inesperado : lumarcaniel

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Marc pateó una piedra que encontró mientras caminaba devuelta de la escuela, siguiendo el mismo camino que había memorizado desde que tenía 8 años. Su vida ciertamente no era la más emocionante, manteniendo una rutina bastante similar desde aquel fatídico —y algo borroso— día en el que su padre había fallecido por una enfermedad que su madre se negaba a mencionar cada que él hacía preguntas al respecto.

Afortunadamente no tenía muchos recuerdos de eso, pues tendría quizás unos 3 o 4 años cuando sucedió. Lamentablemente eso significaba que tampoco tenía muchos recuerdos de su padre y aunque no le afectaba de la manera en la que uno esperaría que le podría afectar a alguien la muerte de un familiar tan importante como un padre, era verdad que en ocasiones como "Día del Padre" o así, sentía un pequeño vacío en su pecho al saber que no podía compartir las mismas experiencias que sus compañeros.

Su madre se encargó de hacer el trabajo de ambos padres y cuidó muy bien de él —o al menos es lo que decía ella—, ya que a pesar de que no era una mala madre (Marc jamás podría decir algo así de ella), no era muy presente en la vida de su hijo gracias al trabajo abrumador de tener que cubrir los gastos que implicaba ser una madre soltera en Taiwán, sin contar que cuando su pareja había fallecido, ella era muy joven y le costó muchísimo más poder encontrar un trabajo estable donde la aceptarían. A pesar de todo, Marc la amaba, pues sabía que ella hacía su mejor esfuerzo y que nada de lo que había sucedido era su culpa.

Rebuscó en sus bolsillos hasta oír el tintineante sonido de las llaves que su madre le había dado para que pudiera entrar en el departamento sin tener que esperarla por horas a que regresara de la oficina. Colocó la que tenía una goma rosada en la cerradura y pudo abrir la puerta para entrar al departamento en el que vivía junto a su mamá. Lanzó la mochila al sillón y se aseguró de cerrar bien la puerta, para después dirigirse a la cocineta en busca de algo para comer antes de hacer la tarea.

Marc no se consideraba a si mismo como el más inteligente del salón, pues siempre había tenido problemas con las tareas y usualmente los profesores llamaban su atención al ver que él se distraía en cosas como mirar fuera de la ventana, jugar con sus plumas o garabatear en sus cuadernos. Aún así, daba lo mejor de sí para poder sacar notas decentes y no darle más problemas a su madre de los que ya tenía.

También le costaba muchísimo hacer amigos, siempre había sido bastante tímido pero el hecho de haber sido molestado cuando era más pequeño había destrozado por completo su autoestima y habilidad para socializar comúnmente. Después de entrar a la secundaria, parecía que le iba un poco mejor, asumía que los adolescentes eran "muy maduros ahora" como para gastar su tiempo burlándose de él o algo así.

No tenía mucho que una chica de cabello oscuro, tez morena y ojos marrones llamada Olivia le había empezado a dirigir la palabra. Era amigable y a juzgar por su actitud, bastante extrovertida, a veces Marc deseaba saber cómo es que le era tan fácil simplemente ir y hablar con otras personas como si fuera lo más normal del mundo —por que a pesar de que lo fuera para algunos, como se había mencionado antes a él le costaba bastante—, y su trato hacia Marc le hacía sentir un poco mejor de ir todos los días a la escuela por mucho que sintiera que ese día quería quedarse en casa y faltar toda una semana. No sabía si podía llamarle amiga aún, pero él consideraba que eran lo suficientemente cercanos. A veces pasaban los recesos juntos y él le mostraba algunos pequeños escritos que se le ocurrían a Marc de vez en cuando, cuando la inspiración llegaba de la nada.

–Deberías ser escritor, Marc– dijo Olivia, mirando la libreta del ojiverde, sonriéndole de forma genuina –Tu forma de escribir es muy bonita, me encantaría que la usaras más que sólo para pequeñas historias como esta. ¡Podrías hacer un libro incluso!

Lo cierto es que Marc adoraba escribir. Era lo único que lo había mantenido entretenido en la primaria, cuando estaba completamente solo en los recreos. Aunque también había otras cosas que le interesaban, como el fútbol, arte y música. Por supuesto, pensaba que era muy pronto para pensar en el futuro, y esperaba algún día ser lo suficientemente maduro y mayor como para elegir una buena carrera, una que haría que su madre se sintiera orgullosa de él y que sus esfuerzos durante los más de 10 años no habían sido en vano.

Marc finalmente se decidió por un poco de pasta que quedaba de hace algunos días y un yogur de vainilla. Se sirvió un poco de la pasta en un plato y lo calentó, mientras que buscaba su botella de agua para lavarla y tenerla lista para mañana. No pasó mucho para que pudiera empezar a comer, tomó un poco de pasta con el tenedor y se lo llevó a la boca, accidentalmente quemándose la lengua. Suspiró, realmente no tenía mucha importancia, tenía que terminar pronto para empezar la tarea ya que se había atrasado con algunos trabajos de la semana y tenía que entregarlos mañana o su calificación bajaría.

Trató de comer lo más rápido que pudo, lavó sus platos y limpió la mesa antes de sentarse a hacer la tarea, empezó con lo que le era relativamente más sencillo y mientras hacía su tarea de matemáticas, su madre entró a la casa. Pensó que había salido temprano del trabajo, pues su hora de llegada usual era aproximadamente a las 10 de la noche, y apenas iban a dar las 9. Se levantó a ayudarla y de paso saludarla.

–¿Cómo te fue en el trabajo, mamá?– preguntó Marc, ayudándole a dejar su bolso a un lado.

Su madre parecía extrañamente... alegre. No es que fuera algo malo, pero usualmente nunca tenía esta expresión de felicidad, especialmente después del trabajo, siempre decía que era cansado y que lo único que quería hacer era cenar e irse a dormir.

–Marc, tengo muy buenas noticias para ti.