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El joven Ryuguji despertó aquella mañana bastante agotado, su descanso no había durado mucho debido a que se desvelo dándose amor mientras pensaba en aquel pequeño rubio de obscuros fanales que lo tenía vuelto loco, ese chico de brillante sonrisa llevaba gustandole desde hace ya dos largos años y el simplemente no podía confesarle su amor, temía no ser correspondido y tampoco quería arruinar esa hermosa amistad que ambos tenían, debido a eso prefería tragarse sus sentimientos y simplemente dejarlo todo tal y como estaba, era el mejor amigo de Manjiro y tenía que conformarse con ser solo eso.

Desgraciadamente tenía que aguantar las ganas que tenía de abrazarlo con fuerza, llenar su bonito rostro de pequeños besitos, y decirle lo mucho que lo amaba, por supuesto que también tenía que resistir las ganas que tenía de recorrer esa blanca y suave piel del Sano con sus manos, aúnque no se atreviera a siquiera imaginarlo en una situación comprometedora sin sentirse culpable después, debido a lo dulce e inocente que lucia su lindo amigo, el simple hecho de tocarse pensando en el lo hacía sentirse el ser mas desagradable y repulsivo del universo, aúnque dijera que jamás volvería a darse placer con la imagen del pequeño rubio en su mente, siempre terminaba cayendo en la tentación.

Después de un rato se levantó de su cómoda cama y camino hasta el baño para lavarse el rostro y cepillar sus dientes, después de completar aquellas acciones se dirigió a su armario de dónde sacó una camiseta blanca sin estampado y una chaqueta de color gris que combinaba perfectamente con el pantalón negro que ya llevaba puesto, se vistió con rapidez y se coloco su par preferido de Converse, por último se hizo su típica trenza rubia que siempre lo acompañaba, esa mañana iría a recoger a su mejor amigo para que se quedara con el mientras sus familiares estaban de viaje, el pequeño rubio de ojos profundos había decidido no acompañarlos porque le aburrían esa clase de viajes "largos" además de que no quería estar tanto tiempo alejado de su adorado Ken-chin, el de alta estatura salió del prostíbulo en el que vivía no sin antes despedirse de su padre, camino un largo tramo hasta la residencia de los Sano en dónde tocó el timbre esperando a que le abrieran.

Por otro lado el pequeño Manjiro al escuchar el sonido del timbre rápidamente salió corriendo de su habitación para recibir a su mejor amigo, esta vez incluso se había despertado temprano para que su hermana lo peinara, quería estar bonito para cuando su Ken-chin llegara, salió al patio para abrir aquel gran portón que distinguía a su hogar del resto, su corazón comenzó a latir frenéticamente al encontrarse a su amor platónico parado frente a la puerta de su casa.

-Buenos días, Mikey.

-¡Buenos días, Ken-chin!

El joven Sano exclamó con una amplia sonrisa dibujada en su rostro, invitó al mayor a pasar y una vez Ryuguji se adentro en esa gran residencia que solía frecuentar se dirigieron a la habitación del pequeño rubio en un silencio que no era incomodo para ninguno de los dos, una vez llegaron a la habitación de Manjiro el mas alto se sentó sobre la cama de este, no tardaron mucho en comenzar una conversación mas fluida.

-¿Dónde están tus hermanos y el abuelo?

-Ah, se fueron aproximadamente hace una hora, Ken-chin.

-Ya veo, ¿te levantaste temprano? Veo que Emma te peinó.

-Si, hoy desperté temprano para poderme despedir de ellos cuando se fueran.

-¿Tu despertaste temprano sin que fuera en contra de tu voluntad? Ahora entiendo porque está noche habrá una tormenta.

Dijo en un tono burlon mientras reía de forma leve debido a que el adorable rubio se encontraba con las mejillas infladas y el ceño levemente fruncido, cuando paro de reírse observó al de dorada y brillante cabellera acercarse a el, al parecer haría eso que ya se le había hecho costumbre. Se preparo mentalmente para la futura acción de el de obscuros fanales y desvió su mirada hacía un costado.

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