Capitulo dos:

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Capitulo 2:

-¿Aún respira?

Christine le respondió que sí a su esposo, por enésima vez.

Cuando tomaron Barton Road y el edificio apareció ante ellos, Burt recorrió el trayecto que quedaba sin importarle recibir una multa por exceso de velocidad. Consiguió estacionar en un puesto libre en la parte frontal del hospital, y, sin perder tiempo, volvió a cargar a la muchacha en brazos y enfilo hacia el interior, seguido por su esposa y sus dos hijos.

-¡Necesitamos un medico con urgencia! ¡Esta muchacha se está muriendo! -grito e irrumpió en la sala de emergencias.

Dos enfermeras se acercaron a él y lo guiaron hasta un pequeño cuarto rodeado de cortinas blancas.

-Por favor, señor, recuéstela sobre la camilla y retírese -le pidió una de las enfermeras.
Burt la coloco con sumo cuidado sobre la camilla fría y, antes de dejarla allí, le apretó la mano.

-Señor, debe retirarse.

-Sí, sí. -Retrocedió unos pasos y, a través de las cortinas entreabiertas, pudo observar a los médicos abalanzarse sobre ella con agujas y unos estetoscopios que colgaban de sus cuellos.
Con una pequeña linterna esculcaban las pupilas de sus ojos. Escuchó palabras que no alcanzó a comprender, mientras una de las enfermeras le ponía una máscara de oxigeno que le cubría casi todo el rostro. Otra enfermera se acerco nuevamente a él para ordenarle que se marchase de allí. Echó una última mirada a aquella joven que parecía estar librando una batalla, en clara desventaja, contra la misma muerte. Salió y se reunió con su familia para hacer lo único que estaba a su alcance, orar y esperar que todo saliera bien.

-¿Señor Paddington? -Un sujeto desgarbado y de cabello rojo se detuvo frente a él.
-El mismo -respondió Burt y se levantó de su asiento.
-Soy el comisario Trevor Cassidy. Tengo entendido que usted y su hijo han encontrado a una jovencita moribunda en los bosques que rodean el lago Big Bear. -Extendió la mano.
Burt se seco el sudor acumulado en la palma de su mano debido a los nervios y a la angustia de la espera, y respondió a su saludo.
-Así es, esta mañana, mi hijo Tommy -señaló al pequeño, que dormía sobre el regazo de su madre cerca de ellos- había salido a poner algunas trampas, y ha sido entonces cuando la ha encontrado. Ha corrido a alertarnos y me ha llevado hasta el lugar donde la había visto. Estaba muy mal cuando la he encontrado. Sin perder tiempo, la hemos traído hasta Loma Linda y estamos aquí esperando que nos den alguna novedad -explicó.
-Está bien. -Le sonrió amable.
Burt Paddington se dejó caer en su asiento, pero se puso de pie al instante.
Un medico atravesaba el pasillo y caminaba raudamente hacia ellos. Burt lo reconoció como uno de los que había atendido a la joven en la sala de emergencias.
-¿Los señores son familiares de la señorita que ha ingresado esta mañana?
-No, doctor -respondió Burt-. Nosotros la hemos traído, pero ni siquiera sabemos quién es.
-Doctor, soy el comisario Cassidy -intervino el policía-. Alguien de su hospital nos ha llamado.
-Sí, es evidente que la joven ha sufrido alguna especie de tortura. Tiene varias laceraciones en las muñecas, presenta también un deterioro general, además de desnutrición y deshidratación aguda -indicó con seriedad-. Esta joven ha recorrido un largo trayecto antes de ser encontrada, sus pies están muy lastimados.
-¿Se va a poner bien? -Burt hablaba por él y por el resto de su familia que se había unido a la conversación para ponerse al tanto de las novedades.
-Deberá permanecer un tiempo internada, pero el pronóstico es bastante alentador. -Palmeo el hombro de Burt-. Si no la hubiesen encontrado, no habría resistido otro día más en aquel bosque.
Burt Paddington no era un hombre que se emocionara con facilidad, pero aquellas palabras le provocaron un nudo en la garganta. Asintió y se quedo en silencio mientras apretaba la mano de su esposa.
-¿Podría hablar con la muchacha? -pregunto el comisario Cassidy.
-Me temo que eso deberá esperar. No ha recuperado el conocimiento todavía y, con los sedantes que le hemos dado, no lo hará hasta mañana.
-Está bien, doctor. Gracias.
-De nada, lo veré mañana.
Trevor Cassidy observó una vez más a Burt Paddington.
-¿Ha verificado si llevaba alguna identificación, algo que nos indique quién es?
Burt negó con la cabeza.
-Nada, llevaba solamente un vestido sin bolsillos, y no he encontrado un bolso o algo que se le parezca junto a ella. -Hizo una pausa-. Pareciera que tan solo hubiese surgido de la nada.
-No, amigo. Vino de alguna parte y, de acuerdo con lo que ha dicho el doctor, desde muy lejos. Es muy probable que alguien la esté buscando.
-Seguramente -repitió Burt.
-Pobre muchacha -dijo Christine y abrazó a Tommy contra su pecho.
-Les agradecería que pasaran por la comisaría para declarar. Abriremos una investigación, y será necesario contar con su testimonio y el de su hijo. -Miró a Tommy, quien todavía parecía estar conmocionado por lo sucedido.
-¿Es necesario que Tommy declare? -Christine no quería que su hijo tuviera que pasar por aquello.
-Me temo que sí. -Alargó la mano y le tocó la frente al niño-. Apuesto a que Tommy estará encantado de visitar la comisaría.
Los ojos azules y enormes de Tommy Paddington lo miraron fijamente.
-¿Hay más policías y armas allí?
Cassidy soltó una carcajada.
-Sí, pequeño, sí. Yo mismo me encargaré de que conozcas cada rincón de la comisaría -le prometió.
-¡Viva! -gritó y soltó a su madre. Era increíble cómo los niños podían de un momento a otro, cambiar su estado de ánimo; pasar de la tristeza a la euforia en solo un instante.
Segundos antes, estaba abrumado por el hallazgo de la joven moribunda y después, parecía estar contento con la idea que le proponía el comisario Cassidy.
-Los veré allí más tarde, entonces. -Saludó a la familia Paddington y se marchó. Debía ponerse a trabajar en aquel caso de inmediato, alguien en alguna parte, seguramente, estaba sufriendo por la ausencia de aquella jovencita.

Manny Mendes (no sé el nombre real de su padre, por eso le puse ese) se aflojó el cuello de la corbata y lanzó un suspiro de alivio.
Una llamada, una simple llamada telefónica había bastado para poner fin a tres meses de angustia y terror. La había estado esperando durante tanto tiempo que ya creía imposible que, a esas alturas, alguien pudiera devolverle la paz con tan solo un par de palabras. Esa paz que le había sido robada impunemente meses atrás.
«La han encontrado.» Tres palabras que repicaban en su cabeza sin cesar mientras caminaba por los pasillos de la comisaria de Loma Linda. El clima era agobiante, y una multitud de gente parecía atiborrar cada rincón de la pequeña comisaria. Deseaba llegar a la oficina de Cassidy y ponerse al tanto de las novedades. Había llegado desde Fresno y esperaba marcharse de allí con las respuestas que había estado buscando.
Sonrió cuando, por fin, una mujer de unos cincuenta años, pequeña y regordeta, se acerco a él.
-Disculpe, ¿podría decirme dónde puedo encontrar al comisario Cassidy?
-¿Es usted el teniente Manny Mendes, verdad? -pregunto mientras estudiaba su apariencia.
Martin frunció el ceño.
-Sí. ¿Cómo se ha dado cuenta?
La mujer se acomodo las gafas que insistían en bajar por el puente de su nariz.
-Podría decirle que, después de trabajar aquí durante tantos años, he sido bendecida con la capacidad de reconocer de inmediato a un policía cuando lo veo, pero la respuesta es más simple. Trevor me dijo que usted vendría, y a leguas se nota que usted no es de aquí -respondió y se encogió de hombros.
-Entiendo. -Le sonrió y, a pesar de lo que le había dicho, el presintió que lo de su capacidad era más real de lo que ella creía.
-Venga conmigo.
La siguió a través del pasillo y, cuando se detuvieron ante una puerta de vidrio con las persianas cerradas, la mujer se dio media vuelta y lo miró.
-Él lo está esperando -le indicó y se alejó por donde había venido.
-Gracias... -Habría querido preguntarle su nombre, pero ella ya había desaparecido de su vista.
-Adelante. -La voz de Trevor Cassidy denotaba preocupación.
-Comisario, soy el teniente Manny Mendesde la División de Personas Desaparecidas de la Policía de Fresno -se presentó.
Cassidy extendió la mano y lo invitó a sentarse.
-Me alegra que haya podido venir, Teniente. -Apagó su cigarrillo en el cenicero-. ¿Fuma?

NO ME OLVIDES ||SHAWN MENDES||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora