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El entrenamiento ya llevaba 1 hora, yo seguía dibujando mientras de vez en cuando chusmeaba cómo iba todo en la cancha.
Miré confundida cuando vi como Enzo y Nahuel Molina empujaban a Julián y él se ponía todo tímido. Nahuel miró para donde estaba yo y me lanzó un beso.
Yo me reí y lo saludé con mi mano, no entendía un carajo.
Julián lo empujó y Nahuel lo abrazó por los hombros mientras lo arrastraba para seguir entrenando.
Los ignoré y seguí dibujando hasta que me cansé y guardé el iPad. Saqué mi celu y le saqué una foto a la cancha para después subirla a las historias de mi Instagram personal.
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Cerré Instagram y guardé el celular. Me quedé viendo el entrenamiento por el resto de la mañana hasta que se hizo mediodía. Los chicos se fueron a bañar y yo los esperé afuera del vestuario.
El primero en salir fue el Dibu, el cual se acercó a saludarme.
—¿Cómo estás? Soy Emi. —Se presentó dándome un abrazo cortito.
Yo sabía que este hombre era alto, pero no me esperaba que mi cabeza le llegara por el pecho. Era un edificio realmente.
—Un gusto, soy Luna. —Respondí.
—Vos sos la tatuadora de los chicos, ¿no? —Preguntó.
—Sí, soy yo. —Asentí con una sonrisa.
—Después, si no te jode, te voy a pedir un tattoo. —Habló.
—De una, pedile mi número a alguno de los chicos y hablame. —Respondí.
El Dibu asintió y después salieron los demás. Nahuel se me acercó y me saludó agarrándome de la cintura.
—¿Qué onda? Nahuel Molina, un gusto. —Se presentó el morocho con una sonrisa.
