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"Si amas una flor que vive en una estrella, es dulce mirar al cielo por la noche. Todas las estrellas en flor con flores...".

—Hay un planeta ahí afuera, con un niño y un libro de flores.

—Pero tu dijiste que eso fue hace mucho tiempo.

Yeonjun mira al niño Glietian y extiende su mano para despeinar su cabello. Oscuro y espeso, se siente como sarcillos de una noche larga, cuando las estrellas solían pintar los cielos.

—Lo fue. Responde Yeonjun, y piensa que debe haber sido hace muchos años terrestres, todavía no se puede recuperar del incidente del todo. Sus palabras son más redondas, más suaves y claras en una forma que simplemente el Glietian no lo es.

—Entonces ¿Cómo sigue siendo un niño? No debería haber a-a... El niño Glietian frunce el ceño, sus facciones son parecidas a las de los humanos. Yeonjun se pregunta si alguno de sus padres seria humano, pero de todas formas era raro, y las pruebas genéticas no habían progresado.

—¿Crecido?. Corrige Yeonjun riendo, recostándose en su silla, su cabeza tocando uno de sus árboles de cerezo. Señala el techo de la casa verde, una pequeña hoja de plasma mantiene el oxígeno dentro, y el nitrógeno fuera, proyectando el universo en ese espacio en particular del cielo.

—Si, una de esas cosas.

—Porque no sé si él ha decidido crecer todavía. Dice Yeonjun, —Yo todavía no. Sigo siendo un niño.

El niño frunce el ceño, —¿A qué te refieres?.

Yeonjun presiona unos cuantos botones en su silla hasta que esta vuelve a la vida, moviéndose por el borde de la enorme casa verde, hacia una pared llena de libros cuidadosamente encapsulados, en caso de que decaigan. Busca uno y lo saca, un libro en particular, uno pequeño, con la foto de un pequeño niño con flores en la portada.

—Nos has leído ese libro. Dice el niño Glietian, aplaudiendo y sonriendo.

—Es mi favorito, bueno, no mi favorito, es el favorito del niño en la tierra.

—¿Cómo se llama?.

Yeonjun se detiene, el nombre de Beomgyu en la punta de su lengua, como una plegaria y una perla, una perpetua promesa de un tal vez. —Lo olvide... Como decía, fue hace realmente mucho tiempo. Pero como pienso en él, lo mantengo en mi memoria.

—El guardián de los recuerdos. Repite el niño, voz suave, estruendosa y redonda, tratando de imitar el acento de Yeonjun. Yeonjun abre la tapa de El Principito y señala un pasaje donde habla de corazones y flores, y lo lee en voz alta, traduciendo a medida que lee. El niño se queda quieto y callado hasta que Yeonjun termina.

—¿Entonces todas estas flores son para él? ¿Así no tiene que preocuparse de que la oveja se coma las flores? ¡Hay demasiadas flores aquí para que cualquier oveja pueda comérselas!. Como si ilustrara, el niño movía sus manos señalando la extensión de la enorme casa, acres y acres de tierra, acres y acres de cerezos.

Yeonjun rió, —Muy inteligente, sí. Estas son para él. Así él puede mirar al cielo y ver las estrellas en flor con flores.

—Debe sentirse solo, estando ahí por su cuenta... Dijo el niño Glietian, arrugando la nariz cuando un pétalo cae sobre ella. Se queda bizco brevemente, mirando fijamente la pequeña cosa rosa antes de sacudir la cabeza y que el pétalo caiga al suelo. Yeonjun suelta un suspiro y asiente, tratando de no pensar en ello (como lo ha hecho tantas noches, tantos días, demasiadas semanas, demasiados meses, y demasiados años) acerca de que tan pequeño habrá lucido Beomgyu acurrucado sobre el sillón, preguntándose si Beomgyu se habrá cantando a sí mismo para dormir esa noche, con los ojos cerrados, pretendiendo que era la voz de Yeonjun. Si Yeonjun tuviera que nombrar algo que reprocharse en la vida (aparte de haber dejado a Beomgyu... si él solo se hubiera quedado con él... si él solo... El no haberle cantado a Beomgyu cuando tuvo la oportunidad de hacerlo. No cantar para él cuando él se lo pidió, no haberle cantado mientras estaba despierto, no haberle cantado mientras estaba dormido. Cantándole a través del ritmo de cada día que pasaron juntos como niños. Todavía siendo niños.

—Él tiene mi libro favorito para hacerle compañía, y como puedes ver, todo este enorme jardín en el cielo. Dice Yeonjun y sonríe para sí mismo. Porque tiene que aferrarse a algo para mantenerse cuerdo, es gracioso que sea a lo que la gente de antaño hubiera llamado locura: creer, engañarse a sí mismo, no. Creer que tal vez, existía la posibilidad de que beomgyu seguía vivo y mirara hacia las estrellas, preguntándose si Yeonjun también lo estaba. Si estaba ahí.

—Bueno, si todas estas flores son para él, entonces ¿Cuáles son tuyas?. Preguntó el niño Glietian.

Yeonjun presiono sus dedos sobre el libro en sus manos, trazando el contorno andrajoso e intentando imaginar el amanecer. Hay dos soles aquí, y demasiadas lunas para contarlas, no hay amaneceres ni atardeceres, debido a la rotación de los soles y las lunas y todas las estrellas, es prácticamente imposible trazarlos. Trata de imaginarse el amanecer tan hermoso como el de la tierra, pero no puede, entonces se pregunta si los amaneceres por si mismos eran hermosos, o si solo era por la forma que iluminaban el rostro de beomgyu. Trata de recordar un amanecer sin él a su lado, y no puede. No hay ninguno para recordar

—Él, él es mi flor. dice Yeonjun, —El único.

—Oh. Dice el niño, manteniéndose en silencio, y luego, —Entonces, ¿Cómo sabes que él sigue ahí? Que la oveja no se ha comido la flor, eso era lo que decía el libro, ¿No?.

Yeonjun asiente y pone el libro de nuevo en su lugar, el sonido del bloqueo como un pequeño hiss.

Mira de nuevo hacia el improvisado cielo, proyectado en el techo de la gran casa verde y trata de imaginarse el universo mas allá, en dirección a la Tierra, y suspira, profunda y pesadamente, entrelazando sus dedos sobre su regazo.

El suelo debajo de él cubierto de flores que caían de los árboles.

—Esa es la razón por la que sigo siendo un niño... porque me pregunto si mi flor aún sigue ahí. Y como el libro dice, ese es el tipo de sufrimiento, el tipo de importancia que alguien que ha madurado no entendería...

WONDER (Yeongyu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora