La Diosa

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Trato de abrir mis ojos, pero la brillante luz fulmina mi mirada, me cuesta un poco enfocar bien lo que me rodea, todo es demasiado brillante, una luz blanca y cegadora hace que no pueda distinguir ni una sola forma a mi alrededor.

Lo único de lo que estoy segura es que estoy en el suelo.

¿En qué momento llegué acá? ¿Dónde estoy? ¿Estoy muerta y esto es el más allá?

—Jung-Eun. —Oigo una voz, pero no sé de dónde proviene, totalmente desconcertada consigo ponerme en pie, miro a mi alrededor buscando la fuente de la voz, sin embargo, no veo nada más que luz, todo está vacío. —Jung-Eun. —

—¡¿Quién eres?!—Mi voz desesperada hace eco por todo el lugar... entonces la luz se empieza a disipar, el suelo bajo mis pies se empieza a pintar de color rojo, formando un círculo a mí alrededor, intento correr y salir de él pero no puedo, me golpeo con una fuerza invisible que detiene mis intentos de huir, el círculo rojo se empieza a elevar bajo mis pies, formando una plataforma circular. —¡¿Dónde estoy?!—

—Dime Jung-Eun, ¿conoces la leyenda de tu Imperio? —La voz resonó otra vez, venía de todas partes, no sabía identificar si era de un hombre o de una mujer, el miedo era lo único que había en mi cuerpo en este momento, estaba desesperada por salir de ahí.—¿No respondes?—

—Cla-claro que la conozco. —Respondo vagamente mientras sigo buscando a mi alrededor siquiera una silueta, algo que me indique dónde me encuentro y con quién estoy hablando.

—Te aseguro que estás a salvo... ¿deseas ver algo para estar más tranquila? —Tragué con dificultad, asintiendo. Al instante empecé a notar que la brillante luz se atenuaba, una neblina cubrió todo y conforme empezó a disiparse, pude ver el cielo despejado, empezaban a verse árboles, un pasto verde invadía el suelo, enormes círculos parecidos al que yo pisaba estaban esparcidos a mi alrededor, sin embargo a diferencia del mío, no tenían color, parecían reflejar el azul del cielo, como si fueran espejos enormes. —¿Podrías recitar la leyenda ahora?—

Estoy estupefacta, y aterrada, no sé dónde estoy ni porqué estoy aquí, y nada de esto es normal ¡¿y quiere que le cuente un estúpido cuento infantil?!

—No es ningún cuento infantil Jung-Eun, podrá tener las respuestas a sus preguntas cuando cumpla mi petición. —Oh. Así que esta persona, ente, cosa o lo que sea puede leer mi mente. Bien, debí hacerle caso a mi madre de no andar escuchando historias de terror, dijo que un día vendrían a jalarme las patas. —Tengo una eternidad para escucharla Jung-Eun. —

Bien, bien, lo voy a hacer porque qué tal ésta cosa es un fantasma o algo así, y me quita el alma o me lanza una maldición y me vuelvo una rana.

—Los antepasados cuentan... que hace más de trescientos años, el fundador de nuestro imperio, el Rey Kim, cayó enfermo gravemente, justo antes de una guerra importante que ponía en grave peligro a nuestra nación, la Reina se encontraba también a punto de dar a luz, debido a esto, el Rey decidió ir de rodillas al templo de la gran Diosa Jin, para suplicar por su vida y su reino.—Los maestros nos hacían aprendernos esta historia desde que éramos pequeños, no era difícil decirla de memoria.—La Diosa, al ver el sufrimiento del rey y su intensa súplica por vivir lo suficiente para ver a su heredero nacer a salvo, le aseguró que le concedería sus deseos, e incluso pondría bajo su poder a sus enemigos, si él estaba dispuesto a darle al bebé que naciera... el Rey sin pensarlo, con gran alegría y esperanzas renovadas aceptó con gusto. La Diosa Jin cumplió su palabra y el Rey consiguió la victoria, además de conquistar dos reinos y regresar salvo de la batalla. —Ay, ya me estoy cansando, tú, lo que seas ¿para qué quieres escuchar esta historia?

—Le agradecería que terminara. —

—El Reino Son, y el Reino Soul llegaron a formar parte del gran Imperio Moon, el Rey pudo contemplar el nacimiento de una hermosa y saludable niña, y ver sus deseos cumplidos. Sin embargo, al sentir a la pequeña por primera vez entre sus brazos, se arrepintió de haber jurado entregársela a la Diosa, se negó a cumplir su palabra, fue hasta el templo, lo profanó y mandó derrumbarlo piedra por piedra y... Ya me cansé, ¿puedo tener algo de agua? —Aclaré mi garganta, me estaba quedando sin saliva.

—Estás a punto de terminar Jung-Eun, sé que podrás. —Solté un gran suspiro antes de terminar la aburrida historia.

—La gran Diosa Jin, furiosa por la traición del Rey, y la invasión de su morada terrestre, decidió acabar con el Rey y su Imperio, cuando se apareció ante el Rey para reclamar su vida, el Rey suplicó una vez más, la Diosa, en su inmensa bondad decidió perdonarle y darle la oportunidad de ver crecer a su hija, en cambio, proclamó una maldición sobre todo el Imperio, sumiéndolo en las tinieblas, y condenándolo a estar aislado del resto del mundo, hasta que pasaran siete generaciones, la Diosa reclamaría a la descendencia prometida, doce gemas serían necesarias para romper la maldición proclamada y el Imperio podría al fin ver la luz de nuevo.—

En cuanto terminé, justo enfrente de mí, una pequeña figura se veía acercándose a lo lejos, poco a poco fui detallando su cuerpo, era una mujer, conforme se acercaba hacia mí pude notar su cabello, castaño claro, casi rubio, largo en ondas perfectas, su piel parecía porcelana blanca, sus facciones eran perfectamente equilibradas, una nariz perfilada, a diferencia de su apariencia, que denotaba elegancia y frialdad, su mirada parecía bondadosa y juguetona, parecía una muñeca de las más insanas fantasías, un ser de otro mundo.

Un vestido blanco que parecía de la seda más fina envolvía exquisitamente su figura hasta sus rodillas, nunca había visto en mi vida, ni en mis más remotas imaginaciones, una mujer como esta.

Se puso de pie frente a mí, justo en el límite del círculo rojo donde estaba encerrada, yo estaba hipnotizada y sin palabra alguna.

—Estás ante una Diosa, esperaba una inclinación al menos. —Sonrió ladinamente, alzando su rostro con elegancia, abrí mis ojos grandemente para luego caer postrada ante la mujer. —Está bien Jung-Eun, puedes levantarte.—

Si había algo que una esclava campesina como yo supiera hacer bien era postrarse a tierra.

—¿Us-usted es la... la Diosa Jin? —Pregunté con la cabeza agachada, viendo mis sandalias, intenté esconder mis pies, sucios por el barro del campo.

—¡Soy Heejin para ti! Ahh, he estado esperando tanto tiempo para este día, lamento no haber dispuesto un narrador para la historia pero se me hace tan entretenido escucharte que tuve que hacerlo.—La mujer hablaba divertida, aunque no la veía, podía imaginarme sus gestos burlescos.—Anda, puedes mirarme a los ojos.—Alcé mi vista lentamente, entonces noté algo raro, ya no estaba vestida como cuando había aparecido aquí, donde estaba mi larga falda hace un momento, estaba en cambio, un pantalón negro, y en la parte superior una fina blusa blanca de mangas me cubría, con detalles rojos de un símbolo que desconocía.

—¿Planea que regrese así a casa? ¡¿Quiere que me manden a la horca?!—Puede ser una Diosa y todo, ¡pero hay códigos de vestimenta en mi mundo! Y esta es sólo permitida entre la realeza, no para alguien como yo.

—Calma, Jung-Eun, aún no me permites responder tus dudas. —La "Diosa" empezó a caminar en derredor del círculo, mientras yo seguía la delicada figura con la mirada.—Estás aquí porque te he elegido para una tarea importante.—

—¡¿A mí?!—Mis únicas tareas importantes son barrer mi casa y lavar la ropa.

—No veo a otra Jung-Eun aquí. Ahora, deja que termine de hablar. —Bien, calladita me veo más bonita. —Exacto. Ahora, el tiempo se ha acabado, las siete generaciones han pasado, y tu destino mi querida, es reunir a las doce gemas manifestadas, que liberarán al Imperio Moon de su maldición. —

—¡¿Qué?! Oiga, con todo respeto, ¡yo no voy a andarle buscando piedritas para romper una maldición que usted misma puso... ¡si es que eso es cierto! ¡Tengo una vida! Muy aburrida... ¡pero la tengo!... Usted es la Diosa, chasquee sus dedos o diga el abracadabra y le van a aparecer, ¡¿por qué tengo que ser yo?!—

Heejin me miró sorprendida, este es mi fin, hasta aquí llegué por andar peleando contra la gran Diosa, hará que me caiga un rayo, me convertirá en un sapo feo o algo así.

Cerré mis ojos esperando mi castigo.

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