El Ángel y su demonio.

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A las afueras del bosque, los humanos hacían fiestas para celebrar la vida y lo que ésta les ofrecía para vivir. Bebían vino, comían frutas y pan muy felices.

En el bosque cada que hacían estas celebraciones, un Ángel descendía del cielo y los observaba oculta entre los árboles. Extrañada, veía la forma que tenían para vivir la vida feliz, la manera en que se veían a los ojos con cariño y confianza, y por sobre todo, "envidiaba" el amor que se demostraban los unos a los otros sin recompensa.

Muchas veces descendió de los cielos para tratar de entender el vínculo que los humanos forjaban entre ellos, y una noche El Arcángel le sorprendió cometiendo falta con los suyos...

-sabes que no debes descender sin el permiso de tus superiores.

-lo sé... por favor no lo comente con los superiores, no quiero perder mis alas.

-asciende inmediatamente de entre los mortales. Este no es tu lugar.

Con tristeza, el Ángel se tuvo que separar de eso que era incomprensible para los celestes. El entender que cada momento para los humanos era el último los hacía más bellos y apreciaban cada uno de esos instantes.

Una vez ascendidos el Ángel y su superior, éste le visa:

-solo te he devuelto a los cielos porque eres hija del Divino. Por favor procura mantenerte alejada de los mortales. Otros no serán más benévolos.

-así será mi celestial superior.

Y así fue como por mucho más tiempo se mantuvo alejado de aquello que deseaba con desesperación en los infinitos firmamentos. Eso que su padre les entregó a los mortales como regalo, y que a los suyos recela. El Ángel se preguntó siempre porque.

Una vez nadie observaba, el Ángel decidió ir a visitar nuevamente los humanos y anhelar el sentimiento que tanto deseaba.

Observando entre los árboles a escondidas, escucha que se le acerca alguien sin miedo a su imagen divina.

-aléjate humano!- Anunció con voz firme.

-he venido a ofrecerle lo que ha buscado desde hace tiempo mi bellísima celeste.

El Ángel lo toma de las manos implorando con lágrimas en los ojos, casi con misericordia, anhelando solo un ápice de aquello que llamaban amor.

A medida que el humano se acercaba, éste iba mostrando su verdadera identidad demoniaca; y al estar frente a frente con el Ángel éste le dice entre susurros, a milímetros de su boca intocable:

-tus alas te serán purgadas.

El Ángel tomó el rostro del demonio como si de ello dependiese el futuro de la existencia misma. Lo acercó al suyo y probó de él, el néctar de aquello que le fue negado por eones.

El demonio la cubrió con sus alas, y un calor abrasador envolvió al Ángel de nueva vida.

Sabía el riesgo que éste conllevaba, pero si debía perder sus alas y convertirse en una mortal por haberlo catado, valía cada instante que este demonio le entregó al conocer el más puro e inocente de las emociones humanas.

El Ángel se unió a los humanos hasta el día de su muerte, y en vida, no paró de ir cada noche al bosque en busca de su demonio que le correspondía con aquello que, con gracia, conscientemente dejó atrás.

El demonio le correspondió a su llamado una que otra vez demostrándole que el sentimiento de los mortales es efímero y precioso, y no debe ser usado en desmedida o por vicio.

El demonio enseñó al Ángel que si abandonaría lo más preciado de su ser, éste debía valer la pena el sacrificio.

Su padre Divino, orgulloso veía a su hija convertida en lo que tanto deseó, y con dulce tristeza ocasionalmente descendía iluminando el bosque junto a los superiores, a observar aquello que le había prohibido por la eternidad.




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⏰ Última actualización: Feb 07 ⏰

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