Dentro de House of Sound

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Eran gemidos. Se podían oír claramente desde la posición en la que Lucas se encontraba.

¿Cuánto tiempo llevaba allí? No tenía ni la más mínima idea. Sólo sabía que ya no era consiente de sus propios actos. No por lo menos, desde que llegó a ese lugar. O más bien, desde que su abuelo lo envió a ese terrible lugar.

Cuando abrió sus ojos pudo notar a lo lejos el cuerpo ensangrentado de su padre. No entendía qué era lo que sucedía, sólo sabía que el pobre hombre yacía en el suelo con graves heridas por todas partes.

— ¡¿Papá?! —gritó una vez consiente de lo sucedido.  

—Tranquilo, hijo —logró decir antes de que escupiera con claro dolor una enorme posa de sangre—. No es culpa tuya —susurró con ternura. Finas gotas de lágrima rodaron por sus ojos hasta caer y desaparecer entre la sangre que estaba repartida por todo el lugar.

Lucas trató de acercarse a él, pero enseguida notó el grueso metal que rodeaba su cuello. Estaba encadenado a una pared. Pero, era extraño, la cadena era lo suficientemente larga como para recorrer todo el lugar. Cogió la cadena con sus manos y allí pudo notar que ellas estaban bañadas de un líquido rojo carmesí. Sangre. Acercó sus manos hasta su rostro para cubrir su boca y así evitar que el revoltijo que sentía saliera por allí.

Más sangre.

Levantó la mirada y allí observó un sinfín de hombres que les admiraban desde lo alto tras un enorme ventanal de vidrio blindado.

Todos ellos los embelesaba una sádica y morbosa sonrisa.

—Sólo tienes que aprender a controlarte, Lucas —dijo uno de ellos a través de un micrófono.

Su voz resonó en toda la habitación tras un molesto sonido agudo que provocó. Lucas se retorció de dolor

—Sino lo logras, tu padre no podrá salir con vida de éste lugar —aseguró con un claro tono mal intencionado.

Lucas se apoyó en la pared para lograr así sostener su cuerpo. Miró con desesperación cada rincón del lugar. No había un solo espacio que no tuviera marcas de aquel macabro acto. Estaba torturando a su padre.

—Papá... —musitó una vez más—. Lo siento yo no...

—No es tú culpa —interrumpió una vez más el cándido padre.

Él sabía a la perfección que aquellas transformaciones eran comunes para la edad que tenía el chico. Y más aún si aquel era cruelmente obligado a transformarse para experimentar con su condición.

—Papá... —susurró una vez más antes de soltar un desgarrador gemido.

La cadena que ataba su cuello había producido una fuerte descarga eléctrica la cual provocó que Lucas se transformara casi instintivamente aquel bestial monstruo.

Sus ojos estaban desorbitados e inyectados de rabia y odio. Su enorme lengua colgaba de un extremo de su formidable hocico.

—Lucas...

La bestial, al sentir la voz de aquel hombre que le llamaba por su nombre, movió las orejas intentando reconocer desde dónde venía aquel inaudible gemido. Al observar aquella desfigurada forma humana, el lobo sintió deseos de acabar con la escasa vida que le quedaba. Pero algo lo detenía. Eran sus ojos. Los ojos de aquel hombre que derramaban lágrimas a diestras y siniestras. Suplicando, entre susurros, que dejaran en paz a su hijo. De que él no era culpable de nada, más bien, era él mismo el que tenía la sangre contaminada.

Lucas aulló. El dolor que sentía por el daño que le había ocasionado a su padre era tremendo. Su espalda se encorvó por completo mientras sostenía el peso de su cuerpo en ambas patas traseras, sus manos se dirigieron rápidamente hasta su cabeza y de su enorme hocico salió el más terrible y desgarrador quejido que hayan oído jamás los hombres de House of Sound.

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