DIARIO

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13 de mayo de 1992

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13 de mayo de 1992

Hay algunas cosas que no llevan demasiada explicación. Una vez, por ejemplo, cuando tenía doce años, vi a una mujer agachada delante de un hombre en el Barranco de Peonias, cerca de la playa. Estaba utilizando la lengua, mucha saliva y susurraba cosas que yo no entendía por completo, aunque un poco sí, en el fondo. Eran palabras sucias, y que me llenaron la barriga de inciertas preguntas para las que debía buscar respuestas por mi cuenta.

El hombre gruñía como animal y empujaba cada vez más la cabeza de la chica a su entrepierna. Yo me encontraba detrás de unos arbustos, observándolo todo. Solía ir a escribir por lugares solitarios.

¿Por qué aquella dupla de extraños estaba profiriendo sonidos semejantes a los de los animales enrabiados? Pensé. ¿Por qué las olas furiosas del mar trataban de encubrir aquel acto? ¿Debía llamar a la policía? Recuerdo que, cuando se fueron del lugar, la chica tenía las rodillas sangrando por el suelo rocoso de la isla.

Años después, pienso que aquello me dio la bienvenida a lo que conozco hoy por Puerto Alfarez. Un lugar donde, como mínimo, alguna vez en la vida te meten un pene en la boca. Quieras o no, eso no importa mucho. Aunque, si tienes suerte y acabas en un buen burdel, puedes conseguir cincuenta jaspes por cada chupada.

Hay algo en Puerto Alfarez que deslumbra y aterroriza al mismo tiempo, que genera una necesidad casi paternal de hacerse cargo de su historia. De contarla correctamente. ¿Serán sus constelaciones de terciopelo y las luces rojas por las noches, de cuando se encienden los negocios? O del humo de cigarrillo que sale de los bares a hora temprana como una chimenea...

No sé bien cómo comenzar esta historia, pero algo me dice que empezó hace mucho tiempo, con la imagen de aquella chica de rodillas ensangrentadas. Sangre, saliva y una puta.

¿No es, acaso, poético?

No quiero que sepan quién soy, ni de qué familia vengo, ni mi edad, ni mis gustos. Lo único que deben saber sobre mí, sobre quien les escribe, es que soy el ojo que todo lo ve. El Ojo. Veo muchas cosas que tal vez no debería. Mejor dicho, me interesa saber muchas cosas que no debería. Aunque por el momento no me he metido en problemas.

En esta historia hay muchos personajes. Hay muchos culpables. Varias verdades, tantas, que incluso podría escapárseme una mentira de por medio. Pero ya conocen el dicho. Para verdades, el tiempo, y para justicia, Dios. O, mejor dicho, El Ojo.

Y ese vendría a ser yo.


Y ese vendría a ser yo

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¡Hola hola!

Gracias por acompañarnos. Estamos súper contentas de comenzar esta nueva aventura con ustedes y como no, lo empezamos al mejor estilo de las tres diablas, con un misterio.
Empiecen a tomar nota, porque este Ojo, va a dar mucho para pensar.
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