Perdonen que no me presente, pero no puedo hacerlo, soy espía, -no sé de qué se ríen- una especie en extinción. No voy a decir el tiempo que llevo como tal, no vaya a ser que calculando los años puedan saber la edad que tengo, porque eso para mí, sería muy sencillo. Mi margen de error era de 0,0001, hasta ayer. Por medio de un contacto -miro a cada lado- conseguí un piso franco, de esos con un colchón sobre un palet de madera, una mesa y una silla, bueno y water. Tenía que averiguar los movimientos de un posible agente Yugoeslavo, tampoco voy a decir su nombre. Y es que lo de los nombres radica en que cuanto más nombres tengamos somos más difíciles de descubrir. Yo soy la excepción. Tengo uno solo, eso no quiere decir que sea de los malos, pero prefiero así. Pues ayer, mientras colocaba el nuevo dispositivo de audición a distancia diseñado por la inteligencia británica; ¡Ja! Seguro que han pensado en mi amigo Bond. Estuvimos juntos en Argel en una operación que fue totalmente un éxito. Volviendo a lo importante, mientras probaba el funcionamiento todo iba de maravilla, se escuchaban hasta sus pasos - al investigado me refiero - lo tenía localizado totalmente. Pero debido al largo alcance del transmisor, en el piso de al lado una pareja comenzó a hacer el amor justo en el momento que a (Y) -por lo de yugoeslavo- le hicieron la llamada que esperaba. Los golpes continuados y gemidos de la joven se montaban encima de la conversación que estaba siendo grabada. Maldita sea, yo gritaba y golpeaba con los puños en la pared contigua -eso también saldría en la grabación pero me daba igual- se me estaba yendo a la miércoles la misión. Los jóvenes paraban, pero a los diez segundos volvían con más ganas. Terrible. (Y) dejó de hablar. A saber qué datos cricuales -sí, soy disléxico- dejó al informador de turno. Ahora tendría que tratar, filtrar la voz de (Y) por encima de la pareja, que aun seguían dale que te pego. Después de un rato pararon. Con mis auriculares puestos, logré separar a los jóvenes. La verdad es que no sé por qué se me metió en la cabeza que eran jóvenes, también podrían ser de mediana edad, inclusive, espías. Al fin, pude dar al play para escuchar la conversación. LPM. Era su madre, que le había llamado para recordarle que al regreso de hacer la prueba llerava souvenirs para toda la falimia, que allá, estaban todos contentos por haber fichado en ese equipo de fútbol, aunque fuera de segunda división. Vaya mierda. Tanto preparativo..., cual fue mi sorpresa cuando escuché el audio de los jóvenes que tal vez no lo fueran. Quedé petrificado. Jamás me habían pasado información de esa manera. Qué suerte tienen algunos. Lo digo porque nunca tuve novia formal, bueno sí, pero ya hace tiempo y la verdad..., Pues eso, que en cada golpe y gemido iba una frase. Siempre sospeché desde el principio cuando estaba preparando el dispositivo. Una interferencia casi me deja sordo. En el momento de separar todo el acto amoroso, cuando le iba a dar a play, en el rellano de la escalera se oyó un portazo y seguido unos puñetazos en una puerta. Rápidamente fui a la mirilla, dejando antes todo a oscuras para que de afuera no se viera la claridad tapada por mi ojo avizor. Madre mía lo que vi. Era la espía. Estaba desnuda golpeando la puerta mientras puteaba en un idioma que no voy a desvelar. En realidad todavía no sabía lo que se traían entre manos estos dos pájaros. Ella mirana de un lado a otro angustiada. No tenía creo ni veinticinco años. Su belleza y su condición de espía me hizo entrar en acción. Con una camiseta que tenía encima de la única silla, salí al rellano y con la otra mano tapándome los ojos.
- Tome por gavor -dije a brancas y tarrancas.
- ¿Qué? Gracias, mil gracias – dijo poniéndosela a la velocidad de un rayo.
- Pase, no se quede ahí – le ofrecí mi apartamento.
- Pero... - entró pensándoselo mejor.
Una vez adentro abrí los ojos. Menos mal, la camiseta le quedaba como un trajelito. No se atrevía a mirarme, estaba muy avergonzada. Yo para quitarle hierro al asunto solté. "He visto muchas mujeres desnudas" y juro, me tamlabeaban las piernas ante aquella espía tan hermosa. Ya quisiera James estar aquí ahora.
ESTÁS LEYENDO
Perdonen que no me presente
Historia CortaLa vida de un espía es de alto riesgo las 24 horas del día. Tiempo suficiente para que en décimas de segundo pueda sucederle cualquier cosa. Desde controlar su dislexia, no dejar escapar un presunto espía yugoeslavo o incluso, hasta ofrecer su apar...