EL ÚLTIMO TREN

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Shen Yuan estaba molesto, no iba a mentir.


Para él la época navideña era algo que se disfrutaba en casa... ¡No en vagones repletos de desconocidos que invadían tu espacio personal!


Para su gran fortuna —sí, es sarcasmo— lo habían citado a una entrevista de trabajo justamente el día 25 de diciembre.


Esta cuestión aparentemente tan sencilla había tardado más de lo esperado debido a las múltiples pruebas a las que lo sometieron obligándolo no solo a tener que salir en una fecha tan concurrida sino a casi perder el último tren de la noche—el cuál, por suerte, apenas y logró abordar—.


Superado por la situación buscó desesperadamente con la mirada algún asiento disponible y —cuando al fin lo encontró— le importó muy poco tener que abrirse paso a empujones a través de toda esa gente.


Todo lo que quería era llegar al fondo del vagón.


Conforme se acercaba se dio cuenta del porque nadie se había sentado en ese lugar aun cuando el tren estaba lleno.


El único asiento vacío se encontraba al lado de un joven de cabello oscuro y —aunque era increíblemente apuesto— su inhumana belleza no debería ser motivo suficiente para evitarlo como si se tratara de la misma peste ¿Verdad?


¡Bien! ¿Qué te parece tener que sentarte al lado de un apuesto joven que se cubre el rostro con las manos y cuyo cuerpo tiembla violentamente?


Tras considerar si era mejor ir de pie y apretujado o aguantar la incomodidad por algunas cuantas estaciones finalmente suspiró, dándose por vencido.


En verdad odiaba cuando la gente tenía el descaro de llorar en público.


Sin decir una sola palabra tomó asiento al lado del sollozante muchacho y se enfocó en observar las coloridas luces que decoraban la estación.


No será un gran problema si lo ignoro pensó.


¿¡Cómo iba a saber que después de dos estaciones su humor empeoraría al notar que el chico a su lado no solo no paraba de llorar sino que se transformaba en un desastre cada vez peor?!


Sin poder fingir indiferencia por más tiempo lo miró discretamente, tomándose también el atrevimiento de observar detalladamente sus facciones.


Unos minutos de silencio transcurrieron entre ambos antes que le preguntara a regañadientes —más por cortesía que por genuino interés— si todo estaba bien.


Bravo, Yuan. ¡Tú siempre tan inteligente! ¡Cualquiera que se esté ahogando en lágrimas sin duda alguna la está pasando de maravilla!


En cuanto el joven a su lado le dirigió la mirada Shen Yuan sintió que su alma abandonó su cuerpo.


Los profundos ojos negros del muchacho brillaban como dos estrellas resplandecientes aún ahogados en aquel mar de lágrimas.

El último trenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora