PRÓLOGO

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Mis pies se detienen frente a la iglesia y siento que el corazón me golpetea con fuerza. Solo he salido a caminar como todos los días, pero aun no entiendo porque estoy parada en este lugar. No he vuelto a pisar la una iglesia desde que ese maldito decidió confesar en un sitio como este que iba a ser sacerdote como si no le importara mis sentimientos mientras me follaba en una de las bancas. Se largó sin dar marcha atrás y rompió mi alma con crueldad.

—Eres una masoquista Éva, ¿no es así? —me digo, burlándome de mi misma.

Una mujer me empuja para poder entrar a la iglesia a rezar. Arqueo una ceja al ver al hombre que viene agarrado de su mano. Ese tipo va todas las noches al Elixir a vernos bailar. Hay personas con doble moral que visitan este lugar para expiar lo que hacen en lo oculto.

Mis pies se mueven por si solos y llego hasta el altar. Miro con sumo enfado las imágenes y estatuas que parecen burlarse de mi destino. No puedo reprocharle a Dios porque él no es el culpable de lo que ese cabrón hizo.

—Como desearía que ardieras en el jodido infierno, Sin Marchetti —mascullo con odio.

— ¡Shh! —me reprende una de las ancianas que están rezando en las bancas de enfrente.

Ignoro su ruido y me enfoco en el confesionario. Muchas mujeres hacen fila para confesar sus pecados ante un hombre que es igual o peor que nosotros, pero algo me hace caminar hasta ese lugar y me formo a esperar a que las otras personas terminen para que sea mi turno.

Me miro los deportivos para tener en algo para entretenerme.

—Hija —dice la voz del padre dentro del confesionario.

Los vellos de la nuca se me erizan al oír su sensual y ronca voz.

«No vayas por ese lugar», me regaño.

Avanzo hasta el confesionario y me arrodillo.

La madera que decora el confesionario me impide ver con claridad el rostro del hombre que está sentado adentro.

—Padre, he venido a confesar mis pecados —empiezo a recitar lo que alcance a escuchar de esas mujeres mojigatas.

Busco entre mis recuerdos algo que sirva de tapadera para estar hincada en este sitio.

—Te escucho con atención.

Algo en la voz de ese sacerdote hace que me sienta caliente y eso no era normal en mí. Ningún hombre ha tenido ese efecto antes y eso me comienza a aterrar.

Piensa rápido, Éva.

Tal vez si le digo mi profesión sirva de algo.

—Confieso que trabajo en un club nocturno —suelto sin más.

— ¿Y te arrepientes de tener esa profesión, hija? —pregunta.

—No —contesto con sinceridad.

No estoy arrepentida de como he llevado mi vida. Soy de las que enfrenta las cosas buenas como malas y eso me ha hecho ser quien soy desde entonces.

—Me alegro escucharlo, Éva —pronuncia mi nombre.

Me quedo petrificada en mi lugar.

— ¿C-como sabe mi nombre? —titubeo por primera vez.

Un extraño cosquilleo recorre todo mi cuerpo como si reconociera al hombre dentro de este confesionario.

—Nuestros caminos vuelven a juntarse una vez más, muñequita.

Todo mi cuerpo se pone en alerta mientras la cabeza me ordena que me ponga de pie y me marche de este lugar antes de que todo se vaya a la mierda.

No puede ser… Porque después tanto tiempo regresa a mi vida.

PROFANO ||GEISHAS #2||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora