3 - [Lunes de Confesionario.]

194 15 265
                                    

     No había dormido casi nada esa noche, aunque claro que el cansancio lo venció en cierto momento y se encontró apagando la alarma al amanecer. Se levantó con pesadez y al igual que cada mañana observó el amanecer, había adoptado aquella costumbre gracias a las jugarretas de ciertos niños en el orfanato y despertando al amanecer se salvaba de mucho, pero no había tardado demasiado en descubrir lo maravilloso que era observar el crepúsculo matutino. La belleza del sol, fuente de vida del planeta, era inmensurable en esos instantes y apaciblemente observable a diferencia del resto del día.

Mientras leía su Biblia tomó un té que hizo en la pequeña cocina-comedor junto a su habitación. Aunque realmente no lo hacía, leer aquel libro era una costumbre, pero más bien se trataba de una manera de estudio y de auto-comprobarse que todavía conocía cada palabra de memoria así como lo hacía el padre Outterridge. Repasó el fragmento que había leído en la misa del día anterior y fijó su vista en aquella página pensando en lo que había sucedido.
Todavía le costaba creerlo, que fuese él, pero no tenía otra explicación; tampoco podía entender cómo el mismísimo diablo podía entrar a la casa de Dios sin incendiar todo a su paso, ni mucho menos como podía ingresar en su cuerpo el cuerpo de Cristo bendecido sin prenderse fuego él mismo. Rememoró aquello como si se tratara de una cámara lenta, como los ojos verdes brillaban observándole con tenacidad, como abrió aquellos labios rosáceos esperando que le entregara la ostia... El olor a canela y azufre perforando sus fosas nasales mientras le apoyaba la sagrada forma en la lengua.

- Padre – la voz de Aaron le precipitó junto a su mano apoyándose en su hombro.

- Dios mío ¡Aaron! – reclamó llevándose una mano al pecho.

- Perdóneme, estuve mucho tiempo llamándolo desde la puerta pero creo que estaba muy concentrado en su Biblia, padre – defendió.

- Oh... ¿Y qué querías? – soltó frunciendo el ceño y cerrando el libro que reposaba frente a él.

- No quisiera interrumpirlo, pero ya es horario de confesionario, padre - recordó enseñándole el reloj en su propia muñeca escuálida.

- Vaya... - musitó notando que ya eran las ocho de la mañana y para ese entonces ya acostumbraba a estar dentro del confesionario – Vámonos entonces – propuso antes de levantarse y seguir a Aaron hacia la iglesia.

Los lunes eran día de confesionario, por supuesto los viernes también, porque la gente acostumbraba a pecar seguido y a querer confesarse instantáneamente después del fin de semana o antes de que llegue la próxima misa para poder comulgar.

Estaba acostumbrado a las mismas historias del confesionario, que se presentaban casi siempre en el mismo orden; mujeres que guardaban rencor a sus maridos, maridos que eran infieles a sus esposas, hombres y mujeres teniendo pensamientos impuros hacia el sexo opuesto o hacia el propio, personas deseando a la pareja de su prójimo e hijos deshonrando a su padre y a su madre. Estaba acostumbrado a lo mundanos y simples que eran aquellas confesiones, que sabía a la perfección de quién era cada cuál porque en un pueblo chico todos se conocen.

Ahora le tocaba a Stacey Finnegan, siempre era lo mismo con Stacey Finnegan y Louis como buen padre siempre la consolaba. Louis era bastante liberal, por eso es que la entendía, a pesar de haber crecido religiosamente había vivido y visto lo suficiente como para no ser inflexible. Stacey era lesbiana, pero eso era un gran secreto porque para el resto del pueblo Stacey era prostituta. Siempre lloraba, siempre pedía perdón porque a pesar de todo era muy religiosa, porque sus padres la habían echado de la casa al enterarse de su sexualidad y la habían negado como hija, porque le causaba un asco inmensurable cada hombre con el que se acostaba. Como siempre, la consoló, como siempre se atrevió a correr levemente la rejilla que les separaba y escondía el rostro de ambos, porque como siempre decidió tomarle de la mano para hacerle saber que no estaba sola.

the devil and the priest - lsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora