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Recuerda los primeros síntomas durante la iniciación de Dean; su padre y hermano saldrían de cacería juntos, Dean no entraba en su propio cuerpo de la emoción, mientras a Sam le sudaban las palmas de las manos. Orbitó alrededor de su hermano toda la mañana, rogándole a ambos que no lo dejaran solo, que lo llevaran con ellos, mientras se preparaban para salir, ignorando su desesperación.

La idea de su padre muriendo en alguna cacería, lejos de su familia, sólo, en algún lugar abandonado, siempre le había rondado en la cabeza como un molesto susurro que a veces le causaba pesadillas. Pero estaba bien, intentaba recordarse a sí mismo, su padre era un hombre fuerte, un héroe según las palabras de Dean, y él tenía a su hermano mayor. Ese día, cuando su familia partió y él se quedó en algún motel de mierda, en un pueblito desconocido, el fatal murmullo se convirtió en gritos plenos, desesperados e iracundos, haciéndole palpitar la cabeza con fuerza mientras pensaba, sin poderlo evitar, en que su familia no volvería nunca.

Recuerda intentar lidiar con ello por su cuenta; puso las tortugas ninja, obligándose a centrarse en el colorido programa, sentado con los codos apoyados sobre las rodillas, el cuerpo encorvado hacia delante mientras retorcía sus propios dedos. El cuerpo de temblaba con poderosos espasmos, la saliva demasiado espesa atorándose en su garganta mientras el pecho le dolía como si le hubiesen dado un puñetazo. Necesitaba a su hermano, necesitaba llorar en su pecho y aferrarse a él como un niño pequeño, sin embargo, no lo haría. Sabía que su padre no lo aprobaría, sabía que Dean se volvería rígido entre sus brazos y se burlaría de él. Sabía que John lo llamaría blando, que culparía a su hermano por malcriarlo y luego lo llevaría a practicar tiro.

Sabía que ya no era un niño pequeño y que debía afrontar esto por su cuenta.

Se forzó a regular su respiración, contando los segundos entre inhalación y exhalación, las manos aferrándose al borde de la dura cama, obligándose a ocultar su temblor. Empezó a tararear una de las canciones favoritas de Dean para intentar distraerse, luego pensó en Dean siendo herido en algún lugar aleatorio, totalmente lejos de él. Recitó exorcismos en latín mientras se ahogaba con sus propios sollozos, aterrado y abandonado en un motel con olor a rancio en la alfombra, manchas de tabaco en el papel tapiz y mantas tan ásperas como baratas.

No había dormido esa noche, y al primer bocado, se dio cuenta de que tampoco podría comer. No lo hizo hasta que John y Dean llegaron tres días después, con dos cajas de pizza en las manos. Siempre sobraba, Sam rara vez comía más de dos porciones. Ese día, terminó devorando casi una pizza completa, como si su vida dependiera de ello, mientras su familia lo observaba con ceños fruncidos y ojos inquisidores. Sin fuerzas para excusarse, terminó durmiéndose sobre la mesa, pegajosa como todas las superficies de aquel motel barato, mientras su familia le relataba lo que había sucedido en la cacería.

En la mañana siguiente, mientras acomodaban las pertenencias de Sammy en el Impala, nadie hizo preguntas al respecto y él decidió que sería mejor no mencionarlo nunca. 

Ansiedad - SupernaturalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora