Prólogo

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Londres, 19 de Abril del 2017


Frustrado, así se sentía Harry en estos momentos, como todos los días había tenido que interactuar con un montón de personas en busca de ese jodido sonido, pero su búsqueda no tenía frutos, nadie parecía ser lo suficientemente bueno para sus exquisitos gustos,  y ya no se sentía capaz de perseguir aquella meta que ya parecía imposible.


Miles de pensamientos embargaron su cabeza, creyó que ya era el momento de dejar todo de lado, estaba jodidamente enojado, nunca pensó que sería tan difícil, necesitaba desahogarse de una vez, joder si que lo necesitaba...

 No termino de pensarlo cuando ya se encontraba en camino al Bar de la calle 42, donde acostumbraba conseguir a sus polvos ocasionales, que solían ser chicas que no pasaban los 22 años y que veían en él al hombre de su vida, sin embargo a él le valía mierda sus sentimientos cuando este las dejaba solas en los cuartos de los hoteles sin ninguna explicación.


No pasaron ni 15 minutos cuando llegó y se sentó en la misma silla de siempre, no tuvo que decir nada, el mesero ya se encontraba trayéndole un poco del líquido amarillo que tanto le gustaba, aquel que le hacía ir a otros universos y anestesiaba sus pensamientos.


Las horas pasaban volando, ya había perdido la cuenta de cuantos vasos había consumido, ni siquiera recordaba donde estaba, qué más da, en su cabeza retumbaba la música del recinto combinada con las melodías de cada una de las personas.

Las copas seguían viniendo y no se sentía capaz ni de pararse aunque quisiera, así que decidió dormirse hasta que alguien se de cuenta de su estado y se digne a ayudarlo.


Estaba apunto de ceder ante los brazos de Morfeo cuando de repente sintió que alguien le chocaba la espalda, en ese momento decidió ignorar el acto sintiéndose incapaz de moverse de su posición, cuando de repente empieza a percibir el sonido más hermoso que hubiese escuchado nunca; volteó con sus últimas fuerzas, y fue ahí que lo vió, un chico menudo, poseedor de unos hermosos ojos azules que se tornaron de miedo cuando sus jades lo penetraron, Harry juró aprenderse todas sus facciones en milésimas de segundos, no lo dudó un momento más; la melodía que emitía ese chico era la que tanto había estado buscando... y a pesar de ser el único que la escuchaba, se encontraba deseoso de poseerla, y si para eso tenía que hacerse dueño del ojiazul, pues entonces eso haría, ese chico y la melodía que desprendía le pertenecerían por completo.

Perfect melody || Larry Stylinson.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora