02/01 · Alto Valyrio
Las partes en cursiva y negrita están escritas en Alto Valyrio. Pero como ni yo ni vosotros sabemos Alto Valyrio, las escribí en español.
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"Quiero ver el deseo en tu ojo, hacerte llorar de placer y que sucumbas conmigo, junto a mí. Dentro de mí."
Desde cuándo Lucerys sabe expresarse así en Alto Valyrio, Aemond lo ignora. Igual que desconoce en qué momento su sobrino ha dejado de ser un niño adorable de catorce años para convertirse en un seductor nato de dieciséis, capaz de excitarlo con tan solo unas palabras escritas en la lengua de sus antepasados.
Todo comenzó como un juego de niños. Algo inocente. "Podrías enseñarme algo más de Alto Valyrio, tío", propuso Lucerys. Habían pasado meses desde su primera carta, dándole las gracias por enésima vez por las disculpas de Aemond sobre su comportamiento en la cena familiar. Alicent lo había obligado a pedir perdón, en realidad, pero aquel matiz fue perdiendo importancia hasta desvanecerse conforme los cuervos iban y venían entre la Fortaleza Roja y Rocadragón.
Al principio, Aemond se mostró reacio a contestar. El resentimiento arañaba sus paredes internas con solo evocar la imagen de su sobrino mofándose de él cuando sirvieron aquel cochinillo asado que nadie llegó a catar. El muy bastardo, no le bastaba con haberle mutilado años atrás, tiene la osadía de reírse, de recordar esa infantil broma de mal gusto justo ahora. Cuando las palabras de Viserys habían calado hondo en los corazones de Alicent y Rhaenyra, llevándolos a otra época en la que todo era liviano; el paso de las estaciones hacía mutar la tonalidad de los árboles, pero las hojas del Arciano seguían siendo del color de la sangre, y ellas seguían leyendo las mismas historias, leyendas que hacían suspirar a Rhaenyra, con los párpados cerrados, una sonrisa en los labios y la cabeza apoyada en el regazo de su amiga, donde la perspectiva del mundo siempre se sintió en paz.
Su padre había logrado abrir el camino y reconducir la senda de ambas divisiones familiares gracias al entendimiento, la compasión y el amor, sentimientos que Aemond tenía enterrados en el fondo de su ser. Si se disculpó con sus sobrinos por haberlos insultado, no fue de corazón, sino por la insistencia de su madre y por no ver la decepción en sus ojos.
—Por favor, Aemond. —Estaba acostumbrado a escuchar esa conversación como espectador, cuando su madre regañaba a Aegon por propasarse con el vino o las doncellas; ser el causante de su angustia era nuevo para él—. Te ruego que recapacites y hables con los hijos de Rhaenyra.
—No tengo nada que decirles, madre. No he hecho nada malo.
—Hazlo por mí. —Le miró con ojos suplicantes, velados por un brillo que jamás había visto en ellos—. Por favor.
Supo que, de alguna forma que escapaba de su comprensión, hacer las paces con Rhaenyra y su prole era vital para su madre, algo necesario que, de perder la oportunidad, la haría desdichada el resto de su vida. Y ella, junto a Helaena, Daeron y Jaehaerys, Jaehaera y Maelor eran las personas más importantes de su vida. Haría cualquier cosa por ellos, para protegerlos y asegurar su felicidad.
Cualquier cosa. Como arrastrar los pies a la alcoba de sus sobrinos bastardos y disculparse.
Jacaerys no se lo tomó muy bien. Al parecer, Rhaenyra había discutido con él, igual que Alicent había hecho con Aemond, y su sobrino mayor le devolvió las palabras por haberle pegado. Fue el intercambio de disculpas más hipócrita de la historia de los Siete Reinos. Falso, incómodo y rodeado de un halo de rencor que ambos sabían que no se limaría por mucho que Viserys y sus madres se empeñaran. Su odio era un ponzoñoso sentimiento que había enraizado durante su infancia y ahora intoxicaba su sangre sin control.
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Canciones de la Antigua Valyria
Fanfiction| House of the Dragon | Aemond/Lucerys | "Cuentan las leyendas que hubo una vez dos príncipes enamorados, separados por innumerables obstáculos que no les permitieron entregar su amor. Sin embargo, otras leyendas cuentan lo contrario; los príncipes...