Intentando no morir

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-¿Maestro?

Levantó la mirada del lomo del caballo y la posó en los ojos dorados de su discípulo. Parecía preocupado. Suspiró y dejó que algo de la tensión se fuera en ese suspiro.

-¿Sí, Sun Wukong?- habló con voz suave y un intento de sonrisa.

-¿Se siente mal, maestro?

Tripitaka lo pensó por unos segundos. No cómo se sentía, eso lo tenía claro, pero no sabía cómo iba a decírselo. Ni siquiera él mismo entendía cómo interpretarlo. A su lado, Zhu Bajie y Sha Wujing caminaban en silencio, visiblemente preocupados. Les inquietaba su bienestar. Tripitaka sintió que una sonrisa verdadera intentaba abrirse paso, y bajó la cabeza, decidido. A la menguante luz del sol poniente, anduvieron hasta lo que parecía una cueva al pie de una montaña.

-Pasemos la noche aquí- dijo, desmontando y acariciando el lomo de Ao Lie.

Durante el tiempo que les tomó armar campamento, encender una fogata y preparar algo de té, se mantuvo callado, pensando en cómo iba a decírselo. Las palabras no eran suficientes. Quizás no era nada, pero era innegable que lo había afectado. Quizás se reirían. Quizás les desanimase y volverían a tener problemas. Pensó bien en cómo iba a decírselo, y cuando Bajie estaba preparando la comida, Wujing le alcanzaba una taza de té y Wukong lo miraba de tanto en tanto, se decidió.

-He estado temiendo sueños extraños.

Los otros lo miraron. Baije no dejó de remover el caldero con el guiso de verduras que empezaba a oler bien.

-En esos sueños, yo tenía cuarenta años. Tenía un hijo... de mi edad. De veinte, más o menos- aclaró, ante la mirada confundida de Wukong -Tenía un esposo. Cada día, yo iba a enseñar a una casa de altos saberes, y almorzaba con mi marido. Mi hijo trabajaba en el negocio familiar y tenía algunos buenos amigos. Era el futuro.

Dejó que la última palabra bañase el ambiente.

-En ese futuro, había... cosas muy distintas, pero había algunas caras conocidas. En mi sueño, yo usaba todas esas cosas nuevas como si fuera tan normal como beber té. Y el té... se preparaba distinto. Había muchas variedades disponibles, y venían en diferentes formas, vendidas en lugares tan grandes como un palacio. Había demonios y humanos conviviendo, más o menos en paz, en una ciudad gigantesca, que hace pequeña a las ciudades imperiales. Era... extraño, el vivir la vida de otra persona, una tan diferente a la mía. Y se sentía... natural.

-¿Y estábamos nosotros por ahí, o no?- preguntó Baije, mientras echaba algunas cosas más al guiso.

-Vi seres muy parecidos. Tú tenías un restaurante muy conocido, y eras un virtuoso de la cocina- dijo, y el aludido sonrió, con orgullo -Estabas casado. Tu cónyuge te amaba y tu le amabas. Tenías un hijo y estabas feliz con tu vida. Seguías con algo de tu carácter, pero tenías muchas virtudes para compensar.

Wukong rió y dijo algo que Tripitaka no escuchó. Wujing sonrió y aparo la mirada. Baije resopló y le dijo que si seguía con esas, no le daba comida al mono. El monje sonrió, con tristeza.

-Tú.. o el que era muy parecido a ti- miró al ser acuático -Tenías un barco lleno de gatos. La gente te contaba cosas y tú les dabas buenos consejos. Preparabas un té delicioso. Eras la persona a la que acudían porque eras fuerte, gentil, y conocías el corazón de las personas. Llegabas incluso a los que habían creado una coraza a su alrededor.

-Vi a tu descendiente, Ao Lie- el dragón, convertido en caballo, lo miró, sorprendido -Era una muchacha muy lista, poderosa, que protegía a sus seres queridos, y le encantaba correr como el viento, cada vez más rápido... en lo que parecía ser un vehículo de dos ruedas que andaba solo. No recuerdo el nombre, pero era una de las maravillas del futuro.

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⏰ Última actualización: Dec 31, 2022 ⏰

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