"If there was five more minutes of air, would you panic and hide,
or run for your life, or stand here and spend it with
me?.
If we had five more minutes,
Would I, could I, make you happy?".Los mechones de cabello rubio brillaban con la luz del sol, tan encandilante como su sonrisa... No. Su sonrisa era mas encandilante que cualquier estrella del basto universo. Mas brillante que cualquier oferta, mas dulce que cualquier caramelo, mas cálida que cualquier fogata.
Al alcance de su mano, solo debía estirarse un poco y sujetarlo, entrelazar sus dedos y esperar a que él se riera de su expresión, siempre le había resultado gracioso cuando la preocupación inundaba sus facciones. Solo eso bastaba, y todo se alejaría como un mal sueño, un extraño y borroso recuerdo. Una mentira.
Los bordes de su vista estaban borrosos, no sabía si era por las lagrimas o por la falta de las mismas, sentía que había recorrido un largo trecho bajo el sol, sin agua y sin comida, con los pies entumecidos por el frío. Pero tenía que hacerlo, o se arrepentiría de ello por el resto de su vida, no es como si no lo hiciera, pero de momento le parecía lo menos importante.
Como pequeñas gotas rodando por sus dedos, como humo escapando de sus palmas, rosó el dorso de su mano y espero a ver su respuesta. Con el corazón deshecho observo como el mayor se volteaba para mirarlo con el ceño fruncido.
—Sabes que todo se acaba cuando haces eso. Susurro, el sol se había apagado.
—Tenía que intentarlo. Admitió, aún mirando las suaves facciones, esta vez estaba completamente seguro de que era él, los mismo ojos, la misma pequeña nariz y los mismos carnosos labios.
—Lo sé. Dijo haciendo una mueca. —La próxima vez solo disfruta de la vista. Sin ningún otro indicio más los bordes empezaron a crecer, las cosas se volvieron borrosas y poco a poco el fondo se volvió negro, pero aun podía ver su expresión, aquella cuando algo no solo le molestaba, si no que también lo heria. Incluso esa expresión, aquella devastadora recreación que su subconsciente le había regalado lo era todo para él.
Se removió en su lugar y pestaño dos o tres veces para acostumbrarse a la luz, él ya se había ido. Como la mayoría de sus sueños, Beomgyu siempre se enojaba y todo colapsaba a su alrededor cuando Yeonjun trataba de tocarlo, cuando trataba de salirse del guion impuesto por su subconsciente.
Suspiro mirando el techo del invernadero, donde todas las estrellas en flor lo observaban con pena.
No había un solo habitante de ese planeta que no lo compadeciera, y eso era algo que lo volvía loco, todos sabían, y nadie hacia nada.
Sin más que hacer se quedo allí postrado, esperando a que la muerte inevitable le llegara. Habían pasado unos cuantos años, así que según sus cálculos, podía ser en cualquier momento. ¿Qué diría Beomgyu si supiera sobre su nueva rutina?
Probablemente le diría que esta actuando como un estúpido, que estaba desperdiciando su segundo chance... pero ¿Qué mas daba? Beomgyu no estaba allí para presenciarlo.
Ya había recorrido el planeta, había pasado incontables días observando como la vida continuaba, había plantado algunos arboles, había aprendido algunas cosas sobre la cultura, ya hasta podía hablar el idioma local. También había conocido gente muy interesante, sabía que muchos de ellos podrían clasificarse como amigos, pero el termino ya no le gustaba tanto, porque después de todo sabia que el único amigo real que alguna vez tuvo o tendrá estaba a miles de millones de kilómetros, probablemente recostado en aquel viejo sofá, con algo de suerte había encontrado algo para taparse.
Su esbelto cuerpo, todas las noches de invierno que lo había oído titiritar de frío en sus profundos sueños, aquellas noches donde solo su cuerpo le servía como fuente de calor, donde los limites de aquel amor fraternal se fundían, donde solo le importaba su bienestar.