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En México las cosas iban mejorando para Fang, Buster y Byron, pero empeorando para Poco (o como lo conocían ellos Emiliano). Con sólo declararse inocentes, estaban libres de casi todos los cargos... Por supuesto, debían echarle la culpa a Emiliano.

Buster estaba de acuerdo con Byron, pero Fang no lo estaba del todo. Sentía que al hacerle daño a Emiliano, le estaba haciendo daño a la mismísima Lola. El amor de su vida. Ya no lo soportaba, quería decir la verdad. Aunque, no quería estar en el reclusorio más tiempo.

Por otro lado, Rico estaba desesperado hablando con Byron, que insistía en no presentar a Emiliano todavía.

— ¿Acaso sabe que los cargos de su cliente aumentarán si sigue huyendo de la justicia? —le preguntó Rico a Byron— si Emiliano no se entrega, van a ver serias consecuencias.

— Y yo misma me encargaré de asegurarme de ellas si no recibo una disculpa de su cliente por ponerme un sobrenombre... tan horrible y fuera de la realidad —agregó Piper de brazos cruzados. Rico rodó su ojo.

— Teniente...

— Perdone, mi comandante —Piper bajó la mirada sonrojada.

— Entonces, lo mejor es que Emiliano Sánchez se entregue —le aseguró Rico volviendo con Byron.

— Mi cliente no se merece ser tratado como un criminal sin las pruebas suficientes —le dijo Byron con cara de pocos amigos.

— ¿Y qué más pruebas necesitamos? —replicó Piper—. Es obvio que su cliente es culpable. El coche que le regaló a su amigo, a del Valle, estaba a su nombre. Usted estaba en la despedida de soltero de Fang y también sabe que ese pobre hombre junto con Buster son inocentes. 

— Teniente, deje que me encargue —le dijo Rico y Piper entró en silencio—. Dígale, intente al menos que él vuelva y que el caso se apele, si Emiliano se declara culpable va a ver un juicio y sus años en prisión serán menos. Con buen comportamiento, él saldrá aún más rápido.

— Trataré —concluyó Byron y salió de la oficina del robot. Dejando a la rubia con el comandante. Piper se cruzó de brazos sumida en sus pensamientos, por su parte, Rico empezó a buscar entre sus documentos.

— Piensa que por ser hijo de un político, tiene más privilegios... —gruñó Piper.

— Este tipo debe estar en una isla o en los Estados Unidos rascándose la panza mientras que sus amigos pasan penas en el reclusorio... Con amigos así, ¿quién va a necesitar enemigos? —al decir eso, el comandante miró a la teniente Piper—, han pasado tres días, el imbécil de Emiliano de seguro está en otro país. Apenas y nuestro gobierno aceptó que cerraran los aeropuertos ayer, no... Ese ya se nos voló, teniente.

— ¿Qué vamos hacer ahora, mi comandante? 

— Descubrir alguna debilidad, investigar en las Aduanas de los países cercanos... Si no encontramos a Emiliano, créame teniente, mi carrera se termina aquí.

— No diga eso, usted tiene mucho que hacer aquí y ha atrapado a muchos criminales —dijo ella acercándose a él preocupada.

— Sí. Pese a eso, me van a pedir mi renuncia si no tengo encerrado en un reclusorio mexicano a Emiliano. Es como funcionan las cosas aquí, teniente, y hay que aceptarlo. Pensemos como él, ¿dónde se quedaría a dormir si usted fuera Emiliano...?

— Si yo fuera Emiliano... —Piper se mordió el labio inferior pensativa—, no me quedaría en un antro es cierto... Buscaría lo mejor.

— Excelente, teniente —pasó por su lado el comandante y le dio una palmadita en la espalda dándole un escalofrío a la rubia, quien se sonrojó—. No se aleje de mí en todo el caso, ¿me entendió? Necesito gente inteligente como usted. 

Entre Mariachis y Amores (Poco x Emz)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora