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Narra Grecia Evans

Oí como se alejaba en su auto y suspiré. Me recosté en la puerta y lloré, lloré por qué después de tanto tiempo juntos y nuestra relación era más dispareja que nunca.

No sé si en realidad le interesa saber de nuestro hijo, se que hice mal al decir MI hijo pero me molestaba su forma de referirse al tema. No podía seguir escuchando lo que decía, sus esperanzas inexistentes me verían.

Sacudí mi cabeza y subí las escaleras, me detuve frente a nuestra habitación, puse mi mano sobre la manilla de esta, quería hacerlo porque quería enfrentar los sentimientos que me provoca estar ahí dentro. Esas cuatro paredes sabían todo de nosotros, nuestros besos, caricias, abrazos. 

Cansada mentalmente me dirigí a otra de las habitaciones. Esta habitación estaba de última en el pasillo, nunca había estado en ella. Fabián siempre la tenía bajo llave además.

Me acerqué a la puerta y giré la perilla. Pero nada pasó, la empujé y golpeé pero no abrió. Nunca le había preguntado porque la tenía cerrada, y la verdad es que no me importaba, cuando volví con él solo empecé a trabajar y no me ocupé de la casa en ningún momento.

Me devolví al piso inferior y me metí en la cocina. Las llaves de toda la casa estaban en una caja que estaba en la alacena, detrás de la comida. Me alcé un poco para alcanzar el cajón y tomé la caja con las llaves. Había varias, todas puestas en un mismo llavero.

Me devolví arriba y probé las llaves en la cerradura. Cuando probé la número cinco, la puerta se abrió.

Y cuando entré mi pecho se oprimió.

La habitación tenía las paredes llenas y dibujos, dibujos de bebé. Mire el resto de la habitación y había una cuna blanca; me acerqué y ví como estaba llena de peluches, juguetes y ropa diminuta, la mayoría de color rosa. 

«¡Sufriendo por ti! ¡Y por nuestro hijo!»

No podía creerlo. Él había hecho todo esto, la ropa, la cuna, los juguetes, y los dibujos en las paredes. Era la habitación para nuestro bebé, él tenía la esperanza de recuperarnos a ambos.

Y no le creí. Pero ¿Por qué nunca me lo dijo?

¿Pero qué iba a hacer ahora? ¿Iba a divorciarme? ¿O seguimos así?

Seguía amando a Fabián, pero el amor no es suficiente, ambos estamos lastimados, y después de hoy no estoy segura si Fabián quiera continuar esto conmigo. No nos une nada, aún no encontraba a nuestro hijo, así que no podía retenerlo ni queriendo. 

Con los ojos llenos de lágrimas, tomé una de las prendas de bebé y me la llevé a la nariz, tenía olor a ropa nueva aún, sin embargo el aroma a guardado estaba presente. Me senté en un sofá color verde que había en un extremo de la habitación.

[...]

Abrí mis ojos y confirmé que estaba en la habitación que Fabián había hecho para el bebé.

Tenía la prenda de ropa adherida a mis manos, mis mejillas estaban secas del llanto. Me quedé observando el mini pantalón rosa que tenía en las manos y sonreí, seguro pensaba que sería una niña.

Escuché mi teléfono sonar a lo lejos, salí de la habitación, aún con la ropa en la mano y terminé en la sala, dónde tomé mi teléfono y lo conteste enseguida.

—Hola —oí la voz de mi amigo y confidente desde los últimos años

—Hola ¿Alguna novedad? —mordí mi labio inferior con algo de ansias

—Si, puedes venir hoy, el jefe tiene que hablar contigo sobre la investigación

—¿A qué hora? —pregunte enseguida

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