía sentirse tranquilo, solo cuando llegaba tan cansado a sus aposentos que se quedaba dormido apenas tocaba su futón es que podía relajarse, más no siempre tenía esta oportunidad pues tenía que hacer guardia más seguido en las fronteras del territorio Uchiha para asegurarse que no haya espías ni invasores y esta noche era un día de esos.
Un poco al este había una área rocosa en la que de una roca alta caía un salto de agua bastante fuerte y formaba un pequeño estanque de agua clara.

—Esta es tu ruta Madara-san, y te estacionarás aquí, justo frente al estanque, puede que el enemigo quiera pasar por esta área por el agua potable, no importa quien sea ni que quiera, tienes la orden expresa de eliminarlo.– le indicó el estratega.

Esa fue una noche nublada, con mucho viento y una desagradable sensación en el ambiente, o tal vez solo era su enojo por el cúmulo de pensamientos en su mente que no podía callar cun un plácido sueño como tanto le gustaba. Estaba cansado de esconderse, de seguir la corriente, si tan solo Tajima y Butsuma los hubieran escuchado, si tan solo lo hubieran considerado aunque sea un segundo, se le formó un nudo en la garganta y sus ojos se pusieron vidriosos al entender que en este mundo los sueños nunca se hacen realidad. Le enojaba que aún le afectara, han pasado tres años y la resignación aún es áspera, pero eso es lo que es y es lo que siempre será, un sueño de niños.

Por el correr del viento debían ser al rededor de las tres de la madrugada, para entonces ya estaba saturado de su propia cabeza, trataba de prestar atención a cada detalle del ambiente, el sonido del salto de agua, las pequeñas piedras moverse por la brisa, el rose de las hojas de los árboles entre sí tenían su completa atención en esos momentos. Hasta que algo sonó al otro lado del estanque. Alguien se acercaba rompiendo ramas y arrastrando la tierra bajo sus pies, veía la vegetación moverse en la otra esquina, tenía su kunai listo para atacar.

De entre los arbustos salió una figura completamente envuelta en tela, parecía una persona pequeña, se acercó corriendo hasta la orilla del estanque donde cayó de rodillas y se escuchó un sollozo, una brisa  fuerte y fría le levantó el velo justo cuando estaba apunto de lanzarle un kunai, la misma brisa se llevó la nube oscura que tapaba la luna y entonces la vió. Era una mujer, era pequeña de rostro delgado y con unos ojos grandes de color verde que ahora estaban inundados de lágrimas, su naríz esta roja al igual que sus mejillas y de sus labios en forma de corazón salió un grito desgarrador que le heló el alma a Madara.

—¡AAAAAAH! ¿PORQUÉ ME HACES ESTO A MI DHIA? – grita y reclama. Desde su punto Madara está listo para disparar pero su mano tiembla y la baja al ver que la chica, quien parecía tener mas o menos su edad, seguía reclamando y pataleando al viento — ¿PORQUÉ DHIA, PORQUÉ? ¿ES ESTE MI CASTIGO POR DESOBEDIENTE? ¿POR IR CONTRA TUS ÓRDENES? ¡ME SACASTE DEL PARAÍSO Y ME MANDAS ESTA TORTURA!

Estaba hipnotizado y algo molesto, ¿porqué ella si podía desahogarse y el no? "Eres un hombre Madara, un verdadero hombre jamás lloraría como un bebé por un capricho". Había días donde solo quería que su padre se callara y lo dejara ser, pero eso era imposible. La jóven siguió gritando durante un rato y Madara no pudo sentirse más que  identificado, mientras ella hacía su escándalo el se permitió llorar en silencio mientras imaginaba que sus gritos eran los suyos, y desahogaba su ira por medio de ella.

—aha, aha, aha– gimoteó, parecía derrotada — Dhia – levantó las manos con las palmas al cielo — por favor no me abandones.

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